Herbert Mujica Rojas
La totalidad de movimientos políticos peruanos carece de un planteamiento en torno a qué clase de Estado y Estado de qué clase es el que alienta su agrupación política. Por desidia, ineptitud, falta de luces, ignorancia, esta realidad es patética.
¿La actual, es la democracia que el Perú necesita? Quien pretenda obviar la muerte a balazos de casi 70 compatriotas y a cargo del gobierno y Estado actuales, incurre en mala fe y demagogia. ¡Ni un preso, civil o militar, por esas bajas deplorables!
En Perú no se plantea ninguna clase de temas de fondo, sino maquillajes, afeites, con pleno apego al mantenimiento del status quo, en que 200 mil cogotudos viven muy bien y 33 millones de peruanos, lo hacen muy mal.
Nos guste o no, el Estado es una convención vía la cual es el instrumento que permite una acción colectiva en y desde el gobierno. Por tanto, la pregunta ¿qué clase de Estado y de qué clase es el Estado? resulta pertinente e indispensable de definir. O de aspirar a hacerlo.
Para los grupos económicos tradicionales la captura del Estado es una etapa imprescindible de tal manera que primen sus puntos de vista en las decisiones de qué y cómo producir, en qué segmentos y en cuáles no, qué importar quemando divisas y favoreciendo a los comerciantes tramposos.
Y si es así en la producción, en cuanto a la administración de los recursos ingentes del Perú, tanto más imprescindible saber si el Estado es genuinamente portavoz de las mayorías nacionales o sigue siendo, como desde hace 202 años, vocero de grupos minoritarios que ejercen su poder sobre todo el resto.
¿Está el poder en los palacios de gobierno de cualquiera de nuestras naciones latinoamericanas? Me atrevería a sostener que el gobierno, es decir la administración del poder, suele estar en manos de las castas provisionales que se turnan esta clase de régimen mal llamado democrático.
Pero, que se sepa el poder mayestático siempre reposa en las empresas transnacionales, conglomerados financieros, joint ventures foráneos que manipulan sus inversiones y ¡a qué precio las introducen en cualquier país! y para ello cuentan con tecnocracias, mayoritariamente vendepatria, y con cómplices vernáculos que no juegan a un desarrollo local sino tan solo a ser parte de una gran cadena mundial que nos engrilleta a ser países de exportación primaria sin valor agregado.
Carentes, los partidos o movimientos, de planteamientos geopolíticos modernos, de cabal aprovechamiento a favor de las mayorías del ineluctable proceso globalizador que no es un cartabón único sino que difiere según las zonas, la democracia deviene en papel o ley que no se cumple.
¡Cómo si la tara del vil comercio masivo de drogas, narcotráfico, no fuera la principal suministradora de fondos a múltiples empresas que no tienen el menor empacho en recurrir a estos dineros sucios y anónimos! Y el lavado de dinero requiere mecanismos para circular esos miles de millones, lejos de las contabilidades correctas.
El ministro de Comercio Exterior, Mathews, citó ayer cifras interesantes de nuestro intercambio comercial con Estados Unidos. No obstante la salvedad que el país del norte, es un gigante, no deja de ser útil recordar que usando esos mismos mecanismos para un intercambio EE. UU.-Latinoamérica, los guarismos serían millonarios.
Lo cual nos lleva al viejo dicho: la unión hace la fuerza. Mientras los países latinoamericanos pretendan en soledad mejorar sus economías con las potencias, serán más o menos engullidos por el más poderoso. Integración deviene la única clave de defensa popular e independiente.
Hoy ocurre todo lo contrario. Las empresas imponen sus esquemas de desarrollo y cuándo “regalarán” gestos paternalistas y paliativos para “demostrar” que pueden hacer obras sociales.
Para variar, muchas de estas firmas industriales o mineras escogieron el peor camino al sobornar y comprar con muchos dólares, conciencias y asentimientos que no consideraron la preservación del bien común que es el amplio y enorme territorio, mar y cielos del Perú.
Mientras que no existan ideas de carácter político y estratégico, cualquier mirada social sólo será tapadera contemporánea y cínica al perverso diseño actual en que los pobres siguen —y seguirán— siendo pobres y los ricos, una minúscula facción insolente, antichola y profundamente desvinculada a cualquier proyecto nacional.
Se puede ser empresario peruano y generar riqueza. Lo que no se puede aceptar es que existan los que se solacen en la creencia que trabajar para los de fuera (sin pensar en un Perú justo, culto y digno) es un camino válido o leal para con la historia y el pueblo.
05.07.2023
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