CADE 2010: Poniéndose al día

Por Humberto Campodónico


Desde Urubamba. Puede decirse que el sentimiento general de la CADE 2010 es que el alto crecimiento de los últimos años no puede seguir sustentándose fundamentalmente en la exportación de recursos naturales —sobre todo, minerales—, motivo por el cual hay que pasar a elaborar una nueva agenda, llamada de la competitividad. Esto porque los altos precios de los minerales son volátiles y, también, porque crean poco empleo y no ayudan a reducir la brecha de la desigualdad.


Cosas parecidas se han dicho antes en otras CADE por lo que no es posible saber, hoy, si la adhesión y el entusiasmo por esta agenda se mantendrá en el futuro. Pero lo que sí debe decirse es que otros países de la región hace ya varios años comenzaron a transitar por ese camino.  Lo de Brasil y México es bien conocido y acaba de ser refrendado por sendos planes de competitividad lanzados en los últimos dos años. Lo mismo ha sucedido en Argentina, mientras que en Chile y Colombia ya destinan importantes fondos para innovación, ciencia y tecnología, con énfasis en proyectos concursables.

Una señal de que la nueva agenda iría en serio es que los organizadores ya habían “rayado la cancha” a la que llegaron los candidatos presidenciales a Urubamba —con los trabajos previos sobre competitividad que comenzaron hace ya varios meses y la presentación de Porter el viernes—. Así las cosas, era de esperarse que los candidatos se refirieran, en mayor o menor medida, a la competitividad. Lo que sucedió. Si bien todavía es temprano para saber en qué quedará lo que dijeron los candidatos, lo que sí es un hecho es que la relación Estado/mercado tendría que cambiar radicalmente. En efecto, hasta hoy el modelo enfatizaba una agenda de libre mercado donde las empresas tenían la primera palabra y el Estado era considerado como un simple acompañante y facilitador.

El ejemplo más importante de esa política han sido las “cartas de Alan García a los empresarios”, en las que promociona (o “vende”) al país subrayando cuán favorable es nuestra legislación para sus intereses y que al gobierno le da lo mismo en qué sector van a invertir y cómo. Es el “enfoque” del perro del hortelano, y su lema podría ser: “salvo la inversión todo es ilusión”. La cosa es muy distinta con la agenda de la competitividad. Sucede que al poner en marcha la agenda deben definirse los sectores competitivos, el impulso a la formación de complejos productivos (también llamados “clusters”, tipo Gamarra) y una estrecha coordinación con el Estado, que también debe poner este tema en el centro de su agenda, planteándose que el Presidente de la República asuma el liderazgo. El avance hacia la igualdad de esta agenda se sustenta, de un lado, en la importancia que asume la educación de la población en todos sus niveles y, de otro, en el hecho de que se asume que el desarrollo productivo traerá de la mano la creación de un alto número de empleos de calidad  

¿Qué tan cierta es la aceptación de esta agenda? No se sabe. Algunos en la CADE dicen que se está produciendo un importante recambio generacional en los grupos económicos y que estos estarían de acuerdo en impulsarla. Otros dicen que las resistencias de los más recalcitrantes neoliberales no se harán esperar y que van a querer torpedear el proceso con toda clase de argumentos, porque no quieren que nada cambie (para que se sigan beneficiando los mismos).

La cuestión es que este nuevo juego recién comienza. Los estudios académicos y el periodismo de investigación podrían darnos algunas claves que nos permitan saber si esta puesta al día del empresariado con los vientos mundiales (que se puede apreciar en los resultados de la Cumbre del G-20 en Seúl de hace dos días) tiene un piso sólido o si es solo una golondrina que no hace verano.

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