Aleksandr Dunáev
Los agricultores italianos salen a las calles de Roma y otras ciudades para denunciar una situación insostenible creada por los jabalíes que invaden los espacios urbanos y rurales, destruyen las cosechas y atacan a la gente.
En Italia, con la pandemia del coronavirus, la naturaleza reconquistó varios espacios. En 2020 Internet pululaba de imágenes de delfines que volvían al Gran Canal de Venecia y de cisnes que se anidaban en las riberas fluviales.
Los jabalíes también aprovecharon la brusca reducción de la actividad humana en la campaña y las ciudades. Desde la primavera de 2020 su población en Italia creció en un 15 por ciento, hasta 2,3 millones de ejemplares, una cifra récord jamás registrada. Pero, a diferencia de los bellos cisnes y delfines, la presencia de los ungulados no parece fascinar ni a los habitantes de las ciudades, ni a los agricultores.
UN ANIMAL QUE ESPANTA
A mediados de mayo en un aparcamiento de Roma una mujer fue atacada por una manada de jabalíes que le arrancaron la bolsa con las compras del supermercado. Un caso que en Italia ya no causa mucho estupor, dado que no es raro encontrar los animales cerca de los basureros, en los patios de las casas, en el mar o incluso en las piscinas.
Según los datos de la Confederación Nacional de Cultivadores Directos (Coldiretti), que organizó las manifestaciones de este jueves, cada 48 horas en Italia se produce un accidente con jabalíes, mientras durante el año pandémico los ataques de los animales dejaron 16 muertos y 215 heridos.
Además, los ungulados son una plaga para los coches: en la última década la cifra de los accidentes en las carreteras provinciales italianas casi se dobló y es fácil de imaginar las consecuencias del choque con un animal que puede pesar hasta 150 kilos y alcanzar los 1,2 metros de altura.
MATAR A LOS JABALÍES POR SU BIEN
Los manifestantes que se reunieron delante del palacio de Montecitorio (sede del Parlamento italiano) también denuncian los daños que los jabalíes causan a sus propiedades y sus cosechas. Se estima que cada año la agricultura nacional pierde más 200 millones de euros por su culpa.
"Invaden nuestras tierras, pero no tenemos derecho de matarlos sin un permiso especial", se queja a Sputnik Andrea, un agricultor de la región de Lacio, en tanto su compañero Pietro exige el "derecho de plomo", o sea la autorización para abatir indiscriminadamente a los ungulados que irrumpen en los espacios agrícolas y en las viviendas.
Mientras tanto, toma el micrófono el ministro para la Administración Pública, Renato Brunetta, que en el pasado también fue miembro de la Comisión de Agricultura de la Cámara. En un discurso apasionado define a los jabalíes como "un problema prioritario: no podemos desperdiciar nuestras inversiones por un ambientalismo malentendido. Nosotros, los agricultores, somos más ambientalistas que los ambientalistas de salón".
Matteo Salvini, líder de la Liga, uno de los partidos de derecha más importantes del país, es aún más categórico: "Ni yo, ni los que trabajan en el campo queremos ver a los jabalíes en los dormitorios". Termina su intervención con una sentencia paradójica: "Hay que matarlos, está en sus propios intereses".
El público aplaude con entusiasmo. "Tiene razón, hay que acabar con eso lo antes posible", comenta Giovanna, una activista vestida con la camiseta y el sobrero de Coldiretti.
¿HAY UNA SOLUCIÓN FÁCIL?
Según las encuestas, los italianos tienden a apoyar este enfoque duro. Un sondeo de la Condiretti y la agencia sociológica Ixè muestra que el 62 por ciento de los encuestados les tiene miedo a los ungulados, mientras el 81 por ciento estaría a favor de abatirlos para regular su número.
De hecho, ésta es la exigencia principal de las manifestaciones de este jueves: ampliar los derechos de caza para matar a más jabalíes y tener la posibilidad de solicitar la ayuda de las fuerzas del orden en situaciones críticas.
Sin embargo, hay quien no está de acuerdo. La organización ambientalista Liga Anti Vivisezione (LAV) indica que "la gestión de las poblaciones de animales selváticos ya está confiada a los cazadores, pero los daños para la agricultura que se imputan a los jabalíes no paran de crecer".
Por lo tanto, "la caza resultó un fracaso total. Provoca la muerte de millones de animales y alterna los equilibrios de las especies, estimulando la expansión de los jabalíes, a la que en los últimos años también contribuye la introducción de animales de la Europa Oriental de parte de los cazadores que quieren tener más víctimas que cazar".
Los ambientalistas instan a buscar un enfoque más científico que permita la convivencia entre los animales salvajes y las actividades humanas. En pocas palabras, dicen que los problemas medioambientales no tienen soluciones fáciles. Pero, de momento, no parece que los agricultores tengan ganas de escucharlos.
Con información de Sputnik