Por Xavier Caño Tamayo*
Han salido a la luz las sumas de los bonos, de las fortunas amasadas y de los gastos de directivos de las grandes entidades financieras. ¿Para cuándo un estudio sobre cómo lo obtuvieron?
Ilustración del humorista El Roto: gran trasatlántico y una voz grita: "El capitalismo de hunde, banqueros y ricos, primero". Buen resumen de la crisis y de cómo le hacen frente.
La actual versión del capitalismo es neoliberal, la de los enemigos de la presencia del Estado en la economía, defensores a ultranza de lo privado y del mercado que presuntamente regula la actividad financiera; enemigos del Estado del bienestar, de la sanidad y la enseñanza públicas. Ellos son responsables del desastre, aunque hayan contado con la neoliberal e irresponsable complicidad de organismos financieros internacionales. Pero no es sólo un problema ideológico. Es más soez.
El periodista Ramón Muñoz ofrece una implacable visión de muchos causantes de la crisis. Recuerda que en este capitalismo, directivos y consejeros de grandes corporaciones tienen privilegios faraónicos (sueldos enormes, acciones, vacaciones pagadas lujosísimas, jets de empresa...). Y escasas responsabilidades. Si las acciones suben, ganan fortunas; si bajan, también ganan. Y tienen indemnizaciones de escándalo al ser despedidos.
“Las mayores empresas financieras de Wall Street (Merrill Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers, Bear Stearns y Citigroup) pagaron más de 3.000 millones de dólares en cinco años a sus máximos ejecutivos, precisamente cuando inflaban las cuentas, ocultando en paquetes de fondos y activos oscuros préstamos incobrables que han provocado la mayor crisis financiera de la historia”, afirma Muñoz.
Lehman Brothers aprobó la concesión millones de dólares para los directivos que salieran de la empresa mientras negociaba el rescate federal de la quiebra. El consejero delegado de la aseguradora AIG, rescatada con fondos públicos, gastó 322 mil dólares en 2007 en viajes privados en el reactor de la empresa.
Celebrando que el gobierno había salvado de la quiebra a AIG, sus directivos pasaron un fin de semana en un lujosísimo hotel californiano de 800 euros la habitación: gastaron más de 440.000 dólares.
Hace treinta años, los ingresos medios de máximos directivos de corporaciones estadounidenses eran 36 veces superiores al sueldo medio de un trabajador; en 1989, 71 veces, y el año pasado, 275 veces más que el salario de sus trabajadores, según The Institute for Policy Studies and United for a Fair Economy. Bonos, stock options, sueldazos, cuentas ilimitadas de gastos… configuran el millonario escenario de la reducida clase de directivos del capitalismo neoliberal. ¿Para cuándo un estudio a fondo sobre qué han hecho y hacen esos sujetos para ganar tales cantidades?
Y para que el panorama sea completo, esas poderosísimas empresas que se iban o se han ido al traste, tienen que ver con las masas de dinero oscuro depositadas en paraísos fiscales. Sin embargo, en el mar de propuestas ante la crisis, no se ha oído ninguna sobre medidas para aflorar dinero negro y acabar con la impunidad de los paraísos fiscales ni con el secreto y la negrura de mucho dinero global que se refugia en esos paraísos. Esta crisis no hubiera sido posible con control y vigilancia de movimientos financieros, pero con una cincuentena de paraísos fiscales activos, esto es imposible.
Algunos próceres y dirigentes vislumbran ahora que control y vigilancia no son malos. Nicolás Sarkozy propone a la Unión Europea tomar medidas urgentes contra ciertos fondos de inversión para regular mejor el sistema financiero. “Propongo un sistema muy simple, que ninguna institución financiera escape a supervisión ni a regulación”, ha dicho. Y Gordon Brown plantea “un plan de reformas para corregir la debilidad de la arquitectura de supervisión de las finanzas” con una medida inmediata, que “las autoridades nacionales colaboren para establecer urgentemente 30 colegios supervisores para las mayores instituciones financieras internacionales transfronterizas”. Y la reforma del Fondo Monetario Internacional.
Quizás han comprendido por fin lo que el presidente Lula de Brasil proclamó hace poco: “Se acabó eso de que el mercado lo puede todo”.
Entre tanto, ¿por qué no se da tratamiento penal a los responsables de esta crisis que tanto dolor, sufrimiento e incluso muerte causa y causará? En aras de la justicia.
* Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias