La “joya peruana” se vendió al sur
tienda wongPor Humberto Campodónico

La compra de Wong ha sido caracterizada así por el magnate chileno-alemán Horst Paulmann: "nos hemos casado con los Wong". Habría habido, entonces, una especie de "compra cruzada": Cencosud compra el 100% de Wong y, a la vez, Wong compra acciones de Cencosud.

Pero cuando se analizan las frías cifras, la realidad es otra. Cencosud compra el 100% de las acciones de Wong por US$ 500 millones, mientras que Wong compra US$ 200 millones en acciones de Cencosud. Como el capital total de Cencosud es de US$ 7,950 millones, la participación accionaria de Wong equivale solo al 2.52%.

En la Memoria 2006 de Cencosud (www.cencosud.cl) se establece claramente que "el controlador de los socios es don Horst Paulmann Kemna, quien posee el 65.16% de la propiedad, personalmente y a través de su cónyuge, parientes y las sociedades Inversiones Quinchamalí Ltda., Inversiones Latadía Ltda e Inversiones Tano Ltda., también controladas por él" (p. 14). Por tanto, más que haberse casado con Cencosud, se podría decir que Wong se ha convertido en su pequeña dama de compañía.

La compra de Wong agrava las asimetrías entre las inversiones de ambos países. Según el Comité de Inversiones Extranjeras, organismo oficial chileno, la inversión peruana en Chile en el período 1974-2006 apenas llega a US$ 23.4 millones, no habiéndose registrado inversión alguna en el 2004, el 2005 y el 2006 (www.foreigninvestment.cl) .
Mientras, la inversión chilena en el Perú, según la Cancillería de ese país, sumó US$ 5,500 millones de 1999 al I Semestre del 2007, más US$ 500 millones por la compra de Wong. En total, entonces, son US$ 6,000 millones chilenos en el Perú contra US$ 223 millones peruanos en Chile (los 23 millones anteriores más los 200 millones de Wong). Chile gana 27 a 1.

Lo que estas cifras revelan es una debilidad evidente del empresariado peruano, no solo en las inversiones en el exterior, sino en su propio terreno. Así, por ejemplo, Coca Cola compró Inca Kola, Bavaria compró Backus, las cadenas chilenas tienen buena parte de los servicios comerciales (Grupo Falabella y Grupo Ripley). También la minería, el petróleo y el gas están en manos de transnacionales (no sucede así en Chile, Brasil y Colombia donde las empresas estatales tiene participación empresarial directa), de la misma manera que los teléfonos y las AFP.

Tampoco tenemos línea aérea de bandera ni empresa naviera nacional. Incluso en negocios menores (como las cadenas de farmacias) o el recojo de basura (la brasileña Tralima), la empresa peruana brilla por su ausencia. Donde sí se ha logrado un desarrollo de relativa importancia es en el sector textil y agroindustrial (sectores que no pueden caracterizarse como de "avanzada tecnológica" en esta época de globalización).

Esto no es gratuito, sino que responde a la lógica neoliberal: el mercado interno importa poco (las dos rebajas arancelarias, sobre todo la última, perjudican seriamente a los empresarios nacionales) y se privilegia a la inversión extranjera que, supuestamente, tiene el encargo de propiciar nuestro crecimiento y desarrollo. Es allí donde calza la frase: el capital no tiene patria (siempre que no venga de la Venezuela de Chávez).

Están equivocados. Sí importa quién lidera, como lo saben bien los países industrializados que protegen sus industrias estratégicas y sus mercados nacionales. Lo niegan los neoliberales que ven todo como puros asuntos de "mercados" y supuesta "eficiencia". No se dan cuenta de que en la compra de Wong-Perú por Cencosud-Chile una línea invisible, pero bien real, se ha traspasado malhiriendo el orgullo nacional (bien o mal entendido, pero indispensable). Dice el refrán, "tanto va el cántaro a la fuente, que termina por romperse". ¿Será?

Nota: En el artículo "¿La inflación en el diván?" (16/12/07) escribimos que la inflación de Lima Metropolitana era de 4.31%, cuando en realidad la cifra es 3.46%, lo que ahora rectificamos.

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