En el periodismo, casi nunca se dan las gracias. Se espera que el hombre de prensa, entregue todo de sí, arriesgue el pescuezo y se enfrente a los objetados o denunciados.
La misión fundamental es informar y hacerlo con apego a la verdad y a la posibilidad obligatoria de demostrar cuanto se dice o se redacte.
Las matonadas, juicios penales o civiles, amenazas o dicterios, los recepciona el periodista, como parte “natural” de su quehacer cívico.
Nadie analiza mejor el instante supremo en que el agua, (léase deudas), llega al cuello, que el náufrago que lucha por su vida y lanza el consabido SOS —Save our Souls— que a veces nadie escucha. O a nadie importa.
Me corrijo: a la legión que espera la honra de sus facturas, sí importa.
Que se sepa, es imposible cobrar una obligación, ahorcando al deudor.
Quien espere una retahíla de mohínes y lamentaciones, se equivoca, el buen humor, constante inseparable que nos lleva por los caminos de Nuestra Señora la Vida, es fuego crepitante en toda creación humana y no voy a declinarlo.
Infiérase entonces que soy rico en sonrisas y más bien de bolsillos flacos. Dicho sea de paso, no por mi voluntad.
Hay empresas y amigos cuyos giros pueden ser muy largos o modificables, y el eslabón no perdido pero sí débil, de esta cadena de producción, es quien habla, que tiene por fuerza que ceñirse a quienes no pagan a tiempo, con plazos que sólo ellos entienden o con prolongaciones —los criollos puchos—, de nunca acabar.
Iniciativas. ¿Puede no ser alentable procurar el establecimiento de un orgullo nacional, con miras de exhaustiva investigación de la historia, para saber cómo pasó, qué hicieron sus protagonistas, de quiénes las traiciones y por causa de qué Perú está como está?
A eso hemos definido la gran Enciclopedia de la Corrupción que incluya autocrítica, exégesis despiadada para con nosotros mismos y para entender cómo es que debemos caminar por alamedas más bien limpias y no en el lodazal por el que transita Perú desde el mismísimo 28 de julio de 1821.
Somos un país con capacidad filosófica hondísima. Tenemos dictámenes para todo, no hay títere que quede con cabeza luego de cualquier suceso.
Pensamos demasiado, hacemos poco o, la más de las veces, nada.
Capaces de elaborar edificios teóricos, los peruanos, con palabras lindísimas, arribamos a las conclusiones más desopilantes pero de allí no pasamos.
¿Acaso la corrupción no nos acompaña desde la conquista, el virreinato, la colonia y toda la infausta historia republicana?
¿No hemos visto, hasta nuestros días, que ladrones y delincuentes, se hacen parlamentarios y presidentes una, dos o más veces?
El reto es hacer y hacerlo en términos de inclusión de los más y no de los menos.
Hasta hoy minorías mediocres, racistas y excluyentes, lograron un país a su medida, con aleve renuncia a su patrimonio y con escritura mañosa de su historia, de suerte que los traidores son héroes, calles y avenidas con sus nombres.
La dinámica de procurar que Perú se dé su propia respuesta, impulsa un cambio desde el espíritu hasta la vida práctica y eso comporta conocer de nuestras flaquezas, pulverizarlas y hacer del país una nación digna, libre, justa y culta.
He conversado con adalides de partidos políticos; he pergeñado guiones para programas televisivos retadores y sobre temas que nadie trata porque "no venden" y todos sonríen y me miran como a un loquito.
Intercambio emails con diplomáticos, empresarios, militares, colegas, y sólo me contestan cuando algo es de su interés, es decir, si existe la mínima posibilidad que su ego resalte con sus nombres y apellidos.
¿El país, la historia, el porvenir que nos debe victorias, el sentido de pertenecer a un colectivo inmenso y con tradiciones? ¡Bah –dicen- esas son pamplinas deleznables!
Algunos empresarios quedaron embelesados y prometieron con voluntad entusiasta. Pero lo siguen pensando. Sus ojos brillaron en las pláticas pero nada más.
En las alamedas del humor constructivo, leamos:
Si a usted le sobra gasolina y quiere deshacerse de un auto que ya no quiere o no le gusta, no hesite en llamar.
Si su abultada cartera no necesita estar tan robusta, avise, hay dietas de adelgazamiento.
Si tiene juegos de cartuchos para impresora, anótese en la lista que le doy las características.
Si sabe que alguien requiere correcciones de sus textos o elaboración de los mismos, en estilo y ortografía, avise.
Si tiene un libro o más para edición, haga lo propio y no permita el nadir temprano y la marchitación injusta de quienes aún tienen que trabajar.
Si quiere pasar un buen rato de humor con charla entretenida, eso es gratis. ¡Qué más felicidad que una sinfonía locuaz y cimentadora de amistad!
22.09.2024
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