Después de la muerte de su viejo amigo, Albert Einstein dijo “ahora Besso se ha ido de este extraño mundo un poco antes que yo. Eso no significa nada. Gente como nosotros [...] sabemos que la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente.”
Nuevas pruebas continúan sugiriendo que Einstein tenía razón: la muerte es una ilusión.
Nuestra clásica forma de pensar se basa en la creencia de que el mundo tiene una existencia objetiva independiente del observador. Pero una larga lista de experimentos demuestra lo contrario. Creemos que la vida es sólo la actividad del carbono y moléculas que se le unen; vivimos un tiempo y luego nos podrimos en la tierra.
Creemos en la muerte porque se nos ha enseñado que morimos. También, por supuesto, porque nos asociamos con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos mueren. Fin de la historia. Pero el Biocentrismo —una nueva teoría de todo— nos dice que la muerte no puede ser el evento final que pensamos.
Sorprendentemente, si añadimos vida y conciencia a la ecuación, se pueden explicar algunos de los mayores enigmas de la ciencia. Por ejemplo, resulta claro por qué el espacio y el tiempo —e incluso las propiedades de la materia misma— dependen del observador. También se hace evidente por qué las leyes, las fuerzas y las constantes del universo parecen finamente sintonizadas con la existencia de la vida.
Mientras no reconozcamos el universo que existe en nuestras cabezas, intentar comprender la realidad seguirá siendo un camino que no lleva a ninguna parte.
Consideremos el clima, que está “fuera” de nosotros: vemos un cielo azul, pero las células en el cerebro podrían cambiar para que el cielo parezca verde o rojo. De hecho, con un poco de ingeniería genética probablemente podríamos hacer vibrar todo lo que es de color rojo o producir un ruido, o incluso hacer que nos vengan ganas de tener sexo como ocurre con algunas aves. Podríamos creer que fuera de nosotros hay luz; pero los circuitos de nuestro cerebro podrían cambiar para que parezca oscuro. Uno cree que hay calor y humedad, pero para una rana tropical el ambiente está frío y seco. Esta lógica se aplica a casi todo. Conclusión: lo que vemos podría no estar presente sin nuestra conciencia.
En verdad, no vemos nada a través del recipiente óseo que protege al cerebro. Nuestros ojos no son portales al mundo. Todo lo que vemos y experimentamos ahora —incluso en nuestros cuerpos— es un torbellino de información que ocurre en nuestras mentes.
Según el Biocentrismo, el espacio y el tiempo no son los objetos duros y fríos que pensamos. Agitemos la mano en el aire; si nos llevamos todo [el aire], ¿qué queda? Nada. Lo mismo ocurre con el tiempo. Espacio y tiempo son simplemente las herramientas para armar todo.
Reflexionemos sobre el famoso experimento de las dos rendijas. Cuando los científicos observan una partícula que pasa a través de dos rendijas que hay en una barrera, la partícula se comporta como una bala y pasa a través de una ranura o de la otra. Pero si no observamos, la partícula actúa como una onda y puede ir a través de las dos rendijas al mismo tiempo. Entonces, ¿cómo puede una partícula cambiar su comportamiento dependiendo de si la vemos o no la vemos? La respuesta es simple: la realidad es un proceso que involucra a nuestra conciencia.
O consideremos el famoso principio de incertidumbre de Heisenberg. Si realmente hay un mundo allá afuera con partículas rebotando, entonces nosotros deberíamos poder medir todas sus propiedades. Pero no podemos. Por ejemplo, no se puede conocer al mismo tiempo la ubicación exacta y el impulso de una partícula. Entonces, ¿por qué debería importarle a una partícula lo que hayamos decidido medir?
Y ¿cómo pueden pares de partículas enmarañadas conectarse instantáneamente en lados opuestos de la galaxia, como si no existiesen espacio y tiempo? Una vez más, la respuesta es sencilla: porque no están simplemente “afuera”; el espacio y el tiempo son nada más que herramientas de nuestra mente.
La muerte no existe en un mundo eterno, infinito1. La inmortalidad no significa una existencia perpetua en el tiempo, sino que reside completamente fuera del tiempo.
Nuestra manera lineal de pensar acerca de tiempo es también incompatible con otra serie de experimentos recientes. En 2002, los científicos demostraron que las partículas de luz (fotones) sabían anticipadamente lo que harían en el futuro sus distantes gemelos. Sometieron a prueba la comunicación entre pares de fotones. Dejaron que un fotón terminara su viaje; [este fotón] tenía que decidir si sería una onda o una partícula. Los investigadores extendieron la distancia que debía recorrer el otro fotón para alcanzar su propio detector.
Sin embargo, los investigadores podían agregar un codificador2 para evitar que el fotón se descompaginara convirtiéndose en partícula. De alguna manera, a través de la distancia, instantáneamente, como si no hubiese espacio ni tiempo entre ellos, el primer fotón sabía lo que el investigador iba a hacer antes de que eso sucediera. Los fotones decidieron no convertirse en partículas incluso antes de que su gemelo se encontrase con el codificador. No importa cómo hagamos el experimento. Nuestra mente y su conocimiento son lo único que determina cómo se comportan. Los experimentos confirman constantemente estos efectos dependientes del observador.
¿Insólito? Considere otro experimento que fue publicado recientemente en la prestigiosa revista científica Science (Jacques et al, 315, 966, 2007). En Francia los científicos dispararon los fotones en un aparato y demostraron que lo que hicieron podía cambiar con carácter retroactivo algo que ya había ocurrido en el pasado.
Mientras los fotones pasaban una horquilla en el aparato, tenían que decidir si se comportaban como partículas o como ondas cuando impactaran en un escindidor de haz de luz. Posteriormente —cuando los fotones habían pasado la horquilla—, el experimentador podría encender y apagar aleatoriamente un segundo escindidor de haz de luz. Ahora resulta que lo que el observador decidió hacer en ese momento determinó lo que la partícula había hecho en la horquilla. En ese momento, el experimentador eligió su pasado3 [no el del fotón].
Por supuesto, vivimos en el mismo mundo. Pero los críticos afirman que este comportamiento se limita al mundo microscópico. Pero este punto de vista de “dos mundos” (es decir, un conjunto de leyes físicas para objetos pequeños y otro para el resto del universo, incluyéndonos a nosotros) no tiene ninguna base en la razón, y diversos laboratorios alrededor del mundo lo ponen en tela de juicio. Un par de años atrás, los investigadores publicaron un artículo en Nature (Jost et al., 459, 683, 2009) en el que demostraban que el comportamiento cuántico se extiende al ámbito cotidiano. Se “engañó” a pares de iones vibrantes para que se entrelazaran o confundieran, de tal manera que sus propiedades físicas se mantuvieran enlazadas cuando quedaban separados por grandes distancias (“espeluznante acción a distancia”, dijo Einstein). Otros experimentos con moléculas gigantes llamadas buckminsterfullereno también demuestran que la realidad cuántica se extiende más allá del mundo microscópico. Y en 2005, cristales KHC03 mostraban crestas de contacto de media pulgada de alto, comportamiento cuántico que ya se insinúa en el mundo ordinario de los objetos a escala humana.
Generalmente rechazamos como ficción los universos múltiples de la serie Star Trek, pero resulta que en ella hay más de un bocado de verdad científica. Uno de los aspectos bien conocido de la física cuántica es que las observaciones no se pueden predecir absolutamente. En cambio, hay una gama de posibles observaciones, cada una con una probabilidad diferente. Una explicación convencional, la interpretación de “muchos mundos”, nos dice que cada una de estas posibles observaciones corresponde a un universo diferente (el “multiverso”). Hay un número infinito de universos y todo lo que podría pasar ocurre en algún universo. En estos escenarios, la muerte no existe en ningún sentido real. Todos los universos posibles existen simultáneamente, sin importar lo que pase en cualquiera de ellos.
La vida es una aventura que trasciende nuestro ordinario modo lineal de pensar. Cuando morimos, no lo hacemos en una matriz al azar como el movimiento de bolas de billar sino en la ineludible matriz de vida. La vida tiene una dimensionalidad no lineal; es como una flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso.
“En la mayoría de los hombres las influencias de los sentidos”, dijo Ralph Waldo Emerson “han dominado a la mente en tal medida, que las paredes del espacio y el tiempo han llegado a verse sólidas, reales e infranqueables; y en el mundo hablar con ligereza de estos límites es signo de locura”.
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1 En ingles “a timeless, spaceless world”, esto es, ‘un mundo sin tiempo y sin espacio’. [Nota de Con nuestro Perú.]
2 En inglés scrambler,que podría entenderse como ‘revolvedor’, ‘desordenador’, porque en experimentos de física y comunicaciones, estos codificadores desordenan los elementos y los reordenan al llegar a su destino. [Nota de Con nuestro Perú.]
3 En inglés tenemos “At that moment, the experimenter chose his past”, no “At that moment, the experimenter chose its past” (poner his ‘su (de él)’ indica claramente que se refiere a la persona, no al fotón). [Nota de Con nuestro Perú.]
Traducción por Con nuestro Perú de
SorenDreier.com, 12-11-2013
http://sorendreier.com/evidence-suggests-death-isnt-the-end/
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