Por Marco Antonio Flores Villanueva
31 de Diciembre del año 2008. El género humano se apresta a celebrar el comienzo de un nuevo año, el dos mil nueve después de la venida de Cristo. Dos siglos y casi una década de un milenio que se adentra con rapidez a transformar todo cuanto ha sido creado por la especie dominante en este tercer planeta del sistema solar, llamado Tierra.
Los ecos tempranos de esta nueva era revolucionaria ya se dejaron escuchar hace un mes, una noche de Noviembre ultimo cuando los ojos del mundo colgados al satélite vieron atónitos romper en mil pedazos los conceptos de tiempo y espacio con el nacimiento tridimensional de la comunicación holográfica. Es el comienzo de lo que mañana sera la teletransportación. Pero mientras que ello ocurra nuestra especie, en unos años o tal vez meses, podrá viajar holográficamente a cualquier punto del planeta y pisar virtualmente las calles de todas las ciudades del globo. El turismo abrirá sus puertas a los viajes holográficos y, entonces, un individuo situado en Berlín hará transitar su imagen las calles de París. Y en un corto tiempo otro individuo, situado tal vez en Houston, dará sus primeros pasos holográficos sobre la luna.
Hace 18 años que aquello resultaba inimaginable. Porque hace sólo 18 años que nuestra especie inauguró la comunicación por internet y luego la comunicación celular. Desde entonces hasta hoy el desarrollo de la tecnología se ha hecho mil veces más veloz en una década y se proyecta en un factor de un billón en solo 20 años. Y a medida que pasan los días ese guarismo exponencial se multiplica cada vez más.
Este desarrollo ha impactado en nuestra especie modificando su percepción del mundo. Pero también dio inicio a la transformación del propio ser humano como especie. Porque en un corto tiempo la evolución acelerada de la Nanotecnología en marcha, gracias al formidable desarrollo de la ciencia, saltará de nuestros portátiles nanoreproductores de sonido y de algunos instrumentos de la tecnología médica a toda el área de la medicina y la salud. Entonces un microchip colocado en el cerebro manipulará ese centro motor y erradicará la depresión (y enfermedades mentales), cuestionando al mismo tiempo la individualidad del ser humano, su libertad y a los poderes que harán posible la modificación de su conducta no solamente en esa dirección —positiva para su salud mental—, sino también en muchas otras y distintas direcciones.
Por el mismo camino de la Nanotecnología, nuestra especie alargará dramáticamente su expectativa de vida sobre el planeta. 200 años promedio de existencia humana hará explotar los conceptos de familia y sociedad, de valores éticos y humanos, obligando a nuestra civilización a modificar radicalmente la vida cotidiana, la totalidad de su organización jurídica y los cimientos de la organización occidental, desde religión, trabajo, sociedad y estado, hasta el fundamento mismo de nuestra especie como ser inteligente.
Para entonces vivir largamente podrá constituirse en una decisión personal —si los beneficios de esta tecnología aplicada a la vida se hacen universales—, o responderá a la capacidad material y económica del individuo. En cualquier caso la evolución de nuestra especie, o parte de ella, será dramática y absolutamente necesaria (humanos genéticamente modificados) para mantener el balance en la “carrera de la inteligencia”, por el desarrollo sin precedentes que experimentará la robótica y su progresiva independencia funcional de la mano y la mente humanas.
La especie humana, en un viaje que se inició en Abril del 2003, cuando el Human Genome Project reveló la secuencia completa de nuestro ADN, verá también el fin de la medicina preventiva aplicada masivamente, para dar paso a productos (alimentos y fármacos) genéticamente diseñados para cada específico genotipo. La ingeniería genética reproducirá especies de animales clonados y plantas modificadas, mejorados como nutrientes para nuestro organismo genéticamente individualizado, y la información completa de nuestro genotipo obrará en microchip insertados bajo nuestra piel y a disposición de los profesionales de la medicina ubicados en cualquier punto del planeta. Y el cáncer, ese enemigo mortal de la vida, se hará también historia, prevenido y erradicado de la faz de la tierra por el control vigilante de nuestras células, gracias a la ingeniería de la Nanotecnología.
La energía solar será la fuente universal para mover el mundo. Desde superdiminutos panales solares esparcidos en los techos de nuestros hogares y fabricados por la magia de la Nanotecnología, hasta gigantes centrales de energía solar, todo echará a andar en este mundo gracias a la fuerza natural y luminosa de un cuerpo celestial que, siglos atrás, fue deificado y adorado por nuestros primeros padres.
Todo esto, y más, llamado “futuro”, empezó hoy (tal vez “ayer”), porque mientras escribo estas líneas el último día del año 2008 d. c., a dos años de vencida la primera década de un nuevo milenio, las páginas de las revistas cientifícas de los Estados Unidos ya informan del inminente anuncio que hará cambiar para siempre esta civilizacion: La creación de la primera vida artificial, producto del genio del género humano personificado, esta vez, en el biólogo americano Craig Venter.
Y tal vez muy pronto nuestra generación sea acaso testigo del mayor acontecimiento de la historia. Porque a 20 años de distancia del tercer planeta del sistema solar, los potentes telescopios construídos por el ingenio del ser humano, y calibrados por nuestros grandes científicos, han ubicado otro planeta en un sistema muy parecido al nuestro, flotando en medio del universo, a igual distancia que la tierra de su sol y, potencialmente, con características similares a nuestro globo. Si alguna forma de vida existe en ese lejano planeta, aquellas entidades hoy pueden escuchar las ondas radiales de lo que fue nuestra esperanzadora historia hace 20 años atrás. Entonces el mundo jubiloso daba punto final a la Guerra Fría, aquella bipolaridad mortal que colocaba a la humanidad enfrentada en riesgo de holocausto nuclear.
Si alguna forma de vida inteligente existe en ese lejano planeta, a 20 años de distancia de la tierra y de nuestro tiempo cronológico, esa será su noticia y tal vez se apresten ellos finalmente a cambiar nuestra propia historia, para hacer de cualquiera de los años venideros, y cercanos, el año en que hicimos contacto.
En Boston, hemisferio norte del planeta Tierra, a los treinta y un días del mes de Diciembre del año 2008 d.c.
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