humberto campodonico 1Cada vez queda más claro que, a pesar del enorme viento de cola que tuvieron muchos países de América Latina (AL), del 2003 al 2014 hemos perdido una década, pues no se concretaron las políticas para lograr los cambios estructurales hacia la diversificación productiva, única manera de hacer sostenibles los avances logrados.

 

Generalizando, se puede decir que varios gobiernos (comenzando por casa) creyeron que el boom de precios de las materias primas —producido porque China se estaba industrializando (repetimos, industrializando)— duraría 20 a 25 años, para lo cual bastaba el “piloto automático”.

Hoy el BID se lamenta y dice: “A medida que surgía el paradigma liberal se consolidó una tendencia a desmantelar las estructuras de la política industrial” (1). Añade que ese paradigma “a pesar de algunos avances, no ha sido suficiente para fomentar la productividad y el crecimiento a niveles satisfactorios” (p. 8).

Estas son palabras mayores, sobre todo viniendo del BID, pues en el 2011 su presidente, Juan Pablo Moreno, escribió “La década de América Latina”, donde daba por sentado que había bonanza para rato (2). Gran error. Pero, bueno, más vale corregir tarde que nunca. Ahora dicen que “la eliminación de la política industrial no ha sido la solución”.

Añaden: “El replanteamiento actual del problema del desarrollo productivo no es un retroceso, sino un avance que busca diferentes enfoques para remediar los problemas del crecimiento que siguen afectando a AL”. Aquí se refleja la profunda carga ideológica que aún subsiste en los liberales. Sienten que es un retroceso plantearse políticas industriales (ahora de “desarrollo productivo”) que, por definición, vienen del Estado, como en China y el sudeste asiático.

Agregan: “Se requiere comprender qué falló, no con el fin de revaluar el pasado, sino para asegurarse de que las nuevas soluciones no repitan los mismos errores” (1). Dicho de otra manera, el Consenso de Washington botó al niño de las políticas industriales junto con el agua sucia de la bañera.

Otro tema es la poca sostenibilidad de lo avanzado. Dice el Banco Mundial que si bien 70 millones de personas salieron de la pobreza, “la Región no es todavía una sociedad de clase media: la mayoría de las personas que salieron no pasaron a engrosar las filas de la clase media sino que ingresaron a un sector “vulnerable”, que permanece en riesgo de volver a la pobreza” (3). Y más abajo están “los olvidados”, que no vieron los frutos —pasajeros— de esta década.

Lo mismo dice CEPAL cuando afirma que solo se puede considerar “clase media” a aquellos cuyos ingresos son en un 80% superiores a la canasta mínima vital. Ese nivel lo tienen Chile, Uruguay y Argentina. Pero nosotros no: hay un 30% de no pobres, pero vulnerables, que pueden volver a ser pobres. ¿Clase media?

La salida va por la creación de empleo digno en el sector productivo, buscando los mercados internos y externos que “empaten oferta y demanda”. Los programas sociales ayudan, pero son solo un paliativo. Además, son temporales, por definición. Cierto, hay una tendencia a hacerlos perdurar pero eso solo es posible cuando hay boom de materias primas. Y eso es lo que ha terminado.

La OCDE —club de países ricos al cual Perú quiere pertenecer— dice que el gasto en Investigación y Desarrollo en AL está muy por debajo de la OCDE y hay poca participación de las empresas privadas: “Es fundamental que se robustezca la gobernanza de las instituciones en ciencia y tecnología para desarrollar un marco institucional eficiente y completo para la difusión de la tecnología y la innovación” (4).

Dicen que en el 2014 por primera vez el crecimiento de AL fue menor a la OCDE (ojo). Y agregan: “La ventana de oportunidades que se abrió en la última década se está cerrando y probablemente se podría haber hecho más. La productividad está completamente estancada y su avance es decepcionante, lo que constituye una amenaza para el fortalecimiento de la clase media emergente”.

No “probablemente”: se debió hacer más y no solo ser “generales después de la batalla”. Pero hubo autocomplacencia. Por eso, no basta con tener una  renta de recursos naturales no renovables ( y de maximizarla, claro está, cumpliendo la licencia ambiental y social), sino usar esa renta (agotable, por definición) para impulsar su reemplazo por industrias que generen crecimiento sostenible.

Para terminar, ciertamente habría que analizar cuáles fueron los gobiernos que avanzaron y sus políticas. Y cuáles no. Hay temas clave. No solo se debe mejorar la infraestructura sino, también y al mismo tiempo, impulsar los nuevos sectores que generan crecimiento y desarrollo (petroquímica). Y mejorar la institucionalidad en el sector salud y educación, base de la información y del conocimiento en el Siglo XXI.

Se necesita una concertación nacional que cambie la dirección del barco. El gobierno es el encargado de impulsar un gran Pacto para el Cambio Productivo hacia el crecimiento sostenible y la igualdad. Pero tienen que estar  convencidos de su necesidad. Eso se llama voluntad política.

 (1) “¿Cómo repensar el desarrollo productivo, Políticas e Instituciones Sólidas para la transformación económica”, BID, octubre 2014.
(2) Juan Pablo Moreno, “La década de AL y el Caribe, Una Oportunidad Real”, BID, Mayo 2011
(3) “Los Olvidados, Pobreza crónica en América Latina”, Banco Mundial 2015.
(4) “Educación, Competencias e Innovación para el Desarrollo”, OCDE, CAF, CEPAL, 2015.


La República, 04.04.2015