Raúl Allain
En un reciente documental de sensibilización, se pregunta a diversos jóvenes respecto a si estarían dispuestos a participar en política. Lamentablemente, casi el total de las respuestas es un rotundo “no quiero participar en política porque hay mucha corrupción”.
Es penoso, pero existe una total desconfianza de todo lo que significa labor política a raíz de que en el Perú los últimos presidentes de la República están o en prisión o investigados por el Poder Judicial (al igual que muchos gobernadores regionales y alcaldes) por diversos delitos como peculado, lavado de activos, asociación ilícita, colusión, malversación de fondos, entre otros.
Los jóvenes peruanos no confían en los políticos y tampoco quieren intervenir en política, olvidándose de que en realidad la política auténtica está al servicio del bienestar social y el logro del llamado “bien común”.
Etimológicamente, “política” procede del latín polīticus, y este del griego antiguo πολιτικός politikós, masculino de πολιτική politikḗ, que significa ‘de, para o relacionado con los ciudadanos’.
El Diccionario de la Real Academia Española (https://www.rae.es/desen/pol%C3%ADtica) define la palabra política de esta manera: “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. ‖ 2. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. ‖ 3. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo. ‖ 4. Cortesía y buen modo de portarse. ‖ 5. Conjunto de orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”.
De allí que la política, necesariamente es un trabajo dirigido al logro de los objetivos sociales. Es, también, el arte de gobernar con sabiduría, prudencia y eficiencia. Pero estos esquemas teóricos, al confrontarlos con la triste realidad de la corrupción, quedan como espejismos.
Sin embargo, estamos a tiempo de cambiar radicalmente este panorama. Como sociólogo, opino que dentro de la currícula escolar se deben desarrollar contenidos dirigidos a formar ciudadanía y conciencia política, pero siempre orientada al bienestar social, debido a que la llamada “ciencia política”, al ser una rama de las ciencias sociales resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva, en base a su criterio, libertad y responsabilidad.
En mi artículo “Corrupción, corrupcionismo y presidencialismo” (https://tinyurl.com/45nwkyxe) escribo sobre la política peruana: “En el Perú el Estado se ha convertido en la sucursal detrás de la cual operan organizaciones criminales, que bajo diferentes modalidades delictivas y usando la corrupción como metodología tienen como único fin apropiarse del botín que representa el presupuesto nacional. Las estadísticas son contundentes. De acuerdo al portal Ojo Público: ‘En septiembre del 2018, la Procuraduría Pública Especializada en Delitos de Corrupción, a través de su Unidad de Análisis de la Información, publicó el informe temático ‘La corrupción en los gobiernos regionales y locales’, que identificó 4.225 casos de corrupción ocurridos en los gobiernos regionales y municipales a nivel nacional, y por autoridades electas entre el 2002 y 2014’”.
Lamentablemente, hoy por hoy, muchos ven la política como una vía para enriquecerse mediante el saqueo del llamado “botín del Estado”. De manera que muchos de los nuevos partidos o movimientos políticos sólo serían organismos de fachada de presuntas organizaciones criminales que solo ambicionan poder y dinero, olvidándose del fin más noble de la política: servir al ciudadano.
(*) Escritor, sociólogo y analista político. Consultor Internacional en Derechos Humanos para la Asociación de Víctimas de Acoso Organizado y Tortura Electrónica (VIACTEC).