hombre fumando 2Los hombres son más propensos a romper los estándares morales cuando se encuentran en un ambiente competitivo donde su mal desempeño pueda hacer disminuir su sentido de masculinidad, indica un estudio realizado por el College of Charleston, en los Estados Unidos.

 

Según el artículo, publicado en Scientific American, los estudios muestran patrones de deshonestidad masculina que pueden ser correlacionados con contextos socio-culturales en los cuales los hombres son motivados a defender su masculinidad.

La profesora de Psicología Cindi May, a cargo del estudio, analizó investigaciones que demuestran que los hombres poseen estándares morales más bajos que las mujeres.

Los studios muestran que los hombres son más proclives a mentir, en especial en situaciones donde su mal rendimiento puede cuestionar su masculinidad. Los hombres minimizan más las consecuencias de una conducta inmoral y optan por tácticas éticas cuestionables. Además, dicen mentiras más grandes y con más frecuencia.

El patrón de comportamiento es más pronunciado en áreas donde el éxito es visto como un signo de vigor masculino y competencia, y donde perder significa debilidad, impotencia o cobardía, asegura la profesora May.

Cuando los hombres emplean estrategias o astucias para probar o defender su masculinidad, están dispuestos a ceder en los estándares morales para buscar dominio, explica la investigadora.

Citando a una serie de estudios realizados por Laura Kray, de la Universidad de California , Berkeley, y de Michael Haselhuhn, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, May argument que la raíz del patrón de conducta puede ser socio-cultural.

Kray y Haselhuhn sugieren que perder batallas, en especial en campos muy competitivos y masculinos, representan una amenaza a la masculinidad.

La masculinidad es relativamente frágil y precaria cuando es retada y los hombres tienden a ser más agresivos y suspicaces, según May.

Para probar su hipótesis, los investigadores efectuaron varios experimentos para comparar no sólo las clases de decisiones morales de hombres y mujeres, sino los factores personales y el contexto que los influencian.

En una de las pruebas, los participantes evaluaron un escenario ético donde una pareja de ancianos venden su casa familiar esperando que el comprador la conserve. El comprador en realidad busca demolerla y construir un nuevo edificio en el lugar. Los participantes tenían que decidir si el comprador estaba moralmente obligado a revelar sus intenciones contrarias a las de los vendedores.

En otra prueba completaron un cuestionario donde respondieron cuánto veían la negociación como una tarea masculina.

Kray y Haselhuhn coincidieon con otros hallazgos en que los hombres que tomaron parte en el experimento eran más tolerantes al momento de ocultar información a los vendedores, actitud que fue más pronunciada en aquellos que consideraban la negociación como una acción masculina. Estos hombres consideraron más aceptable engañar a los ancianos, por considerar que era un logro de masculinidad.

Otros estudios llegaron a las mismas conclusiones. En uno de ellos los participantes evaluaron si era moral revelar las intenciones de un comprador en una operación de corretaje cuando estaba en conflicto con sus intereses.

En otra prueba, se pidió a los participantes imaginarse haber mentido o que otra persona mintió, y decir si eso es moralmente aceptable. Los hombres se mostraron significativamente más propensos a no revelar sus intenciones en el primer escenario, y a condenar la mentira en el segundo escenario, lo cual indica que sus estándares morales son más bajos. Pero cuando se colocaron en la situación de vendedor y no de comprador, se mostraron más inclinados a que el comprador revele sus intenciones.

Los hombres evidenciaron estar mucho más decididos a justificar una mentira cuando se les pidió juzgar sus propias acciones que las de otros.

Contrariamente, los jucios éticos de las mujeres se mantuvieron iguales en todas las perspectivas, incluso cuando la elección ética podía frenar su éxito, mantuvieron sus estándares éticos.

May tambié abordó un studio de Robert J. Robinson, de la Escuela de Negocios de Harvard, y de Roy J. Lewicki, de la Universidad Ohio State, y de Eileen M. Donahye, del Wellesley College, donde se analizó la disposición de los individuos a violar sus principios éticos en un rango de escenarios de negociación, donde los hombres fueron más propensos que las mujeres a aceptar tácticas inmorales, como hacer falsas promesas, presentar información falsa o sabotear a sus oponentes.

El estudio hallo que esto fue especialmente valedero para los hombres que creían que la negociación era una parte innata e integral de su naturaleza masculina.

May subraya que las conclusiones de los estudios utilizaron escenarios competitivos de negociación, donde fallar se asoció a un menor estatus financiero, a una amenaza a su rango profesional y a debilidad, y cree posible que en escenarios donde se pone a prueba la competencia femenina es posible que las mujeres puedan presentar los mismos fallos morales.

No obstante, May precisa que estos hallazgos sugieren que si los estándares éticos son un factor significativo en su elección de asesores financieros o agentes de corretaje, “es mejor optar por Bernadette que por Bernie”, agregó comentando que es preferible contratar a una mujer que a un hombre.