Aprender las lecciones de la crisis y actuar en consecuencia
Por Xavier Caño Tamayo (*)
El origen de esta crisis está en un modelo de crecimiento descontrolado de bancos y entidades financieras, agravado por basarse en hipotecas dudosas, así como en oscuros y turbios productos de inversión. Más que las autoridades americanas hayan permitido un brutal crecimiento de la pirámide de deudas, ignorando los riesgos.
Permitieron que los bancos crearan títulos de deuda de hipotecas basura, contratos de seguros de esos títulos tóxicos y otras deudas. Todo mezclado. El mercado financiero se envenenó, pero bancos y entidades financieras consiguieron beneficios extraordinarios. Al final, el desplome de parte del sistema financiero estadounidense, de rebote, de bancos y empresas hipotecarias de la Unión Europea, y salpicando a Asia.
No se ha llegado a esta crisis global por maldición divina sino por el obsceno deseo de una minoría rica, que quería ser mucho más rica. Esa minoría ‘raptó’ parte del Estado, para que le facilitara las condiciones adecuadas para su veloz enriquecimiento, para que mirara hacia otro lado. Ese ‘rapto’ es lo más retorcido y destructivo de la corrupción, señal distintiva de este capitalismo de casino y ruleta. La economía de humo sobre la economía real.
Para evitar el hundimiento total, la Administración Bush (probablemente el peor presidente en la historia de Estados Unidos), utilizará 700.000 millones de dólares (el 5% del PNB nacional) para salvar lo que pueda de la quema. ¿De dónde saldrá ese dinero?
Nos lo recuerda el profesor de economía Juan Torres: Un mayor endeudamiento exterior de la economía estadounidense (colocando bonos y otros títulos de deuda donde puedan). Mayor impresión de dólares (pero sin decirlo). Y dinero de los propios ciudadanos; directamente con impuestos o indirectamente por recortes gubernamentales en gastos sociales como sanidad, educación o pensiones.De ahí saldrá el dinero para que los ricos, que han provocado la crisis sin que les temblara el pulso, se salven de ella sin que se les arrugue la raya del pantalón. Dinero público para tapar la estupidez, irresponsabilidad y codicia privadas.
Éste es el capitalismo de los neoliberales, de los neocon: patente de corso para una minoritaria clase de poderosos y la pequeña legión de fieles cómplices, más desregulación y mercado presuntamente libre (para hacer lo que les dé la gana) en época de vacas gordas. Si llegan vacas flacas, entonces imploran la intervención y dinero gubernamentales para que los salven. En aras de su desmedido afán de lucro.
Como recordaba en escrito a un diario el ciudadano español Ulpiano Pérez Cervantes, “este capitalismo lleva ya muchas muertes y desgracias por culpa de la avaricia desbocada, los artificios financieros, la especulación sin límites, la intermediación inútil y los sujetos corruptos, tramposos y egoístas que no ven más allá de sus intereses”. Pura verdad.
Ante la magnitud del dinero en juego en esta maldita crisis, hay otra forma de verla. Según Naciones Unidas, cada día mueren unos 5.000 niños ¡de sed! Para dar agua potable a todo el mundo sólo se necesitan 32.000 millones de dólares. Y en el mundo hay 925 millones de personas que pasan hambre (sesenta millones más que hace medio año). Según la ONU se necesitan 30.000 millones de dólares para acabar con ese drama indigno. ¿Cómo es posible que el hambre y la sed letales de 1.000 millones de personas no se vean como gravísima crisis y sí que unos cuantos grandes bancos tengan serios problemas por su incompetencia y su codicia depredadora? Como ha escrito el analista Javier Ortiz, “no es que el mundo esté mal organizado. Está bien organizado, pero a beneficio de unos pocos”. Que siempre son los mismos, por cierto.
Lo que esta crisis ha dejado claro, como ha escrito el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, es que “la mala gestión del riesgo por parte de los bancos de los Estados Unidos fue de proporciones colosales y con consecuencias mundiales, pero los que gestionaban esas entidades se han marchado con miles de millones de dólares de indemnización. El fundamentalismo neoliberal del mercado ha sido siempre una doctrina política al servicio de ciertos intereses. Nunca ha recibido una corroboración de la teoría económica, como tampoco de la experiencia histórica como ahora ha de quedar claro. Aprender esta lección puede ser el lado bueno de la nube que se cierne sobre la economía mundial”.
Y actuar en consecuencia, claro.
(*) Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias