Schumpeter recargado
Por Humberto Campodónico
Es un hecho conocido que los EE. UU., Europa y Japón van a tener un largo proceso de salida de la crisis económica. Pasarán años para ver nuevamente tasas de crecimiento de 3 a 3.5% anuales (que para ellos son superbuenas).
Por Humberto Campodónico
Es un hecho conocido que los EE. UU., Europa y Japón van a tener un largo proceso de salida de la crisis económica. Pasarán años para ver nuevamente tasas de crecimiento de 3 a 3.5% anuales (que para ellos son superbuenas).
Una de las explicaciones más comunes es que, como producto del estallido de la burbuja inmobiliaria y la posterior recesión, ha aumentado el desempleo y disminuido el consumo (que representa más de las 2/3 partes del PBI gringo). Además, no solo se ha reducido el endeudamiento de los hogares sino que hay un fuerte proceso de “desapalancamiento” (pago de las deudas).
Pero estas explicaciones son más bien descriptivas porque no permiten entender un elemento central anterior: ¿por qué el consumo de los hogares tuvo que depender tanto de la “inflación de activos” (sobre todo, la burbuja inmobiliaria) y de la deuda en créditos de consumo? Que eso haya sucedido, dicen economistas como Michel Aglietta, es porque se estaban escondiendo los problemas de crecimiento “barriendo bajo la alfombra”, es decir, creando burbujas —a propósito— con las bajas tasas de interés y, también, con la escasa regulación de los créditos de consumo.
O sea que la burbuja y la desregulación no fueron errores, ni equivocaciones ni “un rayo en cielo sereno”, sino políticas deliberadas para “evitar la crisis” y “patearla para adelante”. La cuestión es que el “adelante” en algún momento se convierte en “hoy”. Y eso sucedió a mediados del 2008.
Otra explicación, que puede convivir con la anterior, es que existen ondas largas de crecimiento que, con su fase de auge y de recesión, duran entre 50 y 60 años. Estos ciclos Kondratiev (por el economista ruso que los descubrió) fueron desarrollados por Joseph Schumpeter en su libro Business Cycles de 1939, quien, claro, los ligó a sus tesis de dinamismo empresarial y capacidades para lograr innovaciones tecnológicas.
Dice Schumpeter que innovaciones existen siempre, pero las que dan lugar a un nuevo ciclo de largo plazo son las que agrupan racimos de ciclos de varios tamaños que se han formado por innovaciones diversas: “Este ciclo largo no puede ser ligado a un tipo particular de innovaciones implementadas en la misma época, sino que es el resultado de todos los procesos comerciales e industriales de esa época, lo que va a derivar en cambios fundamentales en la estructura social y económica de la sociedad” (p. 143).
No es difícil identificar esas innovaciones. Son las Tecnologías de la Información y del Conocimiento (TIC). La cuestión es que, hasta ahora, no logran constituirse (como antes la máquina a vapor y los ferrocarriles; luego los motores de combustión interna y eléctricos) en la nueva locomotora que “jale” a todo el aparato productivo.
El Buró de Análisis Económico de los EE. UU. (BEA en inglés; www.bea.gov) estudió este sector en detalle y dice que no ha habido cambios sustanciales en los últimos 20 años en su participación en el PBI: se mantiene alrededor del 4%. Hay que dejar claro que las TIC son usadas por casi todas las otras industrias que, por tanto, se benefician de ellas. Pero el sector que las produce no supera el 4% del PBI. Agrega el BEA que del total de población empleada en los EE. UU. de 143 millones, las industrias TIC emplean a 4 millones.
Si se analiza a los sectores más tradicionales de la economía, el impacto de las TIC ha sido importante, pero no ha logrado revertir el estancamiento de su crecimiento, lo cual da lugar a una paradoja: las TIC producen cambios fundamentales en la estructura social y económica (lo vemos y sentimos todos los días), pero hasta ahora no relanzan un nuevo ciclo largo de crecimiento. Quizá la resolución de esta paradoja deba incluir el análisis de los países asiáticos, tema que veremos en un próximo artículo.
1) Ediciones McGraw Hill, Nueva York, 1964.
www.cristaldemira.com
Pero estas explicaciones son más bien descriptivas porque no permiten entender un elemento central anterior: ¿por qué el consumo de los hogares tuvo que depender tanto de la “inflación de activos” (sobre todo, la burbuja inmobiliaria) y de la deuda en créditos de consumo? Que eso haya sucedido, dicen economistas como Michel Aglietta, es porque se estaban escondiendo los problemas de crecimiento “barriendo bajo la alfombra”, es decir, creando burbujas —a propósito— con las bajas tasas de interés y, también, con la escasa regulación de los créditos de consumo.
O sea que la burbuja y la desregulación no fueron errores, ni equivocaciones ni “un rayo en cielo sereno”, sino políticas deliberadas para “evitar la crisis” y “patearla para adelante”. La cuestión es que el “adelante” en algún momento se convierte en “hoy”. Y eso sucedió a mediados del 2008.
Otra explicación, que puede convivir con la anterior, es que existen ondas largas de crecimiento que, con su fase de auge y de recesión, duran entre 50 y 60 años. Estos ciclos Kondratiev (por el economista ruso que los descubrió) fueron desarrollados por Joseph Schumpeter en su libro Business Cycles de 1939, quien, claro, los ligó a sus tesis de dinamismo empresarial y capacidades para lograr innovaciones tecnológicas.
Dice Schumpeter que innovaciones existen siempre, pero las que dan lugar a un nuevo ciclo de largo plazo son las que agrupan racimos de ciclos de varios tamaños que se han formado por innovaciones diversas: “Este ciclo largo no puede ser ligado a un tipo particular de innovaciones implementadas en la misma época, sino que es el resultado de todos los procesos comerciales e industriales de esa época, lo que va a derivar en cambios fundamentales en la estructura social y económica de la sociedad” (p. 143).
No es difícil identificar esas innovaciones. Son las Tecnologías de la Información y del Conocimiento (TIC). La cuestión es que, hasta ahora, no logran constituirse (como antes la máquina a vapor y los ferrocarriles; luego los motores de combustión interna y eléctricos) en la nueva locomotora que “jale” a todo el aparato productivo.
El Buró de Análisis Económico de los EE. UU. (BEA en inglés; www.bea.gov) estudió este sector en detalle y dice que no ha habido cambios sustanciales en los últimos 20 años en su participación en el PBI: se mantiene alrededor del 4%. Hay que dejar claro que las TIC son usadas por casi todas las otras industrias que, por tanto, se benefician de ellas. Pero el sector que las produce no supera el 4% del PBI. Agrega el BEA que del total de población empleada en los EE. UU. de 143 millones, las industrias TIC emplean a 4 millones.
Si se analiza a los sectores más tradicionales de la economía, el impacto de las TIC ha sido importante, pero no ha logrado revertir el estancamiento de su crecimiento, lo cual da lugar a una paradoja: las TIC producen cambios fundamentales en la estructura social y económica (lo vemos y sentimos todos los días), pero hasta ahora no relanzan un nuevo ciclo largo de crecimiento. Quizá la resolución de esta paradoja deba incluir el análisis de los países asiáticos, tema que veremos en un próximo artículo.
1) Ediciones McGraw Hill, Nueva York, 1964.
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