gasolina
  Herbert Mujica Rojas


A no pocos, cuando el presidente García anunció la posibilidad de inversiones venezolanas en Perú, se les pararon los pelos. Como el país norteño tiene básicamente petróleo, es allí donde se podría verificar esa chance. ¿Es tan malo o diabólico el tema como lo insinúan algunos empleados —que se hacen pasar por empresarios— porque aquello contendría algún contrabando ideológico? Ni tanto ni tan poco. Vamos por partes y cucharadas.

 

Hay ciertos carteles comerciales que protegen sus áreas de influencia. Por ejemplo San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros, tiene alianza, para varias decenas de grifos, con grupos económicos chilenos y Primax está en buena parte del país. ¿Le molesta a estas personas que el petróleo venezolano llegue con mejores precios al mercado interno? ¿cómo, no es el mercado el regulador por antonomasia y el comprador escoge lo que más le convenga? Entonces ¿hay que alarmar a la ciudadanía por el "satán" norteño y sus discursos altisonantes? ¡qué idiotez extrema! ¿vendría, la carga subrepticia muy bien disimulada en el interior viscoso del combustible en diesel o gasolinas?

Supongamos que, aun cuando las intenciones de Chávez no están escondidas para nada y él es su mejor propagandista porque a nadie oculta su anhelo de ser una especie de nuevo Fidel Castro, sin la habilidad o mano de hierro del cubano, ¿hay que, si se importa o se hacen negocios con Venezuela, sentarse en una silla y mirar cómo llega la carne y el hueso, el producto y los millares de asesores venezolanos a "imponer" su credo —¿cuál?— en Perú? Es decir, nuestras autoridades burocráticas, políticas, municipales, gubernamentales, diplomáticas, de toda índole, ¿estarían de brazos cruzados sin hacer nada, ni siquiera ejerciendo la inercia mínima que manda a custodiar los buenos procedimientos administrativos de importación-exportación y que no contempla, para nada, la inundación de activistas?

De repente a no pocos asusta admitir que lo que sí aceptan para con lo que llega del sur, es decir de Chile, se repita con lo probable del norte. ¿Por causa de qué tanta concesión y maravillada expectativa cuando de lo austral se trata y no es así por lo del septentrión? En uno y otro caso hay carga ideológica, y en ambas situaciones hay concesiones vergonzosas y claudicantes de verificarse tales escenarios.

Aquí hay mucho más que las expresiones, siempre fácilmente predecibles y pendulares de la funcional ministra de Comercio Exterior, Mercedes Aráoz, que no dudaría en afirmar, si esto conviniera a sus "negociaciones", que Júpiter es candidato a satélite de la Tierra y que eso lo decidirían en fast track los marcianos de visita por el gigante en misión de buena voluntad. Esta señorita es feraz cuando se trata de elucubrar cualquier cosa.

Aquí no importa la verdad, interesa que quienes tienen el dominio del mercado, no pierdan sus cuotas ganadas a precios ínfimos y con explotación ubérrima del consumidor. Con un diesel más barato, simplemente, el público deja de comprar a Primax y se va por lo más económico que hasta puede ser de mejor calidad. ¿O no es así? Entonces, la maquinaria mediática, engrasada de dólares, se mueve a pasos redoblados para proteger a los patrones y a sus millones.

No veo por causa de qué en Perú debiéramos estar llenos de requilorios frente a la posibilidad, hasta ahora es tan sólo eso, que Venezuela haga negocios con nuestro país. Estamos sumamente avisados sobre los propósitos propagandísticos e ideológicos que se cuecen en otras latitudes. Allá ellos y sus preferencias. Aquí sólo puede imperar el interés soberano del pueblo del Perú, sus tradiciones, su historia y el coraje para defender los intereses de los consumidores. Cuando la revolución rusa estalló en 1917, la violencia fue de tal magnitud que empezaron a faltar los ingenieros y los administradores. Lenin dispuso que al lado de los blancos supérstites del ancien regime, se ubicara un comisario que vigilara celosamente qué se hacía y ante las faltas, los pelotones de fusilamiento, fueron implacables. No siempre se hizo lo correcto, pero he allí la determinación de proteger enérgicamente el rumbo. Lo que ocurrió a posteriori es harina de otro costal. Sabiendo aquello ¿hay que pasar, adrede, como idiotas e inocentes, sabiendo de qué se trata el asunto? ¿a cuento de qué tanto miedo? ¿o, comenzó, como todo en la historia republicana del Perú, el baile de antifaces para enmascarar la farsa institucional que es este país? ¡y aquí no hay hermandades ni identidades que pasar por alto, al gracioso se le expulsa! Y, además, todo esto no es más que una hipótesis frente a la cual, muchos se desgañitan o desesperan. ¿Y qué tal si se concreta? ¿se irán a Miami o a Santiago? Suena hueco el expediente.

 

 
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