Por Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Acaba de salir a la luz “Bárbara, ¿qué ha cambiado?”, editado por el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), del Ministerio de Cultura (Perú), como parte de proyecto “Narradores de memorias”. Un volumen acerca de la vida, trayectoria en la prensa escrita y ominosa muerte —a manos de la agrupación terrorista Sendero Luminoso (SL)— de Bárbara Bistevins Treimanis, conocida como Bárbara d’Achille. La autora es su hija Daina d’Achille Bistevins
“Hablar, con la rotundidad necesaria para que se escuche en todas partes y sepamos que eso no se debe repetir nunca más. Eso es también lo que la colección ‘Narradores de memorias’ del LUM pretende: dar la palabra a los que quieran confrontarnos con sus singulares memorias, con sus congojas personales y familiares, para convertirlas en historia de todos nosotros que buscamos tiempos nuevos, con memorias que no atenúen nuestras ilusiones”, aseveró su director Manuel Burga Díaz.
De allí la importancia de este encomiable esfuerzo editorial y la transcendencia del LUM como un escenario dedicado a presentar —con empatía, pluralidad, espíritu crítico y cuidadoso diseño temático— los dolorosos episodios acontecidos durante el conflicto armado interno. Es un espacio de reflexión, debate, tributo a las víctimas y de pedagogía para las nuevas generaciones; está inspirado en el deber de promover la reconciliación de una sociedad lacerada, invertebrada y colmada de apatías y desencuentros.
A través de “Bárbara, ¿qué ha cambiado?” he percibido los impactos emocionales producidos en abundantes compatriotas inmersos en la obligación de meditar, buscar respuestas e intentar aliviar su drama aún vigente. Al redactar estas líneas viene a mi remembranza el dolor de mi amigo Ibo Urbiola Sierra por la pérdida de su padre Gilbert Urbiola Valer —prefecto del departamento de Apurímac— junto con su hermano Lenny, de 12 años de edad, asesinados por SL (1987). Un ser humano íntegro, leal militante y mártir del Partido Aprista Peruano, que consagró su existencia al servicio del bien común sin miedos, ni abdicaciones y, además, dejó el ejemplo de una genuina afirmación de coraje, decencia y convicción democrática; un símbolo de la resistencia civil frente a la crueldad.
“Por eso mi propósito al testimoniar aquí es decir que sembrar y seguir persistiendo con la cultura del odio es irnos al suicidio, incluso es darle más fuerza a la posibilidad de que esto se repita, ya que el odio enceguece a las personas y no se puede percibir la realidad de nuestro país y por qué pasaron los hechos de violencia con nuestros congéneres, hermanas y hermanos, paisanas y paisanos”, dice su autoría.
Bárbara d’Achille (Letonia, 1941 – Perú, 1989) migró con su familia cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) anexó a Letonia y Lituania a sus territorios. Vivió en la Argentina y, posteriormente, llegó al Perú. Se casó con Maurizio d’Achille; residió en Pucallpa e Iquitos y en Manaos (Brasil). Según relata Daina “le gustaban las conversaciones interesantes y leía mucho: ficción, historia y cuando se aficionó más a la ecología, consultaba textos sobre el medio ambiente, a Darwin, etcétera; siempre estaba leyendo, escribiendo o pintando”.
En esta obra encuentro pasajes medulares, concernientes a su aproximación al movimiento ecologista y al periodismo, omitidos o presentados de manera imperceptible. Debo imaginar que no se han incorporado por desconocimiento, exigua indagación o escaso acercamiento a las fuentes primigenias. En tal sentido, comparto precisiones de las que he sido testigo directo y por mi acceso a la documentación respectiva.
En el pie de hoja 20 (página 52) se detalla: “…Gracias a su interés por el medio ambiente conoció a Felipe Benavides Barreda, hombre dedicado al conservacionismo en el Perú. Éste la contactó con Enrique Zileri, entonces director de la revista Caretas, y con Alejandro Miró Quesada, exdirector del diario El Comercio (El Comercio, 2017)”. Igualmente, el antropólogo y fundador de The Lima Time Nicholas Asheshov, indica en las páginas 108 y 109: “Alguien con buen ojo en El Comercio detectó su talento y energía y, si mal no recuerdo fue en el medio donde Bárbara publicó la mayoría de sus historias”. Ambas aseveraciones son incompletas y ambiguas.
A principios de la década de 1980 se contactó con Benavides (Lima, 1917-Londres, 1991), un renombrado peruano del siglo XX que erigió trascendentes áreas naturales protegidas como la Reserva Nacional Pampa Galeras y el Parque Nacional del Manu, entre otras; gestó, organizó y presidió el Parque de Las Leyendas; promovió la defensa global de la ballena; contribuyó a la dación de leyes para enfrentar el tráfico ilegal de especies silvestres; gestionó la cooperación económica y científica para salvar a la vicuña de la extinción; ganó el galardón “J. Paul Getty” (1974), la más alta distinción ambiental instituida por este filántropo norteamericano, etc.
Uno de sus iniciales trabajos de investigación fue el pormenorizado informe sobre la situación del Bosque Nacional Alexander Von Humboldt de Ucayali (junio, 1983) para la Asociación Pro-Defensa de la Naturaleza (Prodena) —fundada en 1973 y presidida por Felipe— en la que colaboró ad honorem al incursionar en la esfera ecologista. La segunda organización no gubernamental nacional más antigua de ecología y la primera en afiliarse a la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) y, al mismo tiempo, representó al Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en nuestro país.
Su capacidad para el periodismo motivó que este afamado personaje la recomendara con los directivos de la revista Caretas y luego del diario El Comercio, sus amigos y aliados en sus avatares en salvaguarda de la biodiversidad. Allí asumió la conducción de la página de Ecología. Benavides la asesoró, encaminó, alentó y contribuyó a su consolidación profesional. Esta descripción coincide con la versión expuesta por la destacada periodista Martha Meier Miró Quesada —quien la sucedió en la dirección de esta sección— en su artículo “Bárbara d’Achille en la memoria” (El Comercio, mayo 31 de 2013).
Más adelante, en el pie de hoja 27 (página 59) se comenta: “…Estuvo en Ottawa, cubriendo una conferencia internacional que regulaba el comercio de especies en peligro (Saravia y Wiesee, 2015)”. Al parecer, éstos autores ignoraban que se trató de la Sexta Conferencia Anual de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) —celebrada en esta ciudad canadiense— en la que el gobierno peruano presentó, a través de la delegación oficial presidida por Felipe, la petición para confeccionar telas de fibra de vicuña provenientes de la esquila de animal vivo registradas con la marca “Vicuñandes-Perú” (1987). Esta solicitud —aprobada por unanimidad— posibilitó la explotación sostenible de este valioso recurso andino e influyó en el nombramiento de Benavides como representante de América Latina y del Caribe ante el Comité Permanente de la Cites y vicepresidente de éste (1988).
No obstante, en la página de Ecología se soslayó difundir este magno episodio de indudable alcance en el manejo racional de la vicuña y de beneficio para las comunidades campesinas. En el anexo 17 (página 372) de mi libro “La saga de la vicuña” (1994) incorporo el fax de Benavides al coordinador científico de la Cites, Obdulio Menghi (Ottawa, julio 19 de 1987), que explicaría este mutismo: “La razón de mi pedido es debido a la insistente información de varios testigos de que la señora Bárbara d’Achille, está empeñada en una permanente y difamatoria campaña contra la propuesta de mi país. Esta acción se está desarrollando en las mismas salas de conferencias”. Dicha comunicación advierte su aparente proceder en perjuicio de este anhelado planteamiento que mereció respaldo mundial. Mi publicación revela, a partir de este acontecimiento, los detalles del quiebre irreversible en la vinculación entre ambos.
Durante años se ha pretendido negar, opacar o distorsionar —debido a subjetividades, rivalidades y odios— el prolífico legado de Felipe Benavides; un preclaro visionario cuya valía y dimensión histórica es imperativo evocar. Estas observaciones están imbuidas en la decisión de situar con rigurosidad sucesos inadmisibles de silenciar, lo que no significa rehuir resaltar el inestimable mérito de “Bárbara, ¿qué ha cambiado?” como una contribución enfocada a encarar una herida latente y sensible en la conciencia ciudadana.
(*) Docente, conservacionista, consultor, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas - Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/