El famoso riesgo-país
por Herbert Mujica Rojas
Hay conceptos económicos que se manejan políticamente. Sobre todo cuando hay intenciones apenas disimuladas de no agitar cuestionamientos o curiosidades en torno a múltiples convenios sospechosos o llevados a cabo en la dictadura delincuencial de Kenya Fujimori. El tándem riesgo-país es uno de esos términos.
por Herbert Mujica Rojas
Hay conceptos económicos que se manejan políticamente. Sobre todo cuando hay intenciones apenas disimuladas de no agitar cuestionamientos o curiosidades en torno a múltiples convenios sospechosos o llevados a cabo en la dictadura delincuencial de Kenya Fujimori. El tándem riesgo-país es uno de esos términos.
La Cámara de Comercio Española acaba de revelar que las inversiones de su país suman 11 mil millones de dólares a la fecha. Han puesto capital de riesgo, en dinero y en papeles por ese impresionante monto. Que se sepa, ninguna empresa ibérica se ha ido del país o piensa hacerlo en los próximos años.
Durante el decenio 1990-2000 el Estado peruano firmó multitud de exenciones tributarias, regaló licitaciones con dedicatoria a conglomerados que de empresariales sólo tenían el nombre porque su costumbre era —y es— vivir de las ubres pingues del Estado. Aquí han existido pandillas de negociantes que se hacían llamar ministros, senadores o diputados, que peleaban entre sí para ver quién servía con mayor afán a las firmas foráneas y a los representantes de éstas en el Perú.
¿Quiénes hablan del riesgo-país cada vez que se encrespan los ánimos y se agita el gallinero? Pues, nada más y nada menos que los analistas que representan a estas mismas transnacionales y que alguna vez tuvieron parte en su ingreso al Perú. De este modo, dicen ellos, protegen sus colocaciones y lanzan una señal de alerta al gobierno y a sus compinches locales para que no descuiden su "patrimonio".
Pluspetrol, Hunt, SK, Graña y Montero, Hidrocarburos Andinos SAC (ahora reemplazada por Tecpetrol —de la cual es dueña al 100% Techint, ingresada ¡Dios sabe cómo— en el consorcio Camisea) y todas las otras firmas alrededor del gran proyecto gasífero no han hecho saber hasta el momento que se van o que abandonan el Perú. ¿Qué, el riesgo-país no les afecta o no les conviene aplicar el concepto?
Telefónica, IBM, Repsol, ningún banco, Petrobras (que acaba de comprar Pérez Companc, con inversiones en el Noroeste), Odebrecht y otras grandes transnacionales tampoco han notificado al Perú que se van. Entonces, ¿por causa de qué tanto brinco, si el suelo está parejo?
Resulta que los empleados de los grandes capitales, enquistados en los medios de comunicación, son los que se llaman a escándalo cada vez que el país sufre conmociones sociales y entonces presurosos, al filo de un ataque de nervios, se apuran muy mucho en agitar el término: riesgo-país. Es que es una forma de justificar sus sobres de pago y también de hacer méritos ante los patrones. ¡Qué verguenza!
Un país no se construye con alharaquientos serviles y crematísticos; se forja una nación con valentía y con garra de vencedores. ¿O ninguna de las firmas mencionadas evalúa el riesgo-país o no le hace casos a los agoreros de apocalipsis recurrentes? ¡Qué disparate!
El riesgo-país tiene un conchabo sucio con esa monserga de la "estabilidad jurídica".
¡Pamplinas!
Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
Durante el decenio 1990-2000 el Estado peruano firmó multitud de exenciones tributarias, regaló licitaciones con dedicatoria a conglomerados que de empresariales sólo tenían el nombre porque su costumbre era —y es— vivir de las ubres pingues del Estado. Aquí han existido pandillas de negociantes que se hacían llamar ministros, senadores o diputados, que peleaban entre sí para ver quién servía con mayor afán a las firmas foráneas y a los representantes de éstas en el Perú.
¿Quiénes hablan del riesgo-país cada vez que se encrespan los ánimos y se agita el gallinero? Pues, nada más y nada menos que los analistas que representan a estas mismas transnacionales y que alguna vez tuvieron parte en su ingreso al Perú. De este modo, dicen ellos, protegen sus colocaciones y lanzan una señal de alerta al gobierno y a sus compinches locales para que no descuiden su "patrimonio".
Pluspetrol, Hunt, SK, Graña y Montero, Hidrocarburos Andinos SAC (ahora reemplazada por Tecpetrol —de la cual es dueña al 100% Techint, ingresada ¡Dios sabe cómo— en el consorcio Camisea) y todas las otras firmas alrededor del gran proyecto gasífero no han hecho saber hasta el momento que se van o que abandonan el Perú. ¿Qué, el riesgo-país no les afecta o no les conviene aplicar el concepto?
Telefónica, IBM, Repsol, ningún banco, Petrobras (que acaba de comprar Pérez Companc, con inversiones en el Noroeste), Odebrecht y otras grandes transnacionales tampoco han notificado al Perú que se van. Entonces, ¿por causa de qué tanto brinco, si el suelo está parejo?
Resulta que los empleados de los grandes capitales, enquistados en los medios de comunicación, son los que se llaman a escándalo cada vez que el país sufre conmociones sociales y entonces presurosos, al filo de un ataque de nervios, se apuran muy mucho en agitar el término: riesgo-país. Es que es una forma de justificar sus sobres de pago y también de hacer méritos ante los patrones. ¡Qué verguenza!
Un país no se construye con alharaquientos serviles y crematísticos; se forja una nación con valentía y con garra de vencedores. ¿O ninguna de las firmas mencionadas evalúa el riesgo-país o no le hace casos a los agoreros de apocalipsis recurrentes? ¡Qué disparate!
El riesgo-país tiene un conchabo sucio con esa monserga de la "estabilidad jurídica".
¡Pamplinas!
Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz.