En América Latina ha habido dos modelos de desarrollo. Uno de ellos descansa en el impulso de la demanda externa y se ha especializado en los productos básicos (materias primas, productos agrícolas). Cuando hay un “boom” de precios, mejoran los términos del intercambio y los ingresos por exportaciones. El problema es que este modelo descansa demasiado en esa coyuntura externa y tiende a “ponerle candado” a las condiciones existentes, impidiendo el avance hacia el desarrollo de otro tipo de oferta productiva.
El otro modelo son las economías asiáticas, que se basa en una transformación doméstica de la estructura económica, orientándola hacia la producción de bienes y servicios transables (que se pueden exportar). Su dinamismo viene “desde adentro”, utilizando la tecnología y la innovación, pero con la característica central de que no se basa en nuevos inventos, sino en adoptar y adaptar la tecnología existente.
Que algo sea “nuevo” para el Perú no quiere decir que sea nuevo para el mundo porque de lo que se trata es de cerrar la brecha entre la frontera tecnológica y nosotros. Y hay que apurarse porque cerrar esa brecha de productividad es más difícil que antes. Si vamos por ese camino, entonces tenemos que la cuestión central de este modelo es que interesa menos cómo les va a “los de afuera” pues lo que verdaderamente importa es lo que pasa “adentro”.
Así comenzó, ayer viernes, la charla del economista de Harvard, Dani Rodrik, que ha sido invitado por la Universidad Católica. Rodrik se especializa en las investigaciones sobre la economía del desarrollo, las mismas que pasaron a segundo plano desde los años 90, cuando las políticas del Consenso de Washington (apertura, liberalización y desregulación de los mercados) tomaron la batuta.
Agrega Rodrik que el modelo de los países asiáticos tiene tres ingredientes clave. El primero es que promueve la diversificación y el cambio estructural en la economía, lo que significa que los gobernantes ven a esta política como una necesidad y no la delegan a funcionarios de segunda categoría. Es incluso el Presidente de la República quien asume el liderazgo.
El segundo es que debemos tener un tipo de cambio competitivo y estable, lo que implica que no debe dejarse que se revalúe la moneda nacional. Esto es muy importante porque nada puede proteger a los industriales de un tipo de cambio bajo. Para lograrlo, no basta una sola medida (como por ejemplo los controles de capital) sino que hay toda una gama de políticas que se pueden aplicar.
El tercer ingrediente es la política industrial (o política productiva). Dice Rodrik que no se trata de “seleccionar a los ganadores” ni de “aplicar subsidios a discreción”. Afirma que se trata de un marco institucional en el que se lleve a cabo el diálogo y la colaboración público-privada. Es de allí que saldrán las políticas. Se trata de un proceso de transformación productiva en la que, una vez, más, el liderazgo político es indispensable.
Para Rodrik, la actual situación económica mundial no pinta un cuadro optimista y afirma que no vamos a regresar a una situación pre crisis del 2008, lo que quiere decir que el modelo primario exportador no es sostenible. Europa no va a ser un motor del crecimiento y los EE. UU. sigue viviendo las secuelas de la crisis, a lo que se agrega ahora un Congreso dividido después de las recientes elecciones.
Por tanto, tendremos tasas de crecimiento mundial bastante menores y habrá muchos países con poderes intermedios. En este marco de debilidad en la gobernabilidad global será difícil enfrentar las turbulencias económicas y financieras, así como el proteccionismo. Lo que hace indispensable, entonces, orientarse al modelo de las economías asiáticas. ¿Lo escucharán los políticos en esta campaña? Esperemos que sí.