Por Tankar Rau-Rau Amaru
Dicen de nuestro país que avanza a pasos de velocista hacia el Primer Mundo. Que aquí la pobreza, el analfabetismo y la desnutrición son asunto del pasado. Que, en cuanto a crecimiento económico, somos la envidia de todos los países del planeta. ¿Quiénes dicen eso? Esos políticos tradicionales que sirven a los que desde siempre han controlado los hilos del poder para beneficio de grupo. Creen, pues, que los peruanos somos bestias (las bestias no razonan y sólo saben de tres cosas: comer, defecar y aparearse) y están seguros de que vamos a tragarnos las mentiras con que nos bombardean todos los días desde sus medios de difusión masiva (MDM). Esos políticos tradicionales deberían responder, primero, estas preguntas: si es verdad tanta maravilla, ¿por qué hay miseria en los pueblos a pesar de que nuestro país es uno de los países más ricos del mundo, desde el mar hasta la selva (peces, petróleo, gas, oro, plata, cobre, agua dulce, madera, variedad de climas, tierras fértiles)? ¿Por qué no hay trabajo para todos, solo cachuelos, y por qué se van del país todos los años más de 150 mil peruanos, sobre todo los jóvenes, si la potencialidad de nuestro país (dando valor agregado a las materias primas) alcanza para dar trabajo digno a más de 100 millones de personas (somos apenas treinta millones de habitantes)? ¿Por qué miles de profesionales de primer nivel, para sobrevivir hacen taxi en las ciudades? ¿Por qué hay mendigos en las calles y niños vendedores de caramelos en los buses? ¿Por qué nos hemos consagrado en el último lugar en deportes, nutrición y educación? ¿Por qué la justicia es sólo para los que tienen dinero, y aquellos inocentes que no lo tienen deben pudrirse en las cárceles? ¿Por qué la corrupción generalizada en el aparato del Estado? ¿Por qué los jóvenes se refugian en el alcohol y en las drogas? ¿Por qué control de natalidad cuando aquí hay espacio para trescientos millones de personas? ¿Por qué hay guerra del agua en casi todos los departamentos? ¿Por qué tanta delincuencia y las cárceles llenas de presos? ¿Por qué se persigue a los dirigentes con juicios? ¿Por qué estamos cada vez peor después de veinte años del mismo modelo económico? ¿Por qué nuestros soldados son simples guachimanes con uniforme, sin formación humanista o técnica, cuando deberían ser los profesionales de las armas que nuestra Patria necesita para mantener su integridad? ¿Cómo es que convertimos a los policías en un batallón de pordioseros, que ante el abandono del Estado salen a las calles y a las carreteras a buscar limosna con el pretexto de pedir documentos de vehículos y personas? ¿Somos todavía dignos de llamarnos peruanos, o somos ya extraños en nuestra propia casa?
En nuestro país hay oportunidad para todos, menos para los peruanos. Durante la Colonia fue España la primera potencia económica del mundo gracias al oro peruano y la plata del Alto Perú (Potosí). Nuestro guano fertilizó las tierras de Europa. El caucho, el salitre y la pesca llenaron los bolsillos de otros. El gas se está yendo del país como por un tubo mientras nosotros cocinamos con bosta. En el pasado varios países acumularon riqueza gracias a nuestros recursos y en la actualidad se vuelven ricos empresarios de Canadá, Estados Unidos, Israel, Suiza, China, Japón, Australia, etcétera. ¿Por qué se persigue y se asfixia con impuestos antitécnicos a los emprendedores peruanos (boticas, grifos, tiendas, mineros artesanales, ganaderos, agricultores) y se premia con facilidades legales y tributarias a las transnacionales, a tal punto que muchas de ellas no pagan impuestos? (Si tú, dueño de una tienda de Gamarra o de cualquier otra tienda, le debes dos mil soles a la SUNAT, cerrarán tu negocio enseguida. Telefónica de España debe alrededor de dos mil millones de soles al Estado peruano, pero nadie cerrará su negocio, nadie dirá nada). ¿Por qué promoción y protección para los especuladores y persecución y abandono para las fuerzas productivas nativas, esas fuerzas que generan empleo masivo?
Y lo peor: hemos llegado a niveles muy peligrosos de dependencia. Para someter una persona o un país, la mejor herramienta es atarlo a la dependencia, con leyes primero, por costumbre después. Nuestra economía vive colgada del capricho de las potencias extranjeras y de los grandes especuladores. Tenemos la mayor parte de los climas del mundo, desde la orilla del mar hasta las cumbres más altas, pero no producimos ni siquiera la mitad de lo que comemos. Importamos el trigo (derivados: pan, fideos), maíz amarillo (para alimentar a los pollos), los lácteos, soya, carnes, mantequilla. Venimos de un pueblo donde hubo bonanza, pero hemos llegado a la situación de país menesteroso que sobrevive con la caridad de los países del Primer Mundo (USAID, oenegés). ¿Qué pasaría con nosotros, sobre todo los habitantes de las ciudades, si se presentaran situaciones de guerra o cuando los pueblos que ahora nos envían comida deciden cerrarnos la puerta? Algo más: toda la tecnología que utilizamos viene de fuera: los bienes de consumo duraderos (refrigeradoras, televisores, celulares, muebles, lavadoras, radios, autos), las armas que utilizan nuestras Fuerzas Armadas (aviones, helicópteros, barcos, fusiles, tanques), los insumos para las actividades económicas (combustibles, lubricantes, materias primas para la agricultura y materias primas para la industria), los bienes de capital (equipos de transporte y maquinaria), los equipos necesarios para actividades económicas (tractores, máquinas para extraer mineral, camiones, ómnibus). Incluso zapatos, ropa, juguetes para mayores (celulares, autos, etcétera) y juguetes para niños, medicinas, espejitos. ¿Qué sabemos hacer? Nada. ¿Tan bajo hemos caído, a un simple satélite de estrellas opacas como Chile, cuando en el Tawaintisuyu fuimos el centro del universo latinoamericano? ¿Por qué no fabricamos aquí ni una aguja a pesar de que tenemos materias primas y creatividad, y más bien nos apuramos en entregar cerros de minerales a las mafias internacionales a precio de gallina flaca, minerales que al cabo de algún tiempo regresarán transformados costando miles de dólares? ¿Por qué debemos sentirnos felices y no indignados cuando el inquilino de Palacio impone la caridad permanente como política de Estado (Juntos, etcétera), y no reclamamos nuestro derecho a un trabajo honesto y a una ancianidad digna? ¿Por qué nos peleamos entre peruanos (derecha contra izquierda) en guerras que no han hecho sino sangrarnos y dividirnos, y no nos damos un abrazo de unidad y emprendemos el camino hacia el poderío continental, forjando una Gran Nación?
Somos un país quebrado, un simple apéndice de otras naciones. Si no unimos nuestras fuerzas, nuestra Patria terminará como el Africa: sin recursos, sin proyecto histórico, humillado. A esta humillación histórica nos ha llevado aquella “clase gobernante” que controla los hilos del poder. Algo grave está ocurriendo aquí. Al decir que ya estamos a puertas del Primer Mundo, al mostrarnos cifras macroeconómicas especialmente maquilladas a pesar de que la lectura de la realidad lo contradice, alguien nos está mintiendo con otros propósitos.
Los cerdos aceptan con sumisión su condición porque sin la comida del amo no vivirían. Podrán lanzar aullidos de protesta cuando las tripas empiecen a quejarse de hambre. Podrán golpear el chiquero con el hocico si es posible. Pero no se organizarán ni decidirán su destino porque son bestias sin raciocinio. ¿Y nosotros, herederos del Inka, debemos aceptar esta triste realidad? ¿Acaso no tenemos piernas para recorrer el país organizando y un cerebro para construir un Estado democrático y soberano para todos y todas? Y si ponen obstáculos a nuestro propósito de tomar en nuestras manos nuestro destino, ¿es tanta nuestra cobardía que no osamos sacudirnos de las cadenas que nos han impuesto?
Nos preguntamos, por último: Si somos herederos de una civilización tan avanzada como la tawantinsuyana, ¿por qué nos humillamos ante la prepotencia de algunos países de Asia y Europa y agachamos la cabeza ante la soberbia de Estados Unidos? Si antes fuimos la solución a los problemas de la Humanidad (domesticamos la papa y el maíz, salvando de la hambruna a medio mundo), ¿por qué ahora somos casi una carga para el resto de los pueblos (exportando ladrones, desocupados, domésticas, obreros, perseguidos políticos, o enviándoles nuestros talentosos jóvenes y profesionales para provecho de ellos)?
La Patria nos llama a todos los peruanos dignos de llamarnos tales a la unidad. O los pueblos y las organizaciones nos unimos con miras a las elecciones del 2016, o seremos responsables del hundimiento definitivo de la Patria. Debate sobre la realidad nacional en las calles, en las universidades, en los pueblos y en los sindicatos. Aquí no hay un presidente, sino un monigote con grado de comandante que hace los mandados de los grupos de poder. Aquí no hay un Congreso, sino agentes de las oligarquías y de las transnacionales defendiendo sus intereses y haciendo leyes para saquearnos. Aquí no hay un Ejército, sino guachimanes con uniforme protegiendo los intereses de la oligarquía chilena. Aquí no hay una Nación, sino una dispersión de sueños, voluntades y objetivos. Aquí ya no hay Patria. Aquí hay un país secuestrado por una banda internacional de ladrones en complicidad con las nuevas castas oligárquicas y el gobierno. El camino de liberación que emprendamos será difícil. Toda ruptura con el orden establecido es dolorosa. Este proceso culminará cuando echemos al mar quinientos años de humillación y podredumbre. Es Bolognesi y es Cáceres y es Grau rebelándose en nuestros corazones. Es Túpac Amaru y Túpac Katari gritando ¡libertad! ante las cadenas de la opresión. Es el primer Haya y Mariátegui soñando con un país digno de ciudadanos dignos. Es Juan Choque y el Inka sacudiendo nuestras mentes, y es Micaela Bastidas moviendo nuestros brazos.
NUEVA ESTRUCTURA
El problema de nuestro país es estructural. Las reformas o maquillajes que ha implantado aquí el inquilino de Palacio y su Malinche no solucionan el problema: lo agravan. Si el cimiento de la casa está con fisuras o débil, nada sacamos con pintar las paredes y ponerle ventanas nuevas. Tenemos que echar abajo la casa y levantar una nueva (Pachacuti).
¡Sí podemos!
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