por Herbert Mujica Rojas
Con su habitual imprecisión vaporosa, arropada de misterio, porque nunca nadie acierta a entender qué quiere decir, el primer ministro del Castillo, una vez más, y según Andina, "manifestó que la comisión multisectorial que evaluará los casos de terroristas liberados permitirá optimizar la legislación para controlar mucho mejor al terrorismo y al narcotráfico". Algunos peruanos pensamos que a ambos fenómenos criminales hay que combatirlos hasta pulverizarlos del todo, exterminarlos de la vida nacional y bajo la premisa que si hay algo que sobra —hay hasta para regalar— y brilla por su inutilidad es el conjunto de leyes. ¿El ministro nos ofrece más de lo mismo? ¡Bah!
Con su habitual imprecisión vaporosa, arropada de misterio, porque nunca nadie acierta a entender qué quiere decir, el primer ministro del Castillo, una vez más, y según Andina, "manifestó que la comisión multisectorial que evaluará los casos de terroristas liberados permitirá optimizar la legislación para controlar mucho mejor al terrorismo y al narcotráfico". Algunos peruanos pensamos que a ambos fenómenos criminales hay que combatirlos hasta pulverizarlos del todo, exterminarlos de la vida nacional y bajo la premisa que si hay algo que sobra —hay hasta para regalar— y brilla por su inutilidad es el conjunto de leyes. ¿El ministro nos ofrece más de lo mismo? ¡Bah!
¿Necesita Perú otros 20 ó 30 mil muertos (los 75 mil de la CVR, son parte del embuste ocasionado por la sensible confusión de haber considerado a los peruanos como parte de un cardumen) con su oprobioso baño de sangre para reaccionar?
¡La defensa nacional no es privativa de militares disminuidos y aterrados porque la famosa "cultura de derechos humanos" les ha castrado hasta el mínimo sentido de legítima reacción, dejándoles a merced de hienas mercenarias y dolarizadas! ¡De ninguna manera! El país tiene todo el derecho soberano de entender que con cinco fronteras que proteger, no puede descuidar su frente externo y ¡mucho menos! el interno que ya asimila dolorosas pérdidas de vidas en los últimos 20 días. Y aquí nos enfrascamos en una bizantina —¡como muy intonsa discusión si son narcos o terroristas!— con el afán sospechoso de no esclarecer la perversa naturaleza del fenómeno violentista.
Dice el ministro del Castillo que entregó al "titular del Parlamento, cuarenta iniciativas legislativas del Poder Ejecutivo que incluyen tres conceptos que serán materia de revisión en la comisión de estudios creada por el Congreso". ¡Words, words, words! Los legisladores persisten en su inútil y escandalosa logorrea y los terroristas disparan a matar a los policías y contra quien se ponga en frente.
¿No sería mejor que el primer ministro definiese qué clase de estúpidos y estúpidos de qué clase son aquellos que braman porque se haga alertas antes de disparar y que propusieron leyes que fueron de frente al tacho de basura? A nadie escapa que con bellacos así, entre ellos un traidorzuelo barato de viceministro, en Defensa, no hay mucho porvenir en esa área. Las sublimes ridiculeces de seguridad cooperativa y núcleo básico eficaz sólo puede ser fábrica de mentes onanistas o de quintacolumnas que trabajan contra el Perú. Además, que el tufo repugnantemente proyanqui es inocultable. ¡En lo que ha terminado la rabanería caviar, encima de chilenófila, congraciada con el patrón dólar!
El Perú demanda que sus hijos entiendan que los enemigos con armas no dan tregua. Pero que los que instrumentan otra clase de guerra estratégica, también están activos por ejemplo, promoviendo estados de indefensión institucional en el interior de la Fuerza Armada; menoscabando su moral so pretexto que antes fueron parte de un sistemático plan de aniquilamiento del pueblo peruano ¡cómo si la Fuerza Armada no estuviera integrada por hijos de ese mismo pueblo pero con uniforme!. He allí un dato que no debe permanecer desconocido u objetivamente aquilatado: hay enemigos e infiltrados a los que hay que derrotar eliminando su acción o presencia. O seguir como estamos.
La guerra contra el terrorismo y todas sus expresiones de violencia ideológica, folletinesca, mediática, es un ejercicio político que necesita del decidido concurso de la nación. Eso decanta los terrenos entre quienes pelean por la supervivencia del país y de quienes procuran que nada florezca acá y que otros sean quienes desarrollen sus carreteras; exploten sus recursos mineros y gasíferos; y vivan en un estado de inviabilidad permanente, objetivo muy pergeñado, atisbado y empujado por grupos de poder desde la década del 70 y cuyos barruntos se encuentran en el Plan Kissinger para países subdesarrollados. Entre los cuales ¡qué duda cabe! está Perú.
Por tanto, no sólo el imperialismo unipolar que manifiesta su orientación vía sus vectores nativos, en organizaciones, gabinetes, congresos, burocracias y empresas transnacionales, sino que también vía diseños económicos que privilegian el PBI como indicador y la conversión de estos países en meras comisarías sin ejércitos y ¡sin defensa de sus recursos naturales!, es parte del avieso y macabro esquema en marcha. El terrorismo y la violencia, no son ajenos a esta malhadada concepción.
¿Y cree del Castillo que con más leyecitas de un Congreso tradicionalmente desprestigiado, deslegitimado y de pobrísimo engarce social con el pueblo que lo eligió, se va a conseguir "controlar" al terrorismo y al narcotráfico? ¡Tomar a lo serio cosas del Perú! admonizó con razón poderosa Manuel González Prada.
¡La defensa nacional no es privativa de militares disminuidos y aterrados porque la famosa "cultura de derechos humanos" les ha castrado hasta el mínimo sentido de legítima reacción, dejándoles a merced de hienas mercenarias y dolarizadas! ¡De ninguna manera! El país tiene todo el derecho soberano de entender que con cinco fronteras que proteger, no puede descuidar su frente externo y ¡mucho menos! el interno que ya asimila dolorosas pérdidas de vidas en los últimos 20 días. Y aquí nos enfrascamos en una bizantina —¡como muy intonsa discusión si son narcos o terroristas!— con el afán sospechoso de no esclarecer la perversa naturaleza del fenómeno violentista.
Dice el ministro del Castillo que entregó al "titular del Parlamento, cuarenta iniciativas legislativas del Poder Ejecutivo que incluyen tres conceptos que serán materia de revisión en la comisión de estudios creada por el Congreso". ¡Words, words, words! Los legisladores persisten en su inútil y escandalosa logorrea y los terroristas disparan a matar a los policías y contra quien se ponga en frente.
¿No sería mejor que el primer ministro definiese qué clase de estúpidos y estúpidos de qué clase son aquellos que braman porque se haga alertas antes de disparar y que propusieron leyes que fueron de frente al tacho de basura? A nadie escapa que con bellacos así, entre ellos un traidorzuelo barato de viceministro, en Defensa, no hay mucho porvenir en esa área. Las sublimes ridiculeces de seguridad cooperativa y núcleo básico eficaz sólo puede ser fábrica de mentes onanistas o de quintacolumnas que trabajan contra el Perú. Además, que el tufo repugnantemente proyanqui es inocultable. ¡En lo que ha terminado la rabanería caviar, encima de chilenófila, congraciada con el patrón dólar!
El Perú demanda que sus hijos entiendan que los enemigos con armas no dan tregua. Pero que los que instrumentan otra clase de guerra estratégica, también están activos por ejemplo, promoviendo estados de indefensión institucional en el interior de la Fuerza Armada; menoscabando su moral so pretexto que antes fueron parte de un sistemático plan de aniquilamiento del pueblo peruano ¡cómo si la Fuerza Armada no estuviera integrada por hijos de ese mismo pueblo pero con uniforme!. He allí un dato que no debe permanecer desconocido u objetivamente aquilatado: hay enemigos e infiltrados a los que hay que derrotar eliminando su acción o presencia. O seguir como estamos.
La guerra contra el terrorismo y todas sus expresiones de violencia ideológica, folletinesca, mediática, es un ejercicio político que necesita del decidido concurso de la nación. Eso decanta los terrenos entre quienes pelean por la supervivencia del país y de quienes procuran que nada florezca acá y que otros sean quienes desarrollen sus carreteras; exploten sus recursos mineros y gasíferos; y vivan en un estado de inviabilidad permanente, objetivo muy pergeñado, atisbado y empujado por grupos de poder desde la década del 70 y cuyos barruntos se encuentran en el Plan Kissinger para países subdesarrollados. Entre los cuales ¡qué duda cabe! está Perú.
Por tanto, no sólo el imperialismo unipolar que manifiesta su orientación vía sus vectores nativos, en organizaciones, gabinetes, congresos, burocracias y empresas transnacionales, sino que también vía diseños económicos que privilegian el PBI como indicador y la conversión de estos países en meras comisarías sin ejércitos y ¡sin defensa de sus recursos naturales!, es parte del avieso y macabro esquema en marcha. El terrorismo y la violencia, no son ajenos a esta malhadada concepción.
¿Y cree del Castillo que con más leyecitas de un Congreso tradicionalmente desprestigiado, deslegitimado y de pobrísimo engarce social con el pueblo que lo eligió, se va a conseguir "controlar" al terrorismo y al narcotráfico? ¡Tomar a lo serio cosas del Perú! admonizó con razón poderosa Manuel González Prada.
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