Herbert Mujica Rojas
La prensa concentrada tiene sólo un discurso e inventa rebrotes terroristas, cargamento de armas y hasta la presidente Dina Boluarte, sobre hechos no confirmados y extraoficiales, habló de los “ponchos rojos”.
Raro país el nuestro en que las medias verdades sirven para la toma de decisiones y, en este caso, para la mano dura, el “escarmiento” a los protestantes y se sienten ofendidos los del gobierno cuando las protestas en todo el mundo demandan el cese de la violencia del Estado.
La PNP entró a las malas a la Universidad San Marcos, maltrató, humilló, apresó a 193 estudiantes y al día siguiente dejaron ir a ¡192! porque NO tenían nada contra ellos. Torpeza inaudita.
No pocas “personalidades” con llanto y queja piden que “salga el Ejército” para, supuestamente “recuperar el orden”. Que el estado de cosas está alterado, no hay la más mínima duda. Que las balas a diestra y siniestra, de abrirse esa pseudo opción, del soldado que no tiene mayor criterio, maten inocentes, ya hay muestra en las más de 60 bajas.
Con estado de emergencia, toques de queda y suspensión de garantías Perú es en los hechos un país ocupado por la violencia de un Estado sin rumbo que no atina sino a despropósitos. La última afirmación de doña Dina negando a Puno su peruanidad, es de aciaga y monumental torpeza.
¿Se expiden los miedos de comunicación s con independencia ajena a la publicidad que paga el Estado? La respuesta es inequívoca: ¡de ninguna manera!
El poder real, el fáctico, el que mueve los hilos incontrastables que mandan en la burocracia, en los resortes efectivos de cómo se produce la dinámica de un Estado, sufraga con pingues dólares a cualquier gobierno y financia, también, a los que se erigen en ocupadores mediáticos que abundan en canales, periódicos y radioemisoras.
Sólo son “creadores de opinión” los que están de canal en canal, de radio en radio y son entrevistados, los mismos, en todas partes y entre ellos se regalan elogios y practican un auto-bombo deleznable como en la peor época de cualquier dictadura.
Los hombres o mujeres de pensamiento nacional independiente, son silenciados, acallados, ignorados. Y cuando hay que mencionarlos, entonces, se les cubre de dicterios, calumnias, intenciones subalternas, porque chocan con el status quo que manda imperativamente no permitir el “ruido político”.
Los que disienten son etiquetados de pro-senderistas, violentistas, comunistas y de todo, como si pensar fuera una trasgresión y señalar la barbarie e ignorancia, una falta de lesa humanidad.
Años atrás, en su prólogo al libro Las veleidades autocráticas de Simón Bolívar, del tempranamente desaparecido embajador Félix Calderón Urtecho, escribió Alfonso Benavides Correa, el integérrimo patricio, historiador y ex parlamentario de las grandes causas, unas líneas que considero fundamental reproducir:
“¿Será una trágica constante, al cabo de años de apostolado, de no evadir los temas esenciales del drama, luciendo el coraje moral de estar contra los mandarines, tener, sin prensa adicta, un atardecer escéptico por el silenciamiento?”.
Presas las grandes mayorías de minorías mediocres y oligárquicas, enceguecidas en su afán dinerario de concesionar o regalar todo lo que aún queda de patrimonio, afiebradas por cumplir con los patrones sin pensar en el horizonte de la historia ni el futuro antropo-socio-geográfico de una nación con 33 millones de habitantes, estamos casi al garete.
La comunicadocracia, estupidez que junta a todas las sangres de oportunistas, sangrones, cómplices y vividores, en alaridos pseudo-democráticos en defensa de un desarrollo parcial y sesgado.
¿No hemos visto que, a los compatriotas llegados a Lima a expresar su protesta, por el sólo hecho de serlo, se les ha tildado con grosería y racismo reprobable?
El país urge de acuerdos de consenso y equilibrio y con participación y responsabilidad de todos. La situación actual sólo favorece al gobierno que maneja los medios económicos. Y no olvidemos que también las armas para el ejercicio de lo que llaman “violencia legítima”.
Pero el pueblo es más sabio que todos los sabios y la última palabra aún no ha sido dicha. En ello estriba el drama del que Perú ha sabido renacer en no pocas oportunidades, pero no por espontaneísmo sino por dedicada y esforzada obra de sus mejores y más pacientes soldados que de ser anónimos obreros, tendrán que pasar a ser los grandes capitanes de la regeneración nacional.
La otra salida es la muerte lenta, penosa, sin gloria, carente de futuro, ciega de ambiciones de cualquier naturaleza, opaca y ruin.
26.01.2023
Señal de Alerta