Herbert Mujica Rojas
Existen, medran, deambulan unos ociosos intelectuales que creen ver debajo de cada piedra, en cada recodo del camino, en cualquier sombra, a un terrorista. Por extensión y pereza, en su débil construcción aquél es, además, senderista, comunista y cualquier cosa que “llene” su esmirriada explicación.
Entonces ¿hay que concluir que en Perú hay miles de miles de terroristas comunistas agazapados y listos para que les chanten el sambenito cuando las circunstancias así lo “justifiquen”? La especie no puede ser más absurda. Y culposamente cómplice.
El gobierno de la presidente Dina Boluarte acaba de declarar la situación de emergencia y la suspensión de las garantías por los próximos 30 días, toque de queda adicionado. Si ya no las tenía consigo merced a la impugnación ciudadana, con esto se da la bienvenida a cualquier desmán.
Sin garantías no hay quien defienda a detenidos que pertenecerán ya al criterio de las fuerzas del orden. Y si algún custodio nervioso se equivoca y dispara y causa muerte, se recordará que estamos en estado de emergencia y se dará por hecho que él o la victimada, estaba incursa en cualquier contravención dispuesta. ¿Qué fácil y qué riesgoso, no?
Para los mediocres ociosos intelectuales la raíz medular de todo lo malo que ocurra en Perú es responsabilidad de los terroristas, comunistas, senderistas, emerretistas.
Cuando el violentista atenta incurre en acción criminal. Lo que destroza es patrimonio del pueblo que tendrá que ser repuesto o reparado con más tributos del mismo pueblo. Por tanto nadie puede apoyar sino condenar y de manera total, a estos degenerados que actúan por sus consignas y para quienes el sistema de justicia social, sólo es una etiqueta conveniente y útil.
Consterna leer adefesios que pretenden ser argumentaciones ideológicas pero cuyo único contenido es el de “repudiar” a los terroristas, comunistas, senderistas, emerretistas y a quienes se otorga con pasmosa facilidad una vigencia de la que carecen, porque la perdieron militarmente y porque el pueblo abominó de su criminalidad espantosa.
Los simplones que “descubren” terroristas debajo de cada piedra, no ven más allá de sus narices. Quien o quienes difieran de sus exabruptos presentados como “argumentaciones” son también comunistas malditos e infiltrados. La pobreza de la exégesis salta a ojos vista.
¿Por qué la sociedad civil, el gobierno, los sucesivos Congresos, no comprendieron que luego de la derrota militar del terrorismo era imprescindible entrenar a los peruanos para hacer frente a cualquier brote político del violentismo? No se hizo, o se acometió de forma defectuosa.
¿Y qué hay de los partidos políticos? Habida cuenta que desde hace largos decenios no existen tales sino como agrupaciones o clubes electorales y que no importa el cuadro ideológico sino el lugar en las candidaturas o para asegurar las chambas, no causa extrañeza que sus militantes no acierten a sustentar más de dos párrafos sin dicterios, escupitajos verbales o idioteces hechas pasar como argumentación.
Los alanistas retardatarios, a quienes une la voracidad por vivir del Estado a como dé lugar, han hecho del anticomunismo todoterreno una práctica palurda y no tienen la más mínima vergüenza en adoptar comportamientos reaccionarios y sumamente conservadores. No recuerdan que Haya de la Torre mencionaba que el aprismo era la interpretación social genuina para la realidad latinoamericana distinta, ajena y lejana de la europea y sus particulares e intransferibles características.
¿Explica este supuesto anticomunismo la raíz económica o la coyuntural de la profunda crisis peruana de nuestros días? ¡Para nada! La guerra de pandillas que se arranchan el manejo público del país posee un Congreso a su servicio, mediocre y parte fundamental del repudio popular; bancos a su libre albedrío; empresas que no hesitarán en enjuiciar al Perú ante el CIADI apenas les toquen cualquiera de sus parcelas productores de ingentes fondos.
Amanecemos con estado de emergencia, sin garantías y con jueces silenciosos que tampoco moverán un dedo en caso de conflicto si no quieren sentir un manazo de advertencia porque cuando se cierran las puertas de la legaldidad, se abren las de la violencia.
Estos simplones que ven terroristas debajo de cada piedra, son elementos primitivos y reaccionarios aunque se pongan los marbetes que les gusten. No pasan de simios básicos y elementales.
Señal de Alerta-Diario Uno