Por Herbert Mujica Rojas
Que se sepa, ninguna concesionaria, a excepción de Lima Airport Partners (LAP), se hizo de un aeropuerto –el principal del Perú, Jorge Chávez- con un capital social de US$ 3 mil y participó en carrera de un solo caballo porque fue la única postora en febrero del 2001.
Son 7 (adjunta la más reciente), las adendas en la concesión del AIJCH (Aeropuerto Internacional Jorge Chávez) y todas pedidas por Lima Airport Partners, LAP y a su conveniencia sin ninguna por parte del Estado.
OSITRAN, regulador custodio del fiel cumplimiento del contrato de concesión en nombre del Estado, fue y sigue siendo muy simpática hacia LAP, en julio último dio el visto bueno a la 7ma adenda.
Las postergaciones para construir la II pista, razón fundamental de la concesión del AIJCH, han sido múltiples y variopintas y el conglomerado abogadil al servicio de LAP se encargó de demandar al Estado por ¡quítame estas pajas! Se trataba –y se trata- de salir bien librado de incumplimientos y ¡hasta de penalizar al Perú so pretextos de toda laya!
La concesionaria Lima Airport Partners hizo de la persecución de periodistas cuestionadores de su tan cacareada modernidad, un deporte en los juzgados penales y son largos los años de avatares y polémicas y confrontaciones de polendas con una nota interesantísima y que dice mucho (por lo menos en mi modestísimo caso) ¡todas perdidas por LAP!
En la 7ma adenda aún se conserva esa infamante “opción” que determina que si la tecnología hace inútil la construcción de la II pista, entonces LAP ¡no la hace y punto!
Entonces hay que preguntarse con voz potente e indignada: ¿por qué fue desplazado el Aeropuerto Jorge Chávez? Al sur se sabe que el saneamiento y modernización del Arturo Merino de Santiago, concitará la atención preferente de las grandes líneas aéreas que aterrizarán sobre sus pistas. Y al norte El Dorado de Santafé de Bogotá ya es un contendor formidable.
Lo cierto, pesaroso, espectacularmente nefasto, es que la prima donna –según cacareaban los escribas y rábulas contratados por LAP y en todos los medios- de los aeropuertos latinoamericanos, el Jorge Chávez, pasó a segundo o tercer nivel.
¿No era, como anunció al comienzo, el entonces influyente economista, Javier Silva Ruete que la concesión del AIJCH iba a traer US$ 1400 millones de dólares? ¿De dónde si la empresita que “ganó” la buena pro, apenas si tenía un capital ridículo de algo más de US$ 3 mil?
No es todo.
Habida cuenta de la centralidad geopolítica del Perú, su principal aeropuerto concitaba un flujo comercial y turístico de alta intensidad, dotando de un servicio al mundo que hacía más difícil agresiones de diversa índole, desde el sur o el norte o de cualquier parte.
¿No bastó al país la claudicación hacia LanChile por parte del Memorándum 2011 dado por Alan García Pérez, su ministro de Transportes, Enrique Cornejo con resolución claudicante. Y antes en 2007 en la misma cartera, por Verónica Zavala.
¿Y la inexplicable ausencia de Cancillería en la defensa de esos fueros única razón de ser de esa institución, como para ahora, carecer de un terminal aéreo importante y central? ¿Qué pueden argumentar para tanta desverguenza José Antonio García Belaunde y Gonzalo Gutiérrez Reinel?
¿Cómo es que nuestros políticos son tan ajenos al destino de un terminal que usan con una frecuencia rayana en la locura? No son sus viajes de “representación” sino los de turismo los que les quitan horas de sueño a estos peregrinos frecuentes.
¿No es hora de revisar y auditar las supuestas bondades de una concesión extraña que en lugar de ir hacia adelante nos lleva al segundo o tercer lugar con un aeropuerto devaluado y anacrónico al lado de otros al sur y al norte?
Hay quienes se han hecho ricos sin invertir nada, porque todo sale del TUUA y los apalancamientos financieros poniendo de garantía nada menos que al AIJCH porque de la suya ¡jamás! han sacado nada.
Es hora de ajustar las clavijas y de colgar a los facinerosos y ladrones.
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03.10.2017
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