La sociedad civil denuncia que las personas más vulnerables paguen por los errores y la avaricia de los responsables de esta crisis.
Si hasta en las prisiones se acepta el axioma de que “el que la hace, y lo pillan, la paga”, ¿por qué se van a ir de rositas los responsables de la actual crisis financiera, y de la más fuerte de la economía real que se avecina?
Causa rubor ver a presuntos delincuentes de guante blanco listos para aprovecharse de los ingentes fondos para inyectar liquidez en los bancos. Vamos, que encargamos a los zorros la vigilancia de los gallineros y a los pederastas la de los orfelinatos. Por duro que suene la realidad es todavía más cruda.
Richard Fuld, responsable de Lehman Brothers, amasó 500 millones de dólares entre 1993 y 2007. Sólo el año pasado ganó 45 millones más.
Henry Paulson, del Tesoro de Estados Unidos, consiguió 700 millones de dólares en Goldman Sachs. Él fue quien coordinó la reunión en la que se habló del rescate financiero con dinero de la Reserva Federal.
Keneth Lewis, de Bank of America, recibió 20 millones de dólares en 2007, y tiene acciones allí por un valor de 112 millones.
James Diamond, de JP Morgan, recibió un bono navideño de 14 millones de dólares en 2007, y tiene activos en ese banco por un valor de 190 millones.
Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs, recibió 28 millones de dólares en 2007 y ha amasado una fortuna de más de 400 millones de dólares en su empresa.
Esto resulta “obs-ceno”, algo que no se puede presentar en la escena mundial, porque debería de ser materia de los fiscales, embargados sus bienes como cautela y ellos puestos a buen recaudo hasta que contasen todo lo que saben. Me temo que pronto los veremos en puestos de responsabilidad con repercusión mundial, sobre todo contra los más pobres.
Mientras todos se ocupan de salvar a los banqueros y a los ricos, la crisis deja en la cuneta la solidaridad. Los recortes en cooperación amenazan la alimentación, la asistencia médica o la educación de millones de personas. Las cifras del hambre vuelven a dispararse en contra de todos los compromisos, escribe Oriol Güell.
La misma crisis que ha secado al sistema financiero internacional amenaza con sumir en la miseria a cientos de millones de personas en todo el mundo, que podrían quedarse sin comida y atención médica o ver como se desvanecen las herramientas que les impusieron para que se pudieran enganchar al desarrollo económico.
“Los efectos de esta recesión se extenderán a todo el planeta”, alerta la ONG Save The Children. “La situación podría derivar en una auténtica catástrofe si, como es previsible, gobiernos y particulares recortan sus ayudas”.
La crisis amenaza con reducir los 76.000 millones de euros que el mundo ha destinado este año en ayuda al desarrollo, según un portavoz de Naciones Unidas. Una cantidad de dinero que no llega ni a una décima parte de lo que los Gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea han movilizado en menos de tres semanas para salvar las instituciones financieras.
La crisis aumentará los gastos y reducirá los ingresos de los países desarrollados, que restarán a sus contribuciones para los 923 millones de personas desnutridas en el mundo, para reducir la cifra de 58 millones de mujeres que este año habrán dado a luz sin asistencia médica o para escolarizar a los 77 millones de niños de África y Asia que ni siquiera han recibido educación primaria.
La directora general de la OMS advierte de que estos gigantescos desequilibrios en materia de salud hacen del mundo un “lugar inseguro e inestable”, para que luego nos preguntemos por las raíces de los movimientos revolucionarios: hambre, enfermedad, ignorancia y desesperación.
El secretario general de la ONU denuncia qulos Gobiernos se han mostrado incapaces de cumplir los compromisos que asumieron en 2000 para erradicar la pobreza y el hambre en 2015.
Un responsable del Programa Mundial de Alimentos destaca que “con el plan de rescate del sistema financiero aprobado por Estados Unidos, el PMA podría trabajar durante más de 100 años. Si los gobiernos tienen recursos para rescatar a sus bancos, seguro que también deben tenerlos para dar de comer a los hambrientos”.
John Holmes, de Naciones Unidas, afirma que “lo peor de la situación actual es que no sabemos lo que puede ocurrir ya que la crisis se está mostrando cada día más profunda y extensa. Si los gobiernos gastan tanto dinero en los rescates financieros y la economía y sus ingresos van a menos, necesitarán recortar los gastos por algún lado. La tentación es hacerlo por la ayuda internacional”, afirmó estos días en Madrid.
Desde el PNUD, P. Conceiçao denuncia que “esta crisis, la han causado los excesos de los más ricos y sería desolador e imperdonable que acaben muriendo de hambre y enfermedades fácilmente curables millones de personas que ni siquiera han tenido la oportunidad de disfrutar de la bonanza económica de los últimos años”.
El clamor es unánime: Las sociedades y Gobiernos desarrollados, tras años de vivir en la opulencia, no pueden dejar a millones de personas sin las ayudas esenciales. Es necesario mantenerse fiel a los principios de justicia universal y de solidaridad.
* Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Y Director del CCS