Luchas campesinas, transgénicos y consumo responsable agroecológico
El 17 de abril se conmemora la lucha por la tierra y por la dignidad de los hombres y mujeres campesinas. La Vía Campesina eligió ese día en memoria de la matanza por los paramilitares de 19 campesin@s del MST que, el 17 de abril de 1996, marchaban reclamando el derecho a la tierra en el estado de Pará (Brasil).
El derecho a la tierra es también el derecho a una alimentación saludable para tod@s las personas y todos los pueblos. La industrialización y mercantilización de los alimentos tiene consecuencias catastróficas sobre la salud, la naturaleza y la vida campesina a escala mundial.
Las multinacionales del agronegocio envenenan la naturaleza con químicos y transgénicos, provocando un genocidio alimentario por hambre, comida basura y enfermedades alimentarias. Inundan el mercado con alimentos producidos en suelos muertos y aguas contaminadas. Pero también con alimentos procesados repletos de azúcar refinado, colorantes y conservantes. Los alimentos producidos contando con la naturaleza y las necesidades de la población son desplazados del mercado por los alimentos industrializados. Con la desaparición de la alimentación saludable desaparecen también los campesinos que la producen.
La alimentación abundante en frutas y verduras de temporada producida por agricultoras y ganaderas ecológicas para mercados locales, es la única que puede garantizar una alimentación saludable para todas las personas y todos los pueblos. La agroecología es el único modelo sostenible de producción alimentaria capaz de garantizar simultáneamente una alimentación sana y suficiente para tod@s, el respeto a la biodiversidad y la fertilidad de la tierra, el empleo rural y el equilibrio territorial, es decir, la seguridad y la soberanía alimentaria.
Si la producción agraria químico-transgénica sigue avanzando, la agroecología tiene los días contados. El estado español sigue a la cabeza de la producción, experimentación y consumo de transgénicos en Europa. La industria biotecnológica –con sus fundaciones y científicos- goza de buena salud.
La producción de alimentos ecológicos contiene dos dinámicas diferentes aunque complementarias. La primera tiene que ver con la agricultura entendida como el metabolismo del trabajo campesino, la naturaleza y la sociedad, en un entorno tecnológico respetuoso con la vida, el empleo y los derechos humanos. La segunda consiste en el consumo de alimentos en las ciudades que incluye logística, transporte, almacenamiento, hábitos y preferencias alimentarias de la población, elaboración y comunicación social de cultura alimentaria, diálogo campo-ciudad, canales propios de distribución, restauración colectiva, huertos urbanos, etc.
La agricultura responsable (agroecología) y el consumo responsable (ecológico) son dos componentes del mismo proceso. Producción y consumo necesitan crecer juntos. Ni l@s agricultor@s pueden dedicarse a organizar a l@s consumidor@s ni l@s consumidor@s urbanos, con nuestras iniciativas de educación ambiental, podemos suplantar a l@s agricultor@s profesionales. El tránsito de la agricultura irracional a la agricultura ecológica exige –al igual que el tránsito del consumo irresponsable al consumo ecológico- de un trabajo cultural, organizativo y económico. Ese trabajo no es el mismo en el campo que en la ciudad.
El fracaso del consumo responsable agroecológico en las ciudades explica porqué nuestra agroecología también es un fracaso, al dirigirse casi toda nuestra producción ecológica a la exportación. De aquí podemos deducir que: a) es imprescindible un crecimiento fuerte y sostenido de la demanda interior para absorber la oferta de nuestros agricultor@s ecológicos; b) el aumento de la agroecología requiere la disminución de la agricultura industrial, al igual que el aumento del consumo responsable requiere de la disminución del consumo irresponsable; c) para que los alimentos ecológicos desplacen a los convencionales, hacen falta mercados locales, canales de distribución propios y un trabajo cultural intenso para variar las preferencias de un@s consumidor@s intoxicad@s por una publicidad invasiva; d) la iniciativa cultural y económica de las redes sociales comprometidas con el consumo responsable agroecológico tiene un papel relevante en este proceso.
Los transgénicos constituyen la máxima expresión de la producción industrial de alimentos, causante de la inseguridad alimentaria, la destrucción de la naturaleza y la sustitución del campesino por el empresario agrícola. La lucha campesina está unida con la agroecología y el consumo responsable, amenazados de muerte por los transgénicos. Sin esta alianza, la lucha campesina sería una lucha sectorial fracasada de antemano.
Nuestra debilidad es su fortaleza. No podemos seguir poniendo una vela a Dios y otra al Diablo. Ya va siendo hora de que las organizaciones agrarias que defienden a los campesinos dejen de hacer declaraciones contra los transgénicos y las multinacionales, mientras mantienen un sector agroecológico decorativo y apuestan cada día por la agricultura química y transgénica para la exportación.
Ya va siendo hora de que asociaciones, como la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, que tienen entre sus fines la defensa de la agricultura ecológica, debatan abiertamente sobre los perjuicios que los transgénicos están causando en la agricultura ecológica sin dar facilidades a los científicos de las multinacionales del agronegocio.
Ya va siendo hora de que l@s ecologistas y consumidor@s responsables demostremos, con los hechos, nuestro compromiso con las luchas campesinas abandonando la comida basura y los circuitos de comercialización globalizados abordando, fuera de injerencias partidistas, la defensa de la agroecología, el consumo responsable, el principio de precaución y la soberanía alimentaria. (lahaine)
COEXISTENCIA CON TRANSGÉNICOS, NO, NO Y NO.
NI PRODUCIDOS, NI IMPORTADOS, NI CONSUMIDOS.
PROHIBICIÓN TOTAL
Pilar Galindo, cooperativista de La Garbancita Ecológica, es socia de la SEAE y pertenece a los GAKs