Dr. Hugo Salinas
Los jóvenes peruanos, acaban de obtener una victoria contundente. La Ley Pulpín ha sido derogada, pero ¡cuidado con la arrogancia de la victoria!, porque hay dos formas de lucha y sus métodos y objetivos son completamente diferentes. Que la victoria no les obnubile, porque la diferencia es abismal. Una cosa son las luchas defensivas; y otra, muy diferente, son las luchas por la transformación del país, por la creación de un nuevo mundo y una nueva sociedad.
La victoria que ustedes acaban de obtener, con la ayuda del pueblo, es la que, en última instancia, le conviene al capitalista, el gerente de las grandes multinacionales, al político corrupto, tanto en puestos públicos como en cargos partidarios. Vuestra lucha, a la que he sostenido desde un inicio[i], es una lucha defensiva. Son necesarias, pero no suficientes, en la construcción de un mañana mejor.
Porque las luchas defensivas mantienen intactas las relaciones de dominación, de poder, de corrupción. Son luchas que confirman el dominio de un pequeñísimo sector de la población sobre las mayorías. No tocan en lo más mínimo a los mecanismos que crean precisamente el desempleo, la pobreza, la marginación, y el atraso. En una lucha defensiva aceptas ser el dominado, el explotado. La victoria en las luchas defensivas es obtener un ridículo aumento salarial o mejores condiciones de trabajo. O es, como en este caso, impedir que una ley se ponga en práctica.
Pero nada de lo substancial de la relación de dominación se ha modificado. El congresista seguirá encontrando las formas de hacer pasar leyes que le rindan un gran beneficio personal. Los empresarios siempre tendrán presidentes y congresistas dispuestos a hacer pasar sus leyes. Y los grandes empresarios seguirán manejando la economía y la sociedad a su antojo. Es decir, las luchas defensivas no están hechas para tocar la llaga del problema. Es justo un alivio en tu suerte de asalariado, siervo o esclavo. Y los “izquierdistas demócratas” nos han habituado a ese tipo de lucha solamente defensivo.
¿Se ha ganado?, por supuesto que sí. Los congresistas se han reacomodado y piensan haber ganado nuevos votos para su re-elección como congresistas. Y ustedes han ganado que no se aplique la Ley Pulpín, y que cuando encuentren un puesto de trabajo, si lo hay, vuestra situación económica no sea peor que la de los actuales trabajadores. Pero, ¿han dejado de ser asalariados, de servir al capital como siervos, esclavos? O, por lo menos, ¿han puesto en jaque al poder de la CONFIEP, agrupación de los grandes empresarios del país? No, ni de lejos. Vuestra victoria, ante tal panorama, es relativa. Es necesario ser consciente de esta problemática. Las luchas defensivas son necesarias, pero no son suficientes para crear un mundo nuevo, una sociedad nueva.
Las luchas por la transformación tienen objetivos diferentes. Ellas buscan crear nuevas relaciones de trabajo y de convivencia entre todas las personas. Y en la línea de mira por el gran cambio se encuentra el origen de tanto desempleo, pobreza, marginación, atraso: la Repartición Individualista del resultado de la actividad económica. Un tipo de repartición que facilita que 80 personas pesen económicamente igual a 3.5 mil millones de personas. Y esta Repartición Individualista se apoya en la propiedad individual.
Tenemos que construir una economía cuyo eje fundamental sea la propiedad colectiva en una economía de mercado. Y la célula fundamental deberá ser la empresa-país. Debemos crear un gran número de empresas-país que manejen lo fundamental, los sectores estratégicos de la actividad económica. Empresas totalmente financiadas por el país a fin de que la totalidad de sus utilidades se repartan, en partes iguales, entre todos los habitantes del país. Estas empresas-país, a propiedad colectiva, permitirán el aumento acelerado del salario mínimo de sus trabajadores hasta rápidamente alcanzar el estándar internacional de los salarios mínimos. Su objetivo es el pleno empleo de todos aquellos que quieran trabajar. Sólo así construiremos una sociedad solidaria, de trabajo cooperativo. Una nueva economía que permita el desarrollo de las personas en igualdad de oportunidades.
Y para entender esto se requiere de reflexión, de abertura al diálogo. Es una actividad política a lo que no están acostumbrados nuestros políticos de “izquierda democrática”. Su reflexión y lucha no va más allá de proponer generalidades y construir “frentes de lucha” por todos lados y en todas sus formas. Porque su único objetivo es juntar votos de todos los campos, incluso de la derecha, para elegirse. No tienen el menor interés en realmente cambiar el modelo existente.
Lima, sjl, 27 de enero del 2015
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