Herbert Mujica Rojas
En tiempos antaños, los bombazos, atentados, homicidios que perpetraba el terrorismo violentista, nos “acostumbró” a esos fenómenos que eran siniestra moneda común diaria.
Hace 48 horas ¡toda una familia, incluidas dos criaturas! fue ultimada a balazos sobre el mediodía y en un crucero frente a un complejo comercial enorme.
No hay día que las noticias no nos brinden la contabilidad que el sicariato suma con sus arremetidas letales. Asesinatos mondos y lirondos y sin posibilidad de salvación porque las balas se estrellan en órganos vitales.
¿Cuántas clases de moral hay en Perú? Si dijera que varias, no hay quien pueda rebatir la sentencia.
¿Es privativo el escalafón sólo de los pobres o clases bajas? ¡De ninguna manera! Todos actúan así: de capitán a paje, de obrero a gerente, de patrón a subordinados.
La asignación emocional camina -¡cómo no!- según el lugar en la escala, pero en cuentas resumidas, el íntegro societal maneja estas innumerables dinámicas desde siempre. Es decir, el atrofiado ADN social criollo es riquísimo en variantes, estilos y taras.
Las llamadas barras bravas tienen ya prontuario de víctimas y por motivos absolutamente ajenos al deporte.
Una señorita llamada Paola (2009) fue arrojada del microbús en que viajaba, cayó y murió.
El país toma nota de atropellos y muertes en pistas y carreteras.
No pocos delincuentes (locales y foráneos) se esconden en grupos juveniles.
La constante es que estos siniestros producen la interrupción de vidas, plenas en futuro y lo tronchan en pesar, horror y las consabidas reflexiones que no explican nada frente a un hecho irreparable.
Para variar en Perú somos filósofos del después. ¡Jamás del antes que previene!
¿No es también un crimen regalar aeropuertos, carreteras, puertos y toda clase de patrimonio bajo las premisas de modernización, inversiones y fuentes de trabajo?
Los abusos en que incurren los bancos con sus clientes y las empresas que dicen dar servicios de comunicaciones, energía eléctrica, seguros, se cuentan por miles. Y el “primero pague y reclame después” es la ley no escrita pero que casi, casi, hay que acatar.
Cuando los políticos prometen y no cumplen, apotegma invariable, ¿no cometen engaño y timo de la fe pública? ¿Acaso no es un crimen también jugar con la fe del pueblo?
Los supuestos intermediadores de la sociedad civil, los llamados partidos políticos sólo exhiben a logreros pícaros que se hicieron ricos con negocios cuyo detalle nunca se conoce pero son inmensos los signos exteriores de riqueza.
¿No es un crimen monstruoso que unos pocos miles acaparen los mayores ingresos y el resto de 33 millones viva con US$ 1 dólar al día?
Un país cuyo pueblo no se alimenta, no estudia, no imagina un proyecto de vida porque carece de todas las herramientas, es un organismo cuyo porvenir está cantado: fracaso absoluto.
Cuando los niños nacen, son peruanos sobre cuyas espaldas ya hay un compromiso de pago por las deudas, empréstitos, malos negocios y robos en que incurren sus distintos gobiernos, al margen de definiciones ideológicas o doctrinarias.
En las alturas del poder, o, mejor dicho, timón administrativo, la única doctrina es ROBAR.
En nuestro país el embutido constante de una prensa sangrienta privilegia la “información” en torno a mujeres que ultiman a martillazos a sus esposos o parejas; a violaciones de menores y con audaces reporteros que preguntan a los padres de la víctima “¿cómo se sienten?”; a la velocidad salvaje de trogloditas al volante y que matan a diario a lo largo y ancho de la nación etc., pero guarda silencio o mutis cómplice frente a estas exacciones del bolsillo ciudadano. ¡No sólo en la empresa estatal!
Las organizaciones de nuevos gángsteres reciben el menú de inquietudes desde el sistema y sus centros decisorios ¡jamás cuestionan al poder! sólo evolucionan por los alrededores con soluciones paliativas, insuficientes pero muy rentables a sus alforjas.
Peligroso el riesgo de volvernos, como lustros atrás, insensibles a tanto derramamiento de sangre.
Es hora de plantearnos, desde el amanecer hasta el anochecer, si esta vida de ficción y mentira, es la mejor para el Perú y si no es llegada ya la oportunidad de echar a la basura los cánones de comportamiento aletargados y estupidizantes que son características de nuestra insuficiencia, como individuos y como nación, en el concierto latinoamericano y mundial de escenarios geopolíticos.
08.02.2023
Señal de Alerta-Diario Uno