Samuel Morales Chavarría*
¿Qué es un filisteo? preguntaba Lenin, respondiendo: “Es una tripa llena con miedo de quedarse vacía”.
Labrándose un lugar bajo el sol, cuando los tiempos se tornan amenazantes por el cataclismo Trump, ahora que la pródiga billetera de Soros andará preguntándose ¿para qué sirvió tanta ONG?, ¿para qué tanto think tank?, Martín Tanaka, conspicuo miembro de una de las tantas ONG alimentadas por el imperio, nos acaba de brindar un ejemplo clásico de filisteísmo. Él, siempre tan acostumbrado al justo medio, que ha hecho del equilibrio un arte eximio, transitando siempre de lo plausible al es probable, del vaso medio vacío al medio lleno, nos ha abrumado el pasado domingo (La República, “Castro y Cuba”, 4/12/16) con un juicio enfático, desmesurado por provenir de él, a propósito del fallecimiento de Fidel Castro Ruz. Nos ha dicho con el índice doctoral en alto y a modo de colofón, que: “Algunos rescatan como herencia valorable de Castro el idealismo y los sueños que despertó; yo pienso que ese es precisamente el tamaño de su fracaso y lo negativo de su legado: destrozar, dilapidar y tergiversar los sueños de varias generaciones”. Y en líneas anteriores, consonante con su nueva personalidad enfática: “La tragedia para mí fue que, mientras el mundo viró a lo largo de la década de los años ochenta hacia el liberalismo político y económico, en Cuba, Castro impuso la política de “rectificación” hacia formas más estatistas y controlistas …”.