llamada amenazaEduardo González Viaña

Durante la dictadura del general  Odria, el Dr. Fernando Viaña recibió un generoso ofrecimiento por parte de la amante del dictador.

—Doctor—, le dijo la señora que era su paciente. —Quiero agradecerle por sus atenciones. Por favor, pídame lo que quiera, y se lo conseguiré.

Mi tío declinó el ofrecimiento, pero apremiado por la insistencia, le respondió que lo único que deseaba en su consultorio era disponer de un servicio telefónico.

A la semana siguiente, la señora llegó con una gran sonrisa::

-Está usted servido, doctor. He hablado con Esparza Zañartu (el diabólico encargado de gobierno y policía) y me ha indica que todo lo que tiene que hacer es buscar a un aprista que tenga teléfono y denunciarlo. De inmediato su teléfono le será entregado a usted.

Por supuesto que mi tío no aceptó el trato. Y no lo hizo por el hecho de que  él también era aprista si no porque era un hombre decente; y de ninguna manera, un soplón.

El recuerdo viene a cuento por la denuncia y algunas evidencias que revelarían la existencia de una extendida labor de seguimiento contra personajes de la oposición incómodos al régimen del presidente Ollanta Humala.

Según la denuncia, el llamado reglaje es sistemático y se ejerce a través de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) con el fin de tener en el futuro material para silenciar y desprestigiar a esos opositores.

Los hechos parecen haber llegado a niveles tragicómicos como cuando se descubrió a varios agentes tipo 007 en la puerta de la vivienda de Marisol Espinoza, vicepresidenta del Perú. La "explicación" de la DINI fue señalar que sus agentes estaban allí para garantizar la seguridad de la Embajada de los Estados Unidos… la cual esta ubicada a diez cuadras de la casa de la vicepresidenta.

Según parece, la llamada DINI mantiene muy bien informado al ministro acerca del pasado y presente ya que en su cuenta Twitter presume conocer historias de alcoba de un ex presidente de la república.

Además de que en los medios internacionales se refunden estas historias entre las noticias ridículas, estos hechos son por completo condenables y retrotraen al Perú a las peores épocas de su historia.

Por otro lado, resulta contradictorio que un régimen tan fervorosamente apegado al neoliberalismo económico practique una política totalitaria que interviene en la intimidad de los ciudadanos. Eso es infame sea quien fuere su víctima.

Y la verdad es que todos somos sus víctimas porque todos estamos vigilados, no tan sólo los que ahora detectaron o denuncian seguimientos. En dictaduras como la que recuerdo al principio de esta nota, esa supuesta “inteligencia” condujo el brazo de los tiranos hacia la persecución, el encarcelamiento o la muerte de ciudadanos cuyo único delito era pensar y disentir.

De otro lado, la compra de lealtades por medio de la dádiva o la amenaza hicieron de la nuestra más de una vez una sociedad de soplones o de cobardes. Como lo señalan los fundamentos de las leyes  que la protegen, la intimidad es un derecho natural de los hombres; en verdad, una necesidad de la condición humana.

La intimidad comprende toda la personalidad humana con sus valores morales y religiosos, sus tendencias sexuales, sus características emocionales y sus enfoques ideológicos. Es un reducto de la libertad individual que no debería ser invadido por terceros, incluido sobre todo el Estado.

En la Alemania Nazi y en Chile, entre otros países la Gestapo y la DINA se valieron de esa invasión en los fueros individuales para desatar carnicerías que espantan y avergüenzan la historia humana.

Luego de las denuncias de “reglajes” en el Perú, han llegado obviamente las negativas del gobierno y probablemente vendrá luego la hora del diálogo y de los apretones de manos. Sin embargo, más importante es que el Perú se pregunte si es necesario que existan estos organismos de “inteligencia” o entonces para qué sirve la tarea profesional de la policía.

¿Debe existir la DINI o alguna institución semejante en el Perú? De esto deberían tratar los reunidos en el “diálogo” antes de tomarse las fotos para el público. Cuando un país acepta, como supuestamente necesaria, la existencia de aquellos y su invasión en los fueros íntimos de la vida privada,  entonces estamos en una sociedad de topos o de gallinas. O quizás de soplones.
 
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