La inestabilidad y el gobierno de los ricos
Por Humberto Campodónico
Todo planteamiento de cambio en la política económica para reducir la desigualdad en la distribución del ingreso, así como las brechas sociales que acompañan a este modelo económico excluyente, ha sido desestimado, con bastante desdén y aún más soberbia, por los “técnicos” gubernamentales y, también, por buena parte de la clase política nacional.
Así, ahora que la población comienza a orientar su voto hacia candidatos que no son los cachorros de la derecha, inmediatamente se dice que “traen inestabilidad”. Ni por asomo se les escucha ensayar alguna autocrítica para tratar de explicar la gran insatisfacción de la población con el modelo económico, a pesar de los 9 años de crecimiento.
Recordemos que en el CADE de noviembre del 2006 se planteó el problema de la desigualdad (el lema fue “no existe nosotros con alguien afuera”), concebido como una de las principales razones explicativas del altísimo voto de Ollanta Humala ese año. Pero una golondrina no hace verano, y esa tentativa de plantear —aunque sea mínimas— modificaciones redistributivas al programa económico quedó en nada.
Pero la desigualdad sí siguió avanzando, lo que también es percibido claramente por analistas internacionales, como The Economist: “si el voto de la izquierda aumentara en las próximas elecciones presidenciales, esto se deberá a las fallas de la derecha, así como a las virtudes de la izquierda. El Sr. García ha fracasado en erradicar la corrupción rampante en su partido y su gobierno no ha hecho lo que hubiera podido en aumentar los ingresos tributarios para que los programas sociales sean más efectivos.
Los peruanos siguen buscando al político que pueda combinar el crecimiento económico con un gobierno limpio, justo y efectivo” (23/9/10).
Cierto. La presión tributaria en el Perú es 14.5% del PBI (una de las más bajas de América Latina), pero el gobierno se niega a cobrarles un impuesto a las ganancias extraordinarias de las mineras y petroleras debido a los altos precios. Y tampoco es “efectivo”, sobre todo cuando permite la exportación del gas del Lote 88, aun sabiendo que está desabastecido el mercado interno.
Hay muchos ejemplos de cambios para tener un gobierno “limpio”, comenzando por botar al tacho al “perro del hortelano” y no dar leyes al caballazo, como los Decretos Legislativos de Bagua o la buena pro del Consorcio Majes-Siguas, adelantada con una “viveza criolla” digna de mejor causa por Proinversión, lo que ha levantado a todo el Cusco. A lo que se suma el aumento del salario mínimo, establecido por ley, pero que el gobierno no cumple. O la regulación en el cobro de las comisiones de las AFP (una parte fija y la otra variable, de acuerdo a la rentabilidad).
Todas estas “pequeñas cosas” poco a poco cambian la cantidad en calidad y, al final, pareciera que es solo la última gota de agua la que rebasa el vaso. No, pues. Existen muchos antecedentes del malestar de la población, como lo demostró Jürgen Schuldt en su libro “Bonanza macroeconómica y malestar macroeconómico”, ya en el 2004.
Por las razones anotadas (y muchas más que se quedan en el tablero), la población percibe que éste es un gobierno de los ricos. Según una encuesta de la CEPAL (1), solo el 9% de la población peruana cree que “la distribución del ingreso es muy justa o justa”. Por debajo de nosotros solo está Paraguay con el 6%, mientras que 22% es el promedio de la Región (2.5 veces más que en el Perú).
Que no nos digan, entonces, que “los candidatos traen inestabilidad”, cuando ésta es generada por el propio modelo económico.
Su lema ha sido “no cambiar nada para que nada cambie”, para que los beneficios se queden en pocas manos. Es de allí que proviene la inestabilidad y es lo que hay que cambiar para que ésta desaparezca.
(1) Panorama Social de América Latina 2009, www.cepal.org, página 43. Encuesta a 18 países de la Región.
www.cristaldemira.com
Recordemos que en el CADE de noviembre del 2006 se planteó el problema de la desigualdad (el lema fue “no existe nosotros con alguien afuera”), concebido como una de las principales razones explicativas del altísimo voto de Ollanta Humala ese año. Pero una golondrina no hace verano, y esa tentativa de plantear —aunque sea mínimas— modificaciones redistributivas al programa económico quedó en nada.
Pero la desigualdad sí siguió avanzando, lo que también es percibido claramente por analistas internacionales, como The Economist: “si el voto de la izquierda aumentara en las próximas elecciones presidenciales, esto se deberá a las fallas de la derecha, así como a las virtudes de la izquierda. El Sr. García ha fracasado en erradicar la corrupción rampante en su partido y su gobierno no ha hecho lo que hubiera podido en aumentar los ingresos tributarios para que los programas sociales sean más efectivos.
Los peruanos siguen buscando al político que pueda combinar el crecimiento económico con un gobierno limpio, justo y efectivo” (23/9/10).
Cierto. La presión tributaria en el Perú es 14.5% del PBI (una de las más bajas de América Latina), pero el gobierno se niega a cobrarles un impuesto a las ganancias extraordinarias de las mineras y petroleras debido a los altos precios. Y tampoco es “efectivo”, sobre todo cuando permite la exportación del gas del Lote 88, aun sabiendo que está desabastecido el mercado interno.
Hay muchos ejemplos de cambios para tener un gobierno “limpio”, comenzando por botar al tacho al “perro del hortelano” y no dar leyes al caballazo, como los Decretos Legislativos de Bagua o la buena pro del Consorcio Majes-Siguas, adelantada con una “viveza criolla” digna de mejor causa por Proinversión, lo que ha levantado a todo el Cusco. A lo que se suma el aumento del salario mínimo, establecido por ley, pero que el gobierno no cumple. O la regulación en el cobro de las comisiones de las AFP (una parte fija y la otra variable, de acuerdo a la rentabilidad).
Todas estas “pequeñas cosas” poco a poco cambian la cantidad en calidad y, al final, pareciera que es solo la última gota de agua la que rebasa el vaso. No, pues. Existen muchos antecedentes del malestar de la población, como lo demostró Jürgen Schuldt en su libro “Bonanza macroeconómica y malestar macroeconómico”, ya en el 2004.
Por las razones anotadas (y muchas más que se quedan en el tablero), la población percibe que éste es un gobierno de los ricos. Según una encuesta de la CEPAL (1), solo el 9% de la población peruana cree que “la distribución del ingreso es muy justa o justa”. Por debajo de nosotros solo está Paraguay con el 6%, mientras que 22% es el promedio de la Región (2.5 veces más que en el Perú).
Que no nos digan, entonces, que “los candidatos traen inestabilidad”, cuando ésta es generada por el propio modelo económico.
Su lema ha sido “no cambiar nada para que nada cambie”, para que los beneficios se queden en pocas manos. Es de allí que proviene la inestabilidad y es lo que hay que cambiar para que ésta desaparezca.
(1) Panorama Social de América Latina 2009, www.cepal.org, página 43. Encuesta a 18 países de la Región.
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