Herbert Mujica Rojas

Encontré unas muy punzantes afirmaciones de mi buen amigo y mejor periodista trujillano Carlos Burmeste Landauro. Dijo el 27-7-2004 en el texto Leyes que son letra muerta:

 

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“Desde hace 20 años la corrupción gubernamental en todos sus niveles agobia a la nación peruana endureciendo la confianza, desapareciendo la credibilidad e invadiendo con su hedor viscoso cada uno de los puntos de la sensibilidad ciudadana.

Quienes llegan al poder, sea gubernamental, regional o municipal, en su gran mayoría, no solo establecen una cortina de humo y misterio sobre sus actos sino que además, en el colmo de la megalomanía, se convierten en amos, señores, reyes, dictadores de la propiedad pública no solo desdeñando los derechos de los ciudadanos sino hasta estableciendo una especie de paternalismo condescendiente para favorecer a sus elegidos por encima de todas las reglas y de todos los derechos.

Paralelamente, se aprovechan de los mecanismos del poder para enriquecerse y así vemos que, aquí y allá, los que entraron pobres, con el transcurso de los años emergen ricos, poderosos, con grandes fortunas listas para ser empleadas en la continuidad y enraizamiento en los cargos y en su predominio personal y político.

Es cierto que ha habido esfuerzos para controlar las manipulaciones administrativas de los corruptos a través de instrumentos legales, pero estos siempre han sido estructurados, a propósito por los políticos, convirtiéndolos en débiles e ineficaces y si cabe la expresión en cómplices de la corrupción.

Por ejemplo, la Ley de Acceso a la Información, promulgada con tanto bombo y aparato, ¿quién la cumple?. Nadie. Regionales y municipales se ríen de la referida ley a sabiendas que es una ley entrampada que se agota a sí misma y que a la postre resulta tan inofensiva como ineficaz.

Los políticos se las han arreglado para hacerla así, inocua, inservible. Cómo será la cosa que la propia Defensoría del Pueblo se ha visto precisada a denunciar la gravedad de la situación y su impotencia para poder llevar las cosas hasta el fin.

Leyes que son letra muerta y que solo alientan a falsas esperanzas de que alguna vez la sociedad pudiera librarse de políticos y funcionarios corruptos. Leyes para entretener a los ingenuos pero para exasperar cada vez más a los impacientes”.

A veinte años de la maciza contundencia de lo dicho por Burmester hay que conceder que lo que previó fue acertado pero las décadas nos brindaron un puré con pócima letal y todo ha ido de mal en peor.

Para muestra un archiconocido caso: ¿no es este Congreso el que “legisla” con nombre propio en favor de sus amigotes en las finanzas, poderes, cotos privados y NO le pasa nada? ¿No fue que tuvieron una fiscal ad hoc cuyos delitos se van conociendo día a día?

Perú está harto de leyes. Las tenemos en demasía, extensión, redacción y para todos los gustos. Hecha la ley, hecha la trampa reza el refrán popular.

Cuando una sociedad exhibe como aroma, lo más fétido de su putrefacción, es corto y hasta inexistente el porvenir que le aguarda. Derruidos inclusive los soportes más mínimos, los pleitos se dirimen en ajuste de cuentas o jueces y malos policías encargados de cumplir los abusos de descerraje, apaleamiento y captura de bienes que mandan los bancos.

Abogángsteres insolentes, hombres y mujeres, por la vía telefónica, el email, Whatsapp y por cuanta red social usen, amenazas con bravuconadas, cartas conminatorias, no reconocen pagos que no están en sus cronogramas, como si pudieran hablar ellos por el banco que sí acepta el dinero que paga el sufrido cliente.

Jueces venales, dueños de signos exteriores de riqueza que nadie puede explicar porque el simple cálculo de sus ingresos no da para tanto. Pero son estos los que deciden, literalmente, sobre la vida de los ciudadanos.

¡Ni siquiera imaginar a los delincuentes consuetudinarios que son estafadores, tramposos, con amplia hoja de vida en estos menesteres ilegales!, me refiero al hombre o mujer común que ha padecido la quiebra de su negocio, la trampa de sus clientes y que hoy está impedido de responder por sus obligaciones!

Los pistoleros se visten de agentes de la ley y van en nombre de tal o cual juzgado, sorprenden a mujeres aterradas y rompen puertas, meten trompadas, gritan como si estuvieran en un penal plagado de criminales y asesinos.

¿No han sido los hampones de la llamada “Resistencia” los que fueron a “visitar” la casa de periodistas recientemente? A nadie provoca sorpresa el accionar de estos forajidos. ¡Indigna que la policía, a sabiendas plenamente de quiénes son, ¡no haga absolutamente nada!

Un Tribunal Moral que señale con nombre y apellido en cartelitos visibles como una credencial, a los delincuentes por calles y plazas, los eche de lugares públicos, los abomine por dónde pasen, será una herramienta más efectiva o duradera. A la basura hay que combatirla integralmente.

Preguntar ¿para qué sirven las leyes sólo genera una respuesta categórica: ¡para nada!

 

27.01.2024

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