Los bancos, culpables

Por Xavier Caño Tamayo (*)

La crisis ocupa portadas y sumarios de noticiarios televisivos. Una crisis que causa dolor y sufrimiento a miles de millones de personas. Pero ahora, en este inmejorable mundo capitalista neoliberal, en el que no ha de haber normas ni controles que coarten la sacratísima libertad de empresa, de repente se reclama que intervenga el Estado. Y en Estados Unidos, el gobierno y la Reserva Federal acuden al rescate de dos entidades poderosas financieras hipotecarias, Fannie Mae y Freddie Mac. Antes, el Gobierno había nacionalizado IndyMac Bancorp, otro de gran banco hipotecario. Razón de intervenir: la falta de liquidez.

 

En España, que pasa por ser décima o undécima potencia económica mundial, partidos conservadores (fervientes creyentes en el capitalismo neoliberal, según el cual el Estado no ha de intervenir nunca en economía), han reclamado que el gobierno ¡resucite la banca pública!, porque la falta de liquidez de los bancos privados es preocupante y la banca pública acabaría con el molesto problema de que los bancos no tengan dinero real y físico que las empresas y consumidores precisan y solicitan en préstamos. En España, los bancos han negado en las últimas semanas la mitad de los créditos solicitados para comprar automóviles. Otro tanto ocurre con los préstamos hipotecarios, cuya concesión ha descendido considerablemente. Según una encuesta de la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios, casi el 73% de jóvenes empresarios encuestados aseguran que algún banco les ha denegado un crédito en los últimos meses.

Son neoliberales sí, pero mientras no tengan el menor problema, cuando los tienen, son más intervencionistas que Lenin. Con el dinero de todos, claro, que es del Estado.

¿Por qué se niegan más créditos si la morosidad española no era preocupante? “Los bancos no tenemos dinero”, confesaba un experimentado oficial bancario del Deutsche Bank. No tienen suficiente dinero real, porque la mayoría de bancos no disponen del dinero físico que la ley les obliga a tener en reserva. Como ha denunciado el catedrático de economía Juan Torres de la Universidad de Málaga, los bancos se han dedicado a invertir sus recursos (dinero que los clientes particulares, empresas y entidades han depositado) “en inversiones muy arriesgadas, pero muy rentables para ellos, aunque muy peligrosas para su solvencia así como para la marcha general de la economía”. Y sobre la crisis, Torres afirma que “lo sabían, pero han estado engañando a la gente, porque, mientras todo pasaba y se desencadenaba la crisis, bancos, multinacionales, dirigentes políticos y autoridades monetarias que lo han permitido, se estaban forrando. Ellos son los causantes directos, los responsables inequívocos de lo que ocurre”.

A modo de resumen, los bancos, con la complicidad imprescindible de las autoridades monetarias (que en el mejor caso miraban hacia otro lado) y la culpable omisión de los gobiernos, han dedicado muchos de sus recursos a productos financieros volátiles, oscuros y peligrosos hasta que la crisis (que ellos han creado) ha desvelado que no tienen suficiente liquidez. Entonces cierran el grifo de los créditos y la economía real, la que crea riqueza, se resiente, se frena, retrocede.

Aumenta la morosidad, se recortan plantillas, se cierran empresas, sube el desempleo, desciende o desaparece el ahorro, los precios se descontrolan, millones de gentes pasan apuros y penurias, la vida cotidiana se hace muy difícil para miles de millones de personas, aumenta el hambre, desciende la esperanza de vida en países empobrecidos… Por una economía destrozada.

Bancos y sus cómplices necesarios (gobiernos y autoridades monetarias nacionales e internacionales) son culpables. Es preciso que, del mismo modo que se ha conseguido en el mundo un implacable rechazo moral y social del tráfico de personas y el terrorismo hay que lograr que los bancos y actividades bancarias descritas, especialmente quienes las perpetran así como sus cómplices o encubridores, sufran el mismo rechazo moral, el mismo desprecio social.

Es hora de condenar todo ese indecente mundo financiero y lo que hace, y exigir que se les ponga coto y control.

(*) Periodista y escritor