Empecinados dinosaurios políticos no comprenden que su deleznable oportunidad ha dejado de tener cualquier vigencia. Lejos de irse a sus fastuosos cuarteles de invierno, son tercos y tozudos y los vemos exhibiéndose para tentar suerte en diputados, senadores, alcaldía o gobernaciones.
País extraño en que la gerontocracia réproba, deshonesta, profundamente inmoral, tiene predicamento por el reparto de pitanzas y sinecuras entre los que menos tienen. ¡Hasta eso es significado de miseria abyecta!
Escribió Jorge Basadre: “Un país robusto necesita una juventud entusiasta con capacidad para sentir un íntimo asco ante toda falsificación de valores, con voluntad de construcción inteligente y honestamente combatiente, con pudor de lo que hace y lo que dice, inspirado en la dignidad cívica sin la cual la república no merece ese nombre.”
¿Hay algún tipo de conexión, propósito común entre los hombres y mujeres arriba de la cincuentena y los que apenas llegan a los 25-30 años?
No pareciera haber algún puente generacional que amalgame ambiciones, junte ideas-fuerza e impulse dinámicas nacionales en un potente haz de luz conjunto.
“Pero, a su vez, —prosigue Basadre— un país sano necesita ofrecer a su propia juventud perspectivas amplias, posibilidades abiertas, colaboración efectiva en el quehacer común. De modo que el problema no es sólo el progreso material, de reformas sociales, de organización estatal. Es también problema de renovación de valores, de fervor espiritual, de capacidad de entusiasmo, de mística colectiva”.
En efecto. ¿Cuántos son los elementos, jóvenes profesionales, que abandonan el país para ir allende y aquende, a probar suerte?
Si culminan estudios en universidades del Estado y dejan Perú, hay otro problema de fondo: sus estudios fueron pagados por la tributación ciudadana. ¿Cómo devuelven lo que se invirtió en ellos?
Agrega el historiador: “Entre las oligarquías aferradas al pasado –en el cual no todo es sacrosanto y sin cuya rectificación y superación no existiría la historia-, las iras revolucionarias de otro lado y las concupiscencias inmediatas como tercer término, más lamentable todavía, un progresismo constructivo con nutricias raíces populares y con la mira puesta en el bienestar común podía evitar los peligros de la estagnación y del estallido, siempre y cuando reuniera el triple requisito de la técnica, de un mínimo ético y de la capacidad para planificar con lucidez y coherencia y ejecutar una decisión”.
Conviene preguntar de inmediato si los clubes electorales, alias partidos políticos o lo que así gustan llamar a sus clubes de aspirantes a burócratas, están preparando cuadros y les están enseñando desde la más elemental forma de leer un diario, escuchar una radioemisora o ver críticamente televisión.
Porque no se puede creer cuanto dicen las publicaciones, ni lo que repiten los locutores, loros modernos con voces engoladas y graves y, ¡mucho menos!, atenerse a cuanta estupidez se propaga por la televisión y a cargo de irresponsables que hacen cualquier cosa con tal de embolsicarse buenos miles de dólares.
La convocatoria gonzalezpradiana a los jóvenes recordando que los viejos tienen ya la tumba como única esperanza redentora, posee vigencia marmórea y retumba en el Perú de nuestros días.
Los jóvenes profesionales debieran encontrar centros laborales donde aplicar sus conocimientos adquiridos con el estudio. Deber del Estado y la industria privada, crear la demanda de puestos a todo nivel.
Estos llamativos y muy ausentes cuestionamientos, rara vez son materia de análisis, discusión y solución. La psicología peruana es pródiga en el ocio y en el culto a la inercia: “que venga, lo que deba venir”.
Ninguna agrupación discute sobre la posición geopolítica del Perú con cinco fronteras ni en torno a la política energética.
Ciertamente que menos sobre el rol del Estado en un mundo globalizado y la intromisión abusiva del poder imperial de Estados Unidos, China o la Comunidad Europea, a través de los TLC, embajadores que más parecen activistas políticos, sus bonos financieros, bancos de inversión dizque social pero que prohíjan panzones que actúan como cualquier otro banquero cobrando o ejecutando.
Pero claro, a la hora de los loros, ningún hombre “de Estado” desdeña un viajecito con los gastos pagados aunque el país que invita, esté inundando Perú de baratijas de ínfima calidad.
Entre otras cosas, estas ignorancias en los hombres públicos, solo consiguen que el hombre y mujer común, se aleje más de la política y su quehacer y fiscalización.
Pero ¡son esos espacios donde se cocinan los grandes latrocinios contra el pueblo peruano!
¡De los mercaderes del templo, de los advenedizos, de los murciélagos miopes que merodean en la sucia política peruana no hay nada que aprender. En cambio, volver a las fuentes es un acto de valentía insobornable. ¿Hay otros caminos?
¡Jóvenes a la obra!
03.08.2024
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