Por Raúl Allain
Me llama la atención el hecho de que hay cierta ausencia de manifestaciones artísticas de crítica social y política, pues el arte tiene también un rol para despertar la reflexión y denunciar la problemática existente.
Viene a mi memoria las acciones públicas de “Lava la bandera”, acción cultural que fue concebida como una instalación conceptual de lavar banderas del Perú en las plazas públicas de Lima y que luego se fue extendiendo a otras ciudades del interior de manera espontánea a cargo de colectivos civiles, asociaciones, partido políticos.
Fue tal el efecto, que incluso lavar banderas como acto de protesta se volvió una moda —una “tendencia” se diría en ahora en tiempos del auge de redes sociales—. Figuras conocidas de la televisión y artistas populares participaban públicamente en el lavado de las banderas, lo que hizo este acto muy popular, porque el mensaje visual empezó a “viralizarse”, sintonizó con el contexto social.
Como todos sabemos la bandera es símbolo de la patria protegido por la Constitución y de allí que el acto (puesta en escena) de remojarlas, lavarlas y exprimirlas lograba causar un gran impacto en la población, denotando mensajes como luchar contra la corrupción, “limpiar” el Perú, eliminar la “suciedad” de la corrupción.
El crítico de arte Gustavo Buntix —director del colectivo de arte Sociedad Civil que promovió “Lava la bandera”— señala que el acto fue concebido como “un ritual participativo de limpieza de la patria”.
Sin embargo, este acto inicialmente poderoso en su ámbito icónico y semiótico, se fue convirtiendo casi en una pantomima, por no decir una farsa o un contrasentido, porque muchas personalidades que salían entusiastas a lavar banderas, luego terminaron con procesos judiciales por presuntos actos de corrupción. Esto fue desarmando la idea inicial y dejó un sinsabor por las contradicciones existentes cuando no hay coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.
Otro acto conceptual que también se popularizó fue llevar y soltar gatos a lugares como el Congreso de la República o el Palacio de Justicia, con el mensaje de “cazar a los ratones y pericotes”, apelando también al símil de la limpieza y de la erradicación de los corruptos, pues en el imaginario popular se le llama “pericote” al ladrón. También estos actos se fueron diluyendo en el olvido. Pero queda el legado de Juan Javier Salazar, del colectivo Huayco, tema para comentar en próximo artículo.
Expreso, Lima 01-08-2021
(*) Escritor, sociólogo y analista político. Consultor Internacional en Derechos Humanos para VIACTEC.
Raúl Alfonso Allain Vega. Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud y director del sello independiente Río Negro.