Por Herbert Mujica Rojas
Cada vez que alguna administración pretende calificar lo que no le gusta, es decir le disgusta y no está dentro de sus planes, casi siempre nutridos de miopía cerebral aguda, tilda de "ruido político", al tema. Así, lo que diga cualquier opinante de los clubes electorales, constituirá parte de esta categoría sociológica que está en boga desde hace algo más de cinco lustros. Conviene denotar que la idiotez institucional en Perú nace desde que llegaron los españoles, la hicieron, a sangre y fuego, parte del ADN social patrio y luego mutó, mil o más veces, hasta nuestros días.
Huérfanos de ideas o de asesores con un mínimo de inteligencia, los gobernantes o los empresarios súbditos del afán de lucro salvaje, no tienen mejor recurso que acudir a resobadas cantinelas que suenan bien, dicen poco pero suficientes para una ciudadanía acrítica, domesticada por el bombardeo feroz de televisión, radio y prensa escrita que son parte solemne de esta tarea de idiotización masiva de la ciudadanía. Desde que amanece hasta el cansado anochecer, los apuñalamientos, violaciones, palizas abusivas, sangre a raudales, colman el cerebro de los peruanos. Si a eso agregamos la mediocridad escandalosa de los voceros gubernamentales, el resultado no puede ser más indigesto.
Dos ejemplos.
En lugar de silenciar su indisimulada pobreza conceptual y política, una señora a la que nadie ha elegido pero a quien los medios otorgan enorme espacio, pontifica ahora sobre la democracia y es ella una de las gestoras más ínclitas del tremendo fracaso del gobierno con el arrojo de la ley Pulpín al tacho de basura de dónde no debió haber salido jamás. Aquella no sólo se desentiende de la enorme responsabilidad que le cabe sino que pretende dictar cátedra en terrenos en los que da sobradas pruebas, cotidianamente, de su ineptitud monumental.
Otro. El 4-1-2014 escribí el artículo: ¡2014, Año de la Reafirmación del Mar de Grau! http://www.voltairenet.org/article181640.html?var_mode=recalcul y sostuve en su conclusión central que:
Siendo que por vez primera, desde 1879, pareciera ser que la justicia internacional pudiera dar parcial o totalmente razón al Perú en el contencioso marítimo a que llevamos a Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, el 2014, sin hesitaciones ni hipérboles, debiera ser declarado ¡Año de la Reafirmación del Mar de Grau!
En honor del marino piurano caído heroicamente el 8 de octubre de 1879 en Punta Angamos en lucha desigual contra más de cinco navíos chilenos, la soberanía del Perú en el Océano Pacífico se llama Mar de Grau y es precisamente parte de aquella, la que sostuvo la Nación como usurpada por Chile, la que ampliaría sus confines merced a un veredicto cuya fecha el 27 del mes en curso, marcará un simbolismo realmente espectacular.
Es más que palmario que en el gobierno del presidente Humala hay funcionarios con demasiada imaginación extraviada. Ad portas lo más importante que le ha ocurrido al Perú desde 1879 y con una posición de serena y vigilante expectativa, declarar al 2014 como "Año de la Industria Responsable y del Compromiso Climático", provoca preguntar ¿en qué país viven esos bobos e ignorantes del designio histórico de la Patria?".
Hace pocos días, luego de doce meses de transcurrido el fallo de La Haya, recién el gobierno reacciona y alude al 27 de enero como fecha de celebración. ¿Se demoraron un año para llegar a una conclusión obligatoria y lógica?, ¿qué clase de mediocres son los que "asesoran" al gobierno y cuánto cuesta mantener una pandilla de descerebrados?. ¿Qué temían, el "ruido político"?. ¡Pamplinas despreciables!
Todo lo que no sea del agrado del gobierno será "ruido político". Entonces, orillamos la difícil circunstancia que el disgusto popular frente a una clara falta de brújula sea creciente y por demás preocupante. La soberbia y la idiotez juntas son un coctel muy peligroso.
El gabinete está pegado con babas. Es una opinión generalizada y el reemplazo obligatorio, a menos que se insista en la presencia de ministros achicharrados por la comisión de sus propias aventuras en terrenos que les quedan grande, muy grande. Sabio sería comprender que la reorganización equivale a quitar la pólvora al cañón y a entenderse democráticamente.
Caminar tozudamente "sin dudas ni murmuraciones" y pretender que eso es inteligente sólo echa gasolina al fuego y ¡ay de los quemados!.
Señal de Alerta, 02.02.2015