por Herbert Mujica Rojas
Tuve, días atrás, la peregrina como insólita idea de plantear un esfuerzo de asociación de voluntades, ideas, cuanto que de recursos tangibles e intangibles, con el revolucionario y valiente elan de estudiar, diseccionar y denunciar a una mafia de embusteros multidisciplinarios que se alaban entre sí, se enriquecen con la pobreza y que ha establecido una dictadura monopolizadora de ciertos temas que dan muchos y abundantes dólares. A nadie escapa la certeza que una tarea hercúlea como aquella, demanda enorme inversión de tiempo e investigación. Y tampoco, que son muy pocos los que se han atrevido a romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
Tuve, días atrás, la peregrina como insólita idea de plantear un esfuerzo de asociación de voluntades, ideas, cuanto que de recursos tangibles e intangibles, con el revolucionario y valiente elan de estudiar, diseccionar y denunciar a una mafia de embusteros multidisciplinarios que se alaban entre sí, se enriquecen con la pobreza y que ha establecido una dictadura monopolizadora de ciertos temas que dan muchos y abundantes dólares. A nadie escapa la certeza que una tarea hercúlea como aquella, demanda enorme inversión de tiempo e investigación. Y tampoco, que son muy pocos los que se han atrevido a romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
Entonces, comunicador, noticié de la decisión. Encontrando sorpresas inesperadas y fraternas. De inmediato, varios se apuntaron con grandilocuentes dosis de entusiasmo, aliento, buenas ideas, magnífico humor y las consabidas advertencias de lo políticamente incorrecto que podría resultar semejante comisión. De quienes no esperaba nada, llegaron con su hermosa carga material y militante.
Sin embargo, y aunque esta nota no sea sino una de humor muy personal y de confesión ante el hecho, la desidia, indiferencia, silencio sepulcral, "prudencia" exacerbada, también dieron testimonio vívido y hubo quienes no se dieron por enterados, ni siquiera para pronunciar un simple como entendible no, y ahora son inexistentes o han viajado de súbito. Es parte de la vida y símbolo triste que evidenciaría que en Perú las empresas, las grandes fraternidades humanas, si no están sufragadas por algún premio de lotería, entonces, son imposibles o quimeras de soñadores profesionales. Y por tanto, irrealizables.
El facto no podía ser más desopilante. ¿Representaría esto el abandono de la partida o la prematura muerte del trabajo que nos propusiéramos antes como piedra de toque y reto contemporáneo a investigar, escribir y denunciar? ¡Por supuesto que no! ¡Estamos cuasi solos pero más fuertes que nunca!
Años atrás en La fe del carbonero, 15-7-2003, escribí, luego de una malograda, por mano y conspiración ajena, experiencia periodística, lo siguiente: "Con la fe del carbonero que echa el mineral para que la máquina no pare ni dubite en su impulso dinámico, con el amor a una causa de justicia, en la identificación con el Perú, sus tradiciones y su gente multicolor, plurilingue, me quedo en la avalancha de los nuevos tiempos que no son otros que los del nacionalismo continental y desarrollo con igualdad de oportunidades."
Por tanto, a quienes se han embarcado a navegar contra viento y marea, hay que decirles que todo sigue igual y con ratificados impulsos anhelantes del triunfo de nuestra victoria noticiosa. Poco vale, si importa acaso un ardite, la frialdad novísima de quienes ahora están atacados de mudez imprevista; no interesa el desinterés calculado del pesimista que da todo por perdido sin presentar pelea ni atreverse a hacerlo en buena lid con clase y rutina de ganadores; es entendible que al conservador le sea importante dejar las cosas como están porque así vive feliz. Si feliz se puede ser cuando millones transitan por la pobreza material y, sobre todo, espiritual, más misérrima. Sin ambiciones, ni horizonte, ni voluntad de horadar la montaña y construir los nuevos caminos y carreteras para el pueblo peruano. En fin, cada quien es dueño de sus decisiones.
Esta humilde cantata de optimismo es la promesa que vence obstinaciones, conquista porvenires, derrota negativismos. Y si hay que morirse de algo, que sea de un ataque de fe. De fe en el Perú, de fe en el prójimo que sí se arriesga y de fe en que los rutilantes signos de los próximos andares serán creación heroica de los hombres y mujeres que vibran con el fuego espectacular que construye países y proyectos nacionales. Gracias a los intrépidos y una mirada contemplativa para aquellos que creen que las cosas caen del cielo. O por la gracia de algún dios dadivoso y bienhechor.
Lea www.redvoltaire.nethcmujica.blogspot.comSkype: hmujica
Sin embargo, y aunque esta nota no sea sino una de humor muy personal y de confesión ante el hecho, la desidia, indiferencia, silencio sepulcral, "prudencia" exacerbada, también dieron testimonio vívido y hubo quienes no se dieron por enterados, ni siquiera para pronunciar un simple como entendible no, y ahora son inexistentes o han viajado de súbito. Es parte de la vida y símbolo triste que evidenciaría que en Perú las empresas, las grandes fraternidades humanas, si no están sufragadas por algún premio de lotería, entonces, son imposibles o quimeras de soñadores profesionales. Y por tanto, irrealizables.
El facto no podía ser más desopilante. ¿Representaría esto el abandono de la partida o la prematura muerte del trabajo que nos propusiéramos antes como piedra de toque y reto contemporáneo a investigar, escribir y denunciar? ¡Por supuesto que no! ¡Estamos cuasi solos pero más fuertes que nunca!
Años atrás en La fe del carbonero, 15-7-2003, escribí, luego de una malograda, por mano y conspiración ajena, experiencia periodística, lo siguiente: "Con la fe del carbonero que echa el mineral para que la máquina no pare ni dubite en su impulso dinámico, con el amor a una causa de justicia, en la identificación con el Perú, sus tradiciones y su gente multicolor, plurilingue, me quedo en la avalancha de los nuevos tiempos que no son otros que los del nacionalismo continental y desarrollo con igualdad de oportunidades."
Por tanto, a quienes se han embarcado a navegar contra viento y marea, hay que decirles que todo sigue igual y con ratificados impulsos anhelantes del triunfo de nuestra victoria noticiosa. Poco vale, si importa acaso un ardite, la frialdad novísima de quienes ahora están atacados de mudez imprevista; no interesa el desinterés calculado del pesimista que da todo por perdido sin presentar pelea ni atreverse a hacerlo en buena lid con clase y rutina de ganadores; es entendible que al conservador le sea importante dejar las cosas como están porque así vive feliz. Si feliz se puede ser cuando millones transitan por la pobreza material y, sobre todo, espiritual, más misérrima. Sin ambiciones, ni horizonte, ni voluntad de horadar la montaña y construir los nuevos caminos y carreteras para el pueblo peruano. En fin, cada quien es dueño de sus decisiones.
Esta humilde cantata de optimismo es la promesa que vence obstinaciones, conquista porvenires, derrota negativismos. Y si hay que morirse de algo, que sea de un ataque de fe. De fe en el Perú, de fe en el prójimo que sí se arriesga y de fe en que los rutilantes signos de los próximos andares serán creación heroica de los hombres y mujeres que vibran con el fuego espectacular que construye países y proyectos nacionales. Gracias a los intrépidos y una mirada contemplativa para aquellos que creen que las cosas caen del cielo. O por la gracia de algún dios dadivoso y bienhechor.
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