Joan Royo Gual
R"Brasil va a sorprender al mundo". "Tendremos una recuperación en forma de V". Es lo que decía hace apenas unos meses el ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, quien este jueves tuvo que desayunar con una desagradable noticia: el país entró en recesión.
A primera hora de la mañana, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) confirmaba lo que muchos se temían: en el tercer trimestre del año el PIB decreció 0,1 por ciento respecto de los tres meses anteriores, lo que sumado al retroceso del 0,4 por ciento que ya había registrado entre abril y junio sitúa al país en situación de recesión técnica.
Guedes rápidamente quiso restar importancia al escenario, asegurando que se trata de una caída "localizada": la agricultura cayó un ocho por ciento, pero la industria permaneció estable y el sector servicios avanzó un 1,1 por ciento.
El ministro culpó del resultado a la crisis hídrica. La falta de lluvias debilitó al motor económico del país. La cosecha de café cayó un 22,4 por ciento, el algodón un 17,5 por ciento y el maíz un 16 por ciento, por ejemplo.
Además de afectar especialmente a la economía del campo, la sequía vació las represas y encareció el precio de la energía, y por ende de toda la cadena productiva. Pero también afectan la elevada inflación, que desanima a los consumidores, y las incertezas políticas.
El mes de septiembre, último mes del periodo analizado, arrancó en medio de fuertes turbulencias, con intentonas golpistas del presidente Jair Bolsonaro al calor de las multitudinarias marchas en su apoyo el día de la fiesta nacional; los inversores temblaron y se refugiaron en el dólar. El real se devaluó un poco más.
PREVISIONES SOMBRÍAS PARA 2022
El año 2021 acabará previsiblemente con un buen dato: un crecimiento de alrededor del cinco por ciento, gracias a los resultados positivos de los últimos meses. Pero Brasil aún no se recuperó del golpe de la pandemia: desde el primer trimestre de 2020, cuando empezó la crisis sanitaria, acumula un retroceso del 0,3 por ciento.
Además, para 2022 los pronósticos son sombríos. El Banco Central, que cada semana elabora un informe en base a consultas a cientos de instituciones financieras, lleva meses revisando sus proyecciones a la baja. En su último informe, de esta semana, pronosticó un escenario próximo al estancamiento, un crecimiento de apenas el 0,58 por ciento, cuando hace un mes esperaba un avance del 1,20.
La falta de una dirección clara en la economía, con el ministro Guedes cada vez más debilitado e incluso desautorizado públicamente, podría agravarse a medida que pase el tiempo. Y es que en 2022 Brasil entra de lleno en periodo electoral, lo que suele traducirse en tiempos revueltos para la economía.
En año electoral los gobiernos suelen abrir el grifo del gasto para ganar votos, y es lo que ha hecho Bolsonaro, con un nuevo paquete de ayudas sociales con las que ha roto la regla del "techo de gastos" que grabó a sangre y fuego en la Constitución el expresidente Michel Temer (2016-2018).
LA CRISIS AFECTA A LA POPULARIDAD DE BOLSONARO
El mercado financiero teme que se abra la veda para el descontrol y que la deuda aumente sin límite. De momento, el presidente lo tendrá difícil para recuperar el terreno perdido. Una encuesta de la consultora Atlas de esta semana mostró que su popularidad está en el 19 por ciento, el peor índice desde que gobierna.
Los brasileños empiezan a notar en el bolsillo la recesión, sobre todo a la hora de hacer la compra y llenar el depósito de combustible. Las colas de brasileños que cruzan la frontera con Argentina en busca de gasolina más barata o el caso más dramático de quienes rebuscan en la basura para poder comer (hay más de 19 millones pasando hambre) son la muestra de que algo no va bien en el gigante sudamericano.
Con información de Sputnik