Europa: Crisis soberana y crisis bancaria
Por Humberto Campodónico
Está terminando el verano europeo y cada vez queda más claro que no se está resolviendo la crisis de las deudas soberanas ni la del sector bancario.
Por Humberto Campodónico
Está terminando el verano europeo y cada vez queda más claro que no se está resolviendo la crisis de las deudas soberanas ni la del sector bancario.
En efecto, los únicos compradores de la deuda griega son el Banco Central Europeo (BCE) y los bancos centrales del área euro. Al mismo tiempo, los inversionistas confían cada vez menos en los bonos del gobierno irlandés, mientras que los bonos portugueses se transan a niveles muy por encima de los bonos alemanes (Bund).
Así, las crisis de la deuda soberana y bancaria se refuerzan mutuamente, ya que los gobiernos tienen que apoyar a sus bancos y, a la vez, los bancos son propietarios de enormes cantidades de bonos periféricos de los gobiernos. Por tanto, las cosas no han cambiado mucho desde que describimos este círculo vicioso en junio y concluimos que había formidables obstáculos para la solución de la crisis bancaria y la crisis soberana.
Los párrafos que anteceden son de un artículo reciente de Joachim Fels, jefe del equipo para la Economía Global de Morgan Stanley, uno de los bancos de inversión más grandes del mundo (1). Ellos conocen “desde adentro” los problemas de los bancos, los gobiernos y las industrias, ya que financian fusiones y adquisiciones de empresas, suscripción de acciones y financiamiento de deuda soberana y comercial.
Dice Fels que los bancos han perdido la credibilidad de los inversionistas, pues no se confía en que sean solventes. Si bien hace poco los bancos se sometieron a un “test de stress” (que debía transparentar sus cuentas) para, así, obtener el dinero suficiente y recapitalizarse, esto no ha sucedido. Por esa razón, el BCE ha tenido que seguir dándoles “cantidades ilimitadas de liquidez” para que puedan seguir operando.
Pero, dice Fels, el problema no es de liquidez (“eso solo permite ganar tiempo”), sino de capital, es decir que los bancos aumenten su patrimonio poniendo capital fresco.
Pero, de un lado, los accionistas de los bancos privados no quieren porque eso diluye su patrimonio y, de otro, los propietarios de la banca pública (nacional y local) tienen enormes déficits fiscales y enfrentan una fuerte oposición del electorado, que se niega a que “se le tire plata a los bancos”.
Por eso muchos bancos privados se ven forzados a “desapalancar” sus balances (vender activos para pagar su deuda), en lugar de inyectar capital fresco. En otras palabras, no quieren poner “de la suya”, que bien guardada debe estar en los bancos suizos y/o en los paraísos fiscales.
Muchos gobiernos europeos tienen un problema similar: si no pueden “levantar plata” en los mercados de capitales (o sea, endeudarse, como le sucedió a Grecia), entonces no les queda más que subir los impuestos y cortar el gasto. Pero, continúa Fels, “así como los accionistas de los bancos se niegan a aumentar su capital, los accionistas del gobierno (el electorado) también se oponen a los drásticos recortes fiscales”.
¿Cuál es la salida? Podría ser la “maquinita” (emisión inorgánica del Banco Central), pero está prohibida por el Tratado de Maastricht (además ahora hay un solo BCE, en Alemania). Otra opción es que otros gobiernos ayuden a los que están en problemas y/o que entre el FMI. Una tercera vía es la flamante “Facilidad Financiera para la Estabilidad Europea” para darle créditos a los gobiernos con problemas si es que aplican un programa de estabilización (como el FMI).
Dice Fels que si bien esta Facilidad (que está financiada por los países más grandes) podría arreglar algo el problema, “también podría ser que “el tiro le salga por la culata”, pues si los deudores no pagan sus deudas, entonces los países grandes pasarían a ser parte del problema”. ¿Podría el BCE salvarlos a todos? Bien difícil. Así, en Europa se vislumbra un otoño bien movido, con protestas sociales crecientes.
(1) Ver artículo completo en http://www.morganstanley.com/views/gef/team/index.html#anchorjoachimfels
www.cristaldemira.com
Así, las crisis de la deuda soberana y bancaria se refuerzan mutuamente, ya que los gobiernos tienen que apoyar a sus bancos y, a la vez, los bancos son propietarios de enormes cantidades de bonos periféricos de los gobiernos. Por tanto, las cosas no han cambiado mucho desde que describimos este círculo vicioso en junio y concluimos que había formidables obstáculos para la solución de la crisis bancaria y la crisis soberana.
Los párrafos que anteceden son de un artículo reciente de Joachim Fels, jefe del equipo para la Economía Global de Morgan Stanley, uno de los bancos de inversión más grandes del mundo (1). Ellos conocen “desde adentro” los problemas de los bancos, los gobiernos y las industrias, ya que financian fusiones y adquisiciones de empresas, suscripción de acciones y financiamiento de deuda soberana y comercial.
Dice Fels que los bancos han perdido la credibilidad de los inversionistas, pues no se confía en que sean solventes. Si bien hace poco los bancos se sometieron a un “test de stress” (que debía transparentar sus cuentas) para, así, obtener el dinero suficiente y recapitalizarse, esto no ha sucedido. Por esa razón, el BCE ha tenido que seguir dándoles “cantidades ilimitadas de liquidez” para que puedan seguir operando.
Pero, dice Fels, el problema no es de liquidez (“eso solo permite ganar tiempo”), sino de capital, es decir que los bancos aumenten su patrimonio poniendo capital fresco.
Pero, de un lado, los accionistas de los bancos privados no quieren porque eso diluye su patrimonio y, de otro, los propietarios de la banca pública (nacional y local) tienen enormes déficits fiscales y enfrentan una fuerte oposición del electorado, que se niega a que “se le tire plata a los bancos”.
Por eso muchos bancos privados se ven forzados a “desapalancar” sus balances (vender activos para pagar su deuda), en lugar de inyectar capital fresco. En otras palabras, no quieren poner “de la suya”, que bien guardada debe estar en los bancos suizos y/o en los paraísos fiscales.
Muchos gobiernos europeos tienen un problema similar: si no pueden “levantar plata” en los mercados de capitales (o sea, endeudarse, como le sucedió a Grecia), entonces no les queda más que subir los impuestos y cortar el gasto. Pero, continúa Fels, “así como los accionistas de los bancos se niegan a aumentar su capital, los accionistas del gobierno (el electorado) también se oponen a los drásticos recortes fiscales”.
¿Cuál es la salida? Podría ser la “maquinita” (emisión inorgánica del Banco Central), pero está prohibida por el Tratado de Maastricht (además ahora hay un solo BCE, en Alemania). Otra opción es que otros gobiernos ayuden a los que están en problemas y/o que entre el FMI. Una tercera vía es la flamante “Facilidad Financiera para la Estabilidad Europea” para darle créditos a los gobiernos con problemas si es que aplican un programa de estabilización (como el FMI).
Dice Fels que si bien esta Facilidad (que está financiada por los países más grandes) podría arreglar algo el problema, “también podría ser que “el tiro le salga por la culata”, pues si los deudores no pagan sus deudas, entonces los países grandes pasarían a ser parte del problema”. ¿Podría el BCE salvarlos a todos? Bien difícil. Así, en Europa se vislumbra un otoño bien movido, con protestas sociales crecientes.
(1) Ver artículo completo en http://www.morganstanley.com/views/gef/team/index.html#anchorjoachimfels
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