Herbert Mujica Rojas

Ojalá que no triunfe en el gobierno, la posición de Inteligencia que empuja a disparar balas de necesidad mortal en cualquiera de los desplazamientos de la marcha de hoy. Esos violentistas cargan sobre sí, el doloroso saldo de 49 muertes.

 

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La presidente Dina Boluarte debiera comprender que sus palabras han sido insuficientes, que las investigaciones caminan muy lento y que, como en el Buenos Aires levantisco de 1810, “el pueblo quiere saber de qué se trata” en el tema trágico de los caídos, jóvenes inermes, sin trabazones con el terrorismo y que sí eran provincianos.

La siniestra huachafería capitalina convierte las caravanas provincianas en emisarias de una supuesta violencia, pero sobre todo como no viven en Lima, son “extraños, pezuñentos, cholos”. Que otros no digan lo que escuchan, es cobardía de cada quien.

Yo tengo que acusar, yo acuso.

Ha escrito con enorme profundidad en su columna en Facebook, la colega y amiga Maritza Espinoza Huerta:

“Que hoy, día del aniversario de la fundación de Lima, miles de compatriotas del interior del país, lleguen a esta ciudad, carga tremendo simbolismo histórico.

La primera ocurrió a partir de los años sesenta, cuando llegaron nuestros padres y abuelos, y convirtieron a esta urbe en la más provinciana de este país. Llegaron apocados, tristes, urgidos por la pobreza, bajo la mirada de menosprecio de los “limeños” tradicionales que los arrinconaron en los cerros que ellos, luego, hicieron crecer y prosperar.

Hoy llegan de un modo muy diferente: empoderados, unidos, fuertes. No llegan a plantar una estera, sino a la casa de los parientes que los precedieron. Y no vienen a mendigar un rincón para no morir de hambre, sino a reclamar derechos legítimos a un Estado que ya no puede dejar de verlos.

¡Bienvenidos compatriotas! Esta ciudad también es de ustedes. Están en su casa.”

Muy bellas y sentidas palabras. A veces los periodistas somos capaces de interpretar el dolor y trocarlo en fuente creadora, impulso irrefrenable, vocación democrática imbatible.

País de contradicciones grotescas Perú –y en especial Lima- no puede dejar de reconocer que sus padres y abuelos vinieron de provincias. Apunta con certero aserto Maritza Espinoza, Lima es la urbe más provinciana de este país.

¿Cómo se explica ese desprecio, hasta asco burdamente disimulado, de ver a compatriotas a los que no se reconoce como tales? Los epítetos son variados, todos groseros, y denotan inferioridad que a través del dicterio pretende ser endilgado al recipendiario.

El mundo entero observa al Perú y no será tan fácil eludir cualquier responsabilidad por si la violencia oficialista origina muertes a balazos. ¿Quién tiene la fuerza legal para usarla según el mandato del gobierno? Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.

Cuando omnibuses con aire acondicionado transportaban a los ciudadanos contra el supuesto fraude que “favoreció” al ex presidente Pedro Castillo, no hubo ningún reparo airado o indignado porque la hipocresía es una tara limeñísima.

Pero como vienen del interior, los analistas de Inteligencia preguntan ¿con qué dinero pagan ese transporte? Olvidan con reprobable estupidez que muchos compatricios se dedican al comercio y a sus empresas y que tienen un comportamiento solidario, comunal, que viene de ancestro.

Atajar cualquier fallecimiento y amenguar los choques será prioridad número 1 y es el gobierno el que tiene que demostrar que el respeto a los derechos humanos es una vocación de Estado. Que no se pretenda culpar a las víctimas o a quienes no tienen manejo de armas de fuego y han llegado corajudamente a Lima.

¿Eso significa avalar a los violentistas cuya agenda es distinta y disolvente? ¡De ninguna manera! Los de Inteligencia esparcen rumores y pseudoconstrucciones lógicas. “No los conocemos, son de provincias, hablan el castellano mal, ergo: son terroristas o violentistas”. Una especie criminal que ya causó 49 muertes.

Insisto, como en días pasados. O hacemos un entendimiento político con metas razonables, de realización factible y de equidad, o pisamos el palito de una contienda cuyo resultado es obvio y cuya interrogante es simple: ¿quiénes poseen autorización para disparar?

No hay duda que un Perú nuevo emerge con acento provinciano. Negarlo sería una torpeza propia de brutitos que los tenemos a montones.

Pero la hora presente demanda unidad, concordia nacional en un plan mínimo y desprendimiento. Así sabremos ¿quién es quién? en esta parte del drama.

No lo olvide, presidente Boluarte: ¡todo el mundo nos mira!

 

19.01.2023