Identidad y desarraigo
Cuentan que el Mulá Nasrudín se acercó a un cambista para hacer efectivo un pagaré. El banquero lo miró sorprendido de que alguien tan desaliñado viniera a cobrar aquella suma y preguntó al Mulá: “Por favor, ¿podría usted identificarse?” A lo que Nasrudín reaccionó sacando un espejo. Se estuvo contemplando, hasta que, muy ufano, dijo: “¡Menudo susto me habías dado, hermano, claro que soy yo!¡El mismo yo que salió hace un año para seguir la Ruta de la seda!”