por Herbert Mujica Rojas
Informa el cable que no menos de 40 mil idiotas ibéricos, con galos y británicos, participaron en la “tomatina”, “fiesta” que consiste en el lanzamiento de tomates como proyectiles entre sí. Una diversión de pueblos en que este alimento puede ser desperdiciado por toneladas que van a la basura. La estupidez también es un asunto globalizado y una irrebatible demostración de cuan abyecto puede ser el hombre con el hombre. Homo hominus lupus.
En Perú donde nos embuten globalizaciones, los Parlamentos sacralizan a ejecutivos quebrados y soplones para que hagan más negocios a costa de la desgracia ajena; escenario en que se institucionaliza como “tema de Estado” a un vulgar criminal y ladrón contumaz como Kenya Inomoto Fujimori, sin cuyo pretexto no hay prensa, ni dólares y tampoco pervivencia; ¿porqué no una “tomatina” —en forma de huevos, esechos podridos, repudio público, rechazo generalizado— a políticos inmorales, empresarios mamones del Estado, a “intelectuales” de coyuntura, a periodistas al peso en todos los medios? Las leyes no sirven porque siempre hay abogángsteres capaces de hacer leer todo lo contrario de lo que dicen los códigos y jueces que meten a la cárcel a inocentes y liberan culpables.
Es casi seguro que el fenómeno surreal de ver cómo ladrones se apoderan de los puestos públicos, de contemplar de qué manera los mediocres ocupan en 95% el Establo congresal, de sufrir el embate presencial de cacos y estafadores conocidos así como de embajadores de transnacionales en el gabinete, en empresas públicas, ocurre tan solo en Perú con las características de impunidad escandalosa. Los grandes pillos se hacen dar homenajes y “celebran” aniversarios, de cualquier cosa o tipo, para tapar sus actos delincuenciales que la gran prensa no denuncia ni evidencia y más bien oculta con excepciones mínimas.
No sólo políticos. Hay diplomáticos, militares, profesores, científicos, profundamente pusilánimes que no se atreven a dar el paso enorme de olvidar incoherencias sempiternas y trabajar por el Perú. Periodistas venales hay que tasan hasta la más mínima coima en dólares por decir lo que estos ordenan y establecen. Si se trata de, como años atrás con Tambogrande, presentar a Majaz como bondad inmensa para los lugareños sin, por supuesto, tomar en cuenta su opinión, lo hacen y cobrando muy bien. El medio ambiente, la eliminación de especies, campos y equilibrios ecológicos, importan un ardite. En cambio sí tienen valor —y mucho— los billetes verdes. Y no otra cosa se puede decir de esos famosos “internacionalistas, analistas, estrategas, politólogos” que responden básica y únicamente a las bolsas que pagan sus orientaciones que hoy podrían ser hacia el color negro, y mañana, al blanco. Y nunca ponen en peligro, de ese modo avieso, sus libros, investigaciones, talleres, fórums, viajes, casas, autos, diplomados y homenajes.
¡Aquí no hay castigo para los sinverguenzas de cuello y corbata, nombre fabricado a punta de mermelada y pasos milimétricos y, en cambio, quien no tiene dinero se va a la cárcel y se da la ilógica transitividad que los pobres pecadores pagan por los ricos fautores de mil y un fechorías! ¿Ha visto o conoce a algún ministro, viceministro, parlamentario, gerente de empresa pública, director de personal o encargado de logística, en el calabozo, con sus bienes expropiados y arrebatadas sus propiedades habidas de mala manera? Uno que otro idiota sí que está tras las rejas. En muchos casos, en virtud de un pacto muy bien concertado: ¡unos pocos años a la sombra para que nadie cuestione luego, los millones escondidos en bancos de ultramar y a nombre de terceras, cuartas o quintas personas! ¿No, Joy Way?
El día que los peruanos comprendan, de una buena vez, la ineficacia monumental de sus leyes pseudocastigadoras y de la pusilanimidad feminoide congénita que inunda a todo aquel que llega a la cosa pública (porque malograría “negocios”, muchos, dicen), tendrá que arribar a la inevitable conclusión que debe actuar rápido. Y el repudio público, el escupitajo a los indignos, el dicterio justiciero a los ladrones, será un buen indicio de la reconstrucción patriótica. Pero eso lo pueden hacer grupos o partidos políticos premunidos de idea y doctrina, disciplina y acción. En Perú no hay esa clase de organizaciones. Sólo hay clubes electorales o
pandillas logreras y hueleguisos del aparato del Estado.
¿Y porqué no “tomatina” política?