Herbert Mujica Rojas
Menudean, como es natural y obligatorio, las condenas al extraño viaje de la presidente Boluarte y la tardía acción para el rescate de peruanos en Israel. Inútil arguir el pretexto de promoción de inversiones cuando se reúne con autoridades locales tan solo y asiste a citas de monta cuasi insignificante.
¿En la Cancillería no tuvieron mejor idea de tiempo y lugar para doña Dina? Se supone, sólo eso, que Relaciones Exteriores es el soporte de la presidencia cuando se trata de avanzadas diplomáticas de la mandataria. Hay que pedirle cuentas a los señorones endogámicos de Torre Tagle del porqué tanta mediocridad, ya de por sí gris, y absurda.
Que el Congreso blindara a una impresentable, no causa ¡la más mínima sorpresa! Es su camino natural, indiscutible en su oscurantismo, tristísimo papelón que ningún plumífero podrá edulcorar cuando se pase revista exhaustiva a los fondos abisales de Plaza Bolívar.
El poder mundial pretende contrabandear el brulote que unos son terroristas y los otros agredidos son los buenos y por eso bombardean a troche y moche. ¿Olvidan que una vida es idéntica a cualquier otra? ¿Y todos los años de abusos, invasiones de los que apenas da cuenta la prensa del sistema?
Maniquea, siniestra, mañosa, la prensa informa mal, oculta un pasado criminal y pone en acción sus resortes multinacionales.
Una nota fraterna de brillante y sugestiva inteligencia, me musita una trilogía de poder demoledor: ¡protesta, propuesta, acción!
Pero esas vetas creadoras serán parte de una nueva actitud, la de edificadores de una nacionalidad firme y orgullosa, ecuménica y fortalecedora no de un Estado criollo y reaccionario, limeño y estúpido, sino de un Perú de todas las sangres y de todas las razas, crisol y soplo eterno de eterna ilusión.
Hasta hoy, y estoy cierto que es una convocatoria a toda la sociedad, ha habido un pensamiento único, totalitario, cretino, hacedor de mitos y consagrador de imposturas vía los miedos de comunicación, fabricantes de figuras y figurones.
Se ha burocratizado la acción que es controlada por un aparato lleno de óxido y lento como paquidérmico. Sin embargo, si hay algo que no existe, tal como vengo comprobando en compulsa diaria urbi et orbi, es un partido o grupo capaz de liderazgo esencial, sino un aprovechamiento coyuntural de aquél y ¡punto!
La única garantía de un efecto demoledor político y masivo, será que un programa mínimo ponga de acuerdo a las fuerzas políticas por y para el Perú. No hay otro modo.
Oigo teóricos llamando a la movilización de masas; clamor por un supuesto debate que muestra más bien la repetición de ortodoxias; convocatorias a una “sociedad civil” que en las más de las veces, maquilla la inexistencia de organismos partidarios con voz activa y protestante en las calles y sólo disfraza, cohonesta pero no reemplaza, la versión maciza de un trabajo político que debiera involucrar al pueblo.
Infaltable (ese pueblo), protagonista eterno de todos los discursos, pero ausente, también perenne, de la dinámica popular que unos no convocan porque nadie les hace caso y entonces se la llama “sociedad civil”. ¿Hay sociedad militar o sociedad de cualquier otra especie? ¡Se llama pueblo, a secas! El resto es mendacidad de neologismos edulcorados y farsantes.
Recordemos el lustro 1985-1990, se lo llamó “voluntarismo”. Y esa estupidez, simplemente disfrazó lo que fue hecatombe y ruina moral cuanto que política atribuida a la juventud del entonces presidente Alan García Pérez.
Las administraciones que vinieron después, incluido el señor García entre 2006-2011, recurrieron al amiguismo pernicioso que derivó en la explosión de múltiples negociados hasta hoy sin responsables o en la cárcel.
Vale, la pena, pues, hablar en voz firme como clara porque en Perú somos campeones en disfrazar y maquillar todo y para todos los gustos. A un estúpido químicamente puro, llamamos estadista u hombre de Estado.
A un infeliz, pseudoideólogo, tildamos de doctrinario o estratega. A los cernícalos metidos a periodistas o analistas, reconocemos, a falta de seso, como “politólogos”.
Si el Perú está como está es porque los talentos, los genuinos, de todas las tiendas y sectores, están cómodamente sentados haciendo cualquier otra cosa, menos pensar por y para el país.
En Diario Uno, alentamos el debate de calidad. Impulsamos la crítica y asumimos, porque es nuestro origen, la causa popular como rectora de nuestro trabajo informativo cotidiano.
¡Eso sí, exigimos respuestas de altura! Los cachivaches en forma de dicterios no nos hacen mella. Nos queda, por lo menos, el consuelo, que el impugnante montó en cólera pero no supo qué hacer.
Es hora de discurrir por la protesta, pasar a la propuesta y entrar en acción. ¡Amén, así de simple!
13.10.2023
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Señal de Alerta