Una desventaja competitiva y contra el desarrollo del país es la falta de ferrocarriles en el Perú, que se explica por una antiquísima aversión que los políticos sienten por las ferrovías. Trataremos de ilustrar esto observando qué es lo que sucede.
Autos, ómnibus, camiones
Estos vehículos, sean particulares o de servicio público o de uso comercial, ofrecen muchísimas posibilidades para que desde el policía hasta el ministro puedan obtener beneficios. Casi todo microbús tiene rabo de paja: miles de soles de multas por infracciones de tránsito no pagadas o no han pasado revisiones técnicas; choferes que trabajan sin licencia de conducir o que tienen una que no corresponde a la clase de vehículo que manejan; camiones que transitan por vías en que les está prohibida la circulación; microbuses que corren como locos o que se salen de la ruta; ómnibus o microbuses que recargan el precio de los pasajes; ómnibus que hacen bajar a los pasajeros en medio de la pista; camiones que llevan carga con exceso de peso y dañan el pavimento; autos no autorizados que hacen taxi o servicio de “colectivo” pese a la prohibición, etc., etc. Y la buena noticia para los corruptos es que todo ello es negociable, lo que significa dinero constante para los coimeros e impunidad para los infractores.
Pero los trenes…
¿Alguien ha visto a un policía deteniendo un tren y notificando al maquinista por haber cometido una falta? ¿Un tren puede salirse de su ruta? ¿Un tren se pasa la luz roja del semáforo? ¿Un tren lleva carga o pasajeros en exceso, o circula sin autorización? Nunca ocurre nada de eso, con el tren las cosas son muy predecibles, tan fijas y seguras como los rieles sobre los que circula.
He allí por qué ningún político peruano tiene entusiasmo por los trenes, pues prácticamente no hay manera de conseguir sobornos de las empresas ferrocarrileras. La única fase en que los corruptos —sean congresistas, alcaldes, ministros o gobernadores regionales— podrían sacar coimas es en la de construcción, poniendo toda clase de trabas y paralizando la construcción cuando les dé la gana. Pero ni estos entorpecimientos podrían servir si de manera oportuna se hace pública la información técnica pertinente y cuenta con algo de apoyo político, que pondría al descubierto las maniobras obstruccionistas de los enojados rateros que ocupan puestos en diversos ministerios.
¡Por sobre mi cadáver!
Es la frase de indignación y rabia de políticos y funcionarios ante cualquier iniciativa o propyecto de construir ferrocarriles. Por lo visto en párrafos anteriores, la fobia por los ferrocarriles que en el Perú tienen los gobernantes, los políticos y otros delincuentes no es por la tecnología o la modalidad de trabajo de los ferrocarriles, o que los trenes les parezcan feos, sino por lo difícil que es extraerles dinero. Por eso, cuando se presentan proyectos de ferrovías, los ladrones metidos en la política dicen “Muy buena idea, esto va a ser útil para llevar carga o pasajeros, va a impulsar el desarrollo regional”, o cosas por el estilo, pero en los hechos toman todas las medidas necesarias para que no se construya ningún ferrocarril en el Perú. Además, los parásitos antiferrocarril analizan los pro y los contra del asunto: ¿ganarían algo promoviendo ferrocarriles? No, no solo no ganarían sino que podría deblitarse el flujo de sobornos que reciben de las empresas de transporte de carga y de las de pasajeros.
Una de las consecuencias
Como se empieza a notar, un punto débil del puerto de Chancay es la deficiente conectividad, concretamente, la ausencia de ferrocarriles1, lo que temprano o tarde se convertirá en el talón de Aquiles de dicho proyecto2. En largas tratativas, ningún argumento técnico ni económico de los chinos —que estaban y están dispuestos a invertir mucho dinero en ferrocarriles— fue suficiente para convencer a los gobernantes rateros de la necesidad de complementar el megapuerto con ferrocarriles; para ellos bastan y sobran los camiones para mover la carga, no se necesita tren para nada.
Hay países con amplia experiencia en ferrocarriles, como China, Rusia, Alemania, Francia o Japón, que están dispuestos a invertir en el Perú para la construcción de ferrocarriles, pero los ladrones que conocemos han creado una muralla de acero que impide la realización de proyectos de ferrovías.
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1 Recordemos que Ollanta Humala ofreció ferrocarriles para la zona del altiplano sureño, e incluso fue a La Paz para conversar sobre un ferrocarril binacional, pero no se logró nada.
2 Mientras tanto, Chile va a relanzar su puerto de San Antonio, al cual llegan los trenes y recibirá carga de Argentina y Brasil. Ya se perfila como seria competencia para Chancay. Leer Mundo marítimo
Avanza el desarrollo del transporte de carga de ferrocarril en el Puerto de San Antonio
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