Cuatro enfoques teóricos

Por Humberto Campodónico


Ha habido cuatro enfoques teóricos desde la década del 50 del siglo pasado. El primero es el primario-exportador, que prevaleció durante los gobiernos de Odría y Prado. Este enfoque considera que el Perú es una pequeña economía abierta al mundo, cuyo crecimiento depende de la explotación de sus recursos naturales, sobre todo, minería y petróleo. En el modelo primario-exportador el rol del Estado en la economía es bastante reducido, pues se considera que las inversiones privadas dirigidas al sector primario son el eje de acumulación.


El segundo enfoque comenzó a fines de los 50 y se denomina Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) y fue impulsado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), con el economista argentino Raúl Prebisch a la cabeza. Se afirma que existe una tendencia al deterioro de los precios de las materias primas que exporta América Latina mientras que, por el contrario, aumentan los precios de los bienes industriales que se importan de los países del “centro”.

Para contrarrestar estas dos tendencias negativas, se debe fomentar la industrialización y el Estado tiene que jugar un rol importante, tanto en la promoción de este nuevo modelo (nuevo esquema de precios relativos), como en su participación activa, por ejemplo a través de los bancos de fomento (industrial, hipotecario, minero y agrario) o con la intervención directa a través de empresas estatales.

Durante el gobierno militar de Juan Velasco la ISI alcanza su punto más alto, pues estas medidas de política aumentan en magnitud e intensidad. Así, por ejemplo, se crean las empresas públicas Petroperú, Electroperú, Minero Perú, Induperú, entre otras.

Pero durante el gobierno militar se va más allá del modelo ISI, pues se adopta, en parte, el enfoque de la “teoría de la dependencia”. Este tiene un componente más radical que el ISI, pues afirma que el desarrollo no es posible si no se enfrentan los problemas estructurales que aquejan la formación económica y social de los países. Así, los problemas de la región se originan en la relación de dependencia con los países del centro, relación que debe romperse para pasar al nuevo estadio de crecimiento.

El tercer enfoque, el Consenso de Washington, surgió a principios de los 90, como consecuencia de la crisis de la deuda externa. Este enfoque, también llamado “políticas de ajuste estructural”, consiste en la apertura, liberalización y desregulación de todos los mercados, así como en el retiro del Estado de toda actividad empresarial, privatizando las empresas públicas. Como se aprecia, estas “reformas estructurales” tienen un contenido claramente opuesto a las reformas implementadas 25 años atrás (el péndulo se corrió al otro extremo). Uno de los elementos centrales de esta propuesta es que los problemas de los países en desarrollo no tienen que ver con causas externas (alzas de tasas de interés internacionales, baja de los precios de las materias primas, medidas proteccionistas en los países industrializados), sino que corresponden a problemas internos: intervencionismo estatal e ineficiente asignación de los factores de producción.

Desde principios del nuevo milenio, los principales “centros de pensamiento” convinieron que había que dejar atrás el enfoque “economicista” del Consenso de Washington, debido a sus magros resultados en términos de crecimiento y al agravamiento de las desigualdades en la distribución del ingreso.

Los nuevos enfoques (no hay un “modelo único”) plantean la importancia del rol de las instituciones y la necesidad de una nueva redefinición de los roles del mercado, el Estado y la sociedad civil. Si bien cada vez más queda claro que es necesario avanzar en esa dirección, en el Perú seguimos con el péndulo neoliberal al tope del asta, pensando que “las inversiones y el mercado lo resuelven todo”, dejando de lado los nuevos enfoques. Pareciera que la consigna es: “no cambiar nada para que nada cambie”. ¿Hasta cuándo?

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