Gustavo Faverón
El escolar peruano promedio lee poco, no lee cosas interesantes y no entiende mucho de lo que lee. Las razones abundan y las más obvias son la pobreza de nuestro sistema educativo, la catastrófica vacuidad de nuestros medios de comunicación y la manera activa en que la sociedad peruana desprestigia las actividades intelectuales.
En medio de eso, curiosamente, en el Perú se publica el diario de mayor tiraje de todo el mundo hispano, un periódico barato, hueco y escandaloso, versión edulcorada de los diarios chicha. Nuestra prensa sensacionalista, que en suma debe rondar el millón y medio de ejemplares cada día, medra con los déficits de lectura de los peruanos y no sirve en lo más mínimo para combatirlos.
Nadie creerá que la lectura de periódicos chicha prepara a su consumidor para leer cosas más complejas; nadie pensará que, tras años de leer esos diarios, el lector dirá: "bien, ya estoy listo, mi siguiente paso es el New York Times".
Sin embargo, desde hace años, en nuestras escuelas funciona una norma construida sobre la idea de que casi cualquier lectura conduce a la buena lectura: el Plan Lector, que deja en manos de la oferta y la demanda (y el entripado) la selección de las lecturas de nuestros colegiales, que con frecuencia acaban leyendo cualquier cosa, como si el consumo de materiales impresos, y no el conocimiento y la educación, fuera el objetivo de la lectura escolar.
En el 2007 se imprimía un millón 200 mil periódicos diariamente en el país; hoy la cifra supera los dos millones: ¿ha crecido el número de lectores de diarios "serios"? No. Lo que ha crecido es lo otro. Porque las malas lecturas no llevan a las buenas lecturas, así como la comida chatarra no forma buenos hábitos alimenticios y ver Al fondo hay sitio no transforma a nadie en cinéfilo. ¿Por qué repetir el fenómeno con los libros en la escuela? El Plan Lector es una fuente mercantil muy rica para la industria editorial, pero la beneficia solo a ella y no a los niños, que son, junto con sus padres, los explotados. Eso es algo que debe cambiar de una vez.
La República, 06.01.2015