Torre Tagle y sus palos de ciego
Torre Tagle y sus palos de ciego
por Herbert Mujica Rojas
Hay una clase especial de sanguijuelas, muy distinguidas, finos catadores de los más exquisitos vinos o escalafones de whiskys, asistentes sempiternos de cocteles a los que jamás dejan de ir, previa respuesta confirmatoria S.V.P. (s’il vous plaît) y que, por rara coincidencia, también son mamones consuetudinarios de la cansada ubre del Estado. Amantes de sí mismos, su vanidad les lleva al paroxismo de creerse prohombres, titanes de alguna imaginaria epopeya y referentes que la historia (la que escriben sus rábulas, parientes, primos, hermanos o empleados) habrá de consagrar en letras de fantasía y servilleta de papel crepé. Esos medran en todos los gobiernos y siempre hacen de las suyas, aquí o acullá.