Aleksandr Dunáev
La tensión geopolítica y la crisis en el sector energético empujan los precios de los cereales en Italia, la cual compra en los mercados exteriores, incluidas Rusia y Ucrania, el 64 por ciento del grano que consume.
MUCHA PASTA, POCA MATERIA PRIMA
En Italia existen más de 300 tipos de pasta. Cada año el italiano medio consume hasta 25 kg de spaghetti, fusilli, penne y otras variedades, dejando muy por detrás al resto del mundo. Y en los demás países una parte nada desdeñable de la pasta consumida es de origen italiano: las exportaciones de pasta rozan los 2,5 millones de toneladas al año. Otro motivo de orgullo para los italianos es el pan, cuyas variedades quizás se conozcan menos en el extranjero, pero también se cuentan por centenares.
Toda esta increíble riqueza culinaria requiere importantes cantidades de materia prima, pero, en lo que se refiere a la producción de ésta última, el cuadro parece menos brillante.
Según los datos del Instituto de Servicios para el Mercado Agrícola Alimentario (ISMEA), entre 2016 y 2020 la producción nacional del trigo blando se redujo en un 10 por ciento, para un total de 2,7 millones de toneladas al año, que ahora cubren poco más de un tercio de la demanda interna, mientras el resto se importa.
Aún más preocupante es la tendencia relativa al grano duro. En 2016 los agricultores italianos recogieron 5,1 millones de toneladas, suficientes para satisfacer el 73 por ciento del consumo nacional. Cinco años después la producción cayó por debajo de 4 millones de toneladas, una cantidad que bastó para cubrir el 56 por ciento de la demanda interna.
FACTORES INTERNOS Y EXTERNOS DE ENCARECIMIENTO
La dependencia de cereales importados hace a Italia vulnerable a los cambios de precios en el mercado mundial. Según el Índice de precios de los alimentos, calculado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), los cereales se encarecieron en un 12,5 por ciento en los últimos doce meses, lo que repercutió en el nivel de precios en Italia.
A su vez, los agricultores italianos deben hacer las cuentas con el aumento de los precios de los combustibles. La Confederación Nacional de Cultivadores Directos (Coldiretti) indica que en 2021 el gasóleo necesario para el cultivo de terrenos se hizo un 50 por ciento más caro, lo que dobló el coste de las semillas de grano. También crecieron los precios de los medios agrícolas, productos fitosanitarios y fertilizantes.
El encarecimiento de los combustibles no tarda en repercutir en los costes de producción de pasta y pan, algo que el consumidor italiano ya puede constatar cuando va al supermercado o a la panadería. Desde el pasado verano el precio del pan aumentó en un 5-10 por ciento, el de los dulces en un 10-15 por ciento, mientras un kilo de spaghetti que el pasado verano costaba poco más de un euro, ahora se vende a 1,60 euros.
PRECIO REAL DE RIESGOS HIPOTÉTICOS
En los últimos tres meses los precios del grano y, como consecuencia, los de pan y pasta, también se ven afectados por la tensión geopolítica entre Rusia y Ucrania, el primer y el tercer exportador de grano a nivel global, de los que Italia en 2021 adquirió, respectivamente, 100.000 y 120.000 toneladas de grano.
Los Gobiernos y medios occidentales, incluidos los italianos, no paran de hablar de la inminente invasión rusa a Ucrania, lo que crea bastante nerviosismo entre los importadores. "Las crecientes y preocupantes tensiones entre la Federación Rusa y Ucrania pueden desestabilizar el mercado internacional de cereales", advierte el presidente de la Confederación General de la Agrigultura de Italia (Confagricoltura), Massimiliano Giansanti.
Moscú desmintió reiteradamente las alegaciones sobre sus presuntos planes de atacar el país vecino, pero, al parecer, sus declaraciones no bastan para calmar los ánimos. El mercado de cereales, que entró en ebullición en 2021, reacciona de manera nerviosa a cualquier noticia negativa, incluso si se trata sólo de suposiciones infundadas, como las de la invasión en Ucrania, lo que repercute de manera sensible en los precios. Y el que tiene que pagar de su bolsillo por las amenazas hipotéticas, es el consumidor final, para quien el pan y la pasta, indispensables en la dieta italiana, se hacen cada vez más caros.
Con información de Sputnik