Herbert Mujica Rojas
En el libro, El derecho a ser estúpido, (Yorkshire Dungeons Editions, noviembre 2007), el escritor Peter Arrow consigna opiniones que parecieran haberse hecho estudiando o teniendo como objeto de una tortura semejante, a las inútiles e ignaras castas políticas peruanas.
En nuestro país las cosas de puro sabidas, se olvidan. Por tanto repetir y repetir, antes que una aburrida práctica, constituye un esfuerzo para hacer trabajar las mentes.
Leamos.
“Lo que habría que hacer es elaborar un esquema que demuela esa danza perversa de la ignorancia y la corrupción, que es una herencia cristiana pero básicamente católica. Se equivocó, hizo mal, pecó, coimeó, vendió hasta las joyas de la abuelita, damnificó a todo el mundo pero ¡errare humanum est!
El catolicismo, culturalmente, maneja el imperio de la corrupción y de la ignorancia... educan a la gente a ser ignorante. Una evidente contradicción entre los términos”.
¡Ojalá tuviéramos una élite, económica o ideológica, contra la cual uno pudiera enfrentarse o someterse! En cambio los arietes brutales de arremetidas sin mayor lógica que la usura y los intereses de grupúsculos miserables, son el gobierno y el Congreso.
Si alguien hace daño a alguien, por ser ignorante, tiene que ser ejecutado, sancionado. Ello aniquila el concepto del perdón. Hasta el loco no es una definición científica sino social... si hay muchos locos, ser medio loco es estar del lado favorable de la estadística. ¿Puede haber un ser "más honesto" que otro? ¡Solo hay honesto y deshonesto!
Recordemos, la ignorancia de la ley no inhibe de su cumplimiento.
¿Qué es ignorancia?: desinformación y falta de voluntad de informarse... Si la ignorancia fuera un derecho, la gente lucharía por hacer prevalecer su ignorancia como sistema de vida... La verdad de la milanesa es que, por ejemplo, los islámicos quieren imponer la ignorancia y ese es el telón de fondo.
¡Uno es ignorante, carajo, porque quiere ser ignorante!
Perú es un país de avestruces porque todo el mundo mete la cabeza bajo tierra para no ver lo que pasa alrededor. Ni oler la putrefacción que se percibe a 10 kilómetros de distancia de los principales edificios de administración del gobierno.
Y la corrupción continúa con su labor depredadora y pulverizadora de un cuerpo social que existe a pesar de las leyes, las autoridades, el Estado y todos los gobiernos.
He allí una interesante veta a analizar con detalle escrupuloso. Seis millones de pequeños y medianos productores sobreviven a su modo, sus finanzas y su ingenio sin tributar, a veces careciendo hasta de locales pero llevan el pan a su casa. ¿Y el Estado? ¡Bien gracias!
La realidad es peor que las ideas y las expectativas más perversas.
Esa es la cadena inquebrantable que arrastran los habitat históricos, no hay free lunch, hay imposición de élites.
A los que se equivocaran bajo el pretexto de la ignorancia, los incas los hubieran arrojado a un volcán o hubieran creado su propio Taigeto espartano en los Andes, en la cumbre bicéfala del Huascarán y el camino de eliminación selectiva de los más ineptos, habría sido irrefrenable. Pero ¿qué se hace aquí? Se perdona, se otorgan bulas firmadas –y compradas por buenos dólares o euros- para olvidar los daños y que todo siga como siempre, de mal en peor.
En efecto, aquí lo que quema casi siempre es “ignorado”. Todos saben que existe, pero la pusilanimidad gigantesca de las castas políticas, intelectuales, periodísticas, empresariales, ha firmado el conchabo infame del silencio para pretender que los fenómenos corruptos no existen.
Aunque los procesos judiciales, igual de sucios casi todos, sigan su curso, con las coimas agradecidas de jueces, vocales y secretarios, el ámbito donde teóricamente se imparte justicia tiene tarifas no escritas en dólares, euros, patrimonio inmobiliario o cuentas cifradas en el exterior.
Conozco de estólidos que claman porque no se hable ni denuncia la corrupción porque es un tema “trillado”. Eso da idea de la pócima mortal que posee ese despreciable, en lugar de cerebro.
Adelantó en su lapidario artículo don Manuel González Prada, Los honorables:
“Porque en todas las instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración pública sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos, los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!
Esto no es república sino mojiganga.”
10.07.2023
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