El factor desencadenante de la deserción del presidente Prado fue la acumulación de fracasos militares en la guerra con Chile, resultado en medida significativa de su actuación como Director Supremo de la Guerra.
Durante su gestión como Director Supremo de la Guerra, el Perú perdió la fragata Independencia –su mejor y más moderno navío– en el desastroso combate de Iquique. Debió sobrellevar el sacrifico heroico de Miguel Grau –la esperanza ofensiva y defensiva del Perú– y la pérdida del monitor Huáscar en el combate de Angamos. Tras ambas derrotas y con la captura de la cañonera Pilcomayo, Chile pasó a dominar la costa del Pacifico Sur y con ello el futuro de la guerra. En tierra los resultados tampoco fueron positivos para Prado: las fuerzas peruanas fueron vencidas en los combates de Pisagua y San Francisco.
La derrota experimentada en San Francisco –y el consiguiente avance hacia el norte del enemigo chileno– pesó definitivamente en el ánimo de Prado para decidir su huida. Fue así como el 26 de noviembre de 1879, súbitamente, Mariano partió hacia Lima. Entregó el mando de las fuerzas aliadas al general Daza, presidente de Bolivia, a quien nombró Director Supremo de la Guerra (1). Subordinado a Daza y mandando las fuerzas peruanas quedó el contralmirante Lizardo Montero, para quien creó el cargo de jefe superior político y militar de los departamentos del sur. Hechos estos arreglos de fuga, el cobarde Mariano Ignacio Prado se embarcó en Arica, de incógnito, en el vapor Limeña de la compañía inglesa Pacific Steam Navigation Company.
Al día siguiente de abandonar el mando, las fuerzas peruanas vencieron al enemigo chileno en la batalla de Tarapacá. No obstante, las tropas vencedoras, exhaustas y sin pertrechos, debieron retirarse hacia Arica, con lo que el Perú perdió el dominio del departamento de Tarapacá.
Volviendo al análisis de la abrupta salida de Prado hcia Lima, debe hacerse notar que el 28 de noviembre, es decir dos días después del embarque del Director Supremo de la Guerra en el vapor Limeña, la corbeta Chacabuco y las cañoneras Covadonga y Magallanes iniciaron el bloqueo chileno de Arica. Si Mariano hubiera demorado sólo un par días más en salir de ese puerto no hubiera podido escapar por la vía marítima…
El diario El Nacional, publicado en Lima el 29 de noviembre de 1879, resumió de la siguiente manera los resultados de la guerra bajo la Dirección Suprema de Mariano Ignacio Prado (2):
En el corto espacio de cuarenta días, ha ido muy lejos el triste itinerario de nuestros desastres y los días 8 de octubre, 2, 19 y 20 de noviembre, recordando las fechas nefastas de Angamos, Pisagua, San Francisco e Iquique, llevarán a la posteridad en los bronces de la historia todos estos cúmulos de desgracias:
– La pérdida de nuestro poder marítimo;
– La pérdida de nuestros mejores blindados;
– La pérdida del contraalmirante Grau y nuestros más dignos marinos;
– La pérdida de la campaña naval;
– La pérdida de Pisagua;
– La pérdida de su fortificación y artillería;
– La pérdida de muchos de nuestros soldados, nuestros heridos y prisioneros;
– La pérdida de una vía férrea militar de cincuenta millas, con las importantes posiciones del Hospicio, Dolores, Santa Catalina y Agua Santa, y entre medio de éstas la inexpugnable y estratégica altura del cerro San Francisco;
– La pérdida de nuestros parques, armamentos y cañones;
– La pérdida de nuestros almacenes y depósitos de víveres;
– La pérdida de la primera campaña terrestre;
– La pérdida de Iquique con sus fortificaciones, artillería, ferrocarril de 26 millas y telégrafos, y
– La pérdida de Patillos con su ferrocarril y telégrafos hasta Lagunas.
Todo esto quiere decir que hemos sufrido:
– La pérdida de nuestro territorio hasta el grado 19;
– La pérdida de más de 1,800 leguas cuadradas de la superficie del Perú;
– La pérdida íntegra del departamento de Tarapacá;
– La pérdida de cerca de 200,000 habitantes de población;
– La de nuestros ferrocarriles y telégrafos por cerca de doscientas millas, importantes más de 20,000,000 de pesos fuertes;
– La pérdida de los tres puertos de Patillos, Iquique y Pisagua y sus correspondientes caletas;
– La pérdida de 20,000,000 de pesos fuertes en oficinas salitreras;
– La pérdida de 1,800 millas de terrenos salitrales, importantes 28,000,000 de libras esterlinas, o sea 140,000,000 de pesos fuertes;
– La pérdida de nuestras rentas de guano y salitre, importantes, libremente, 10,000,000 de pesos por año, en metálico y en fin…
– La pérdida de la integridad y los más caros derechos del Perú, como nación independiente y soberana!!!
Por todos los poros de nuestro organismo mana la sangre de nuestra vergüenza y del vilipendio que un puñado de funcionarios, indignos por su ineptitud, han echado sobre la república...
Decreto de Mariano Ignacio Prado autonombrándose Director Supremo de la Guerra, 16 de mayo de 1879.
Ineptitud militar de Mariano Ignacio Prado
Para ejercer la dirección de la guerra con Chile, el país necesitaba un líder adecuadamente preparado, un soldado profesional, con formación militar actualizada y ejecutoria castrense. Prado nunca fue un soldado; fue un político que hizo a otros empuñar las armas en beneficio de sus conspiraciones. Muchos de estos episodios terminaron en derrota para él, particularmente los más cercanos en el tiempo a los años de la Guerra del Pacífico.
La formación académica de Prado comenzó con algunos estudios de abogacía realizados en el Convictorio de San Carlos. Su primer contacto “victorioso” con las armas –si puede llamársele así– se produjo en 1854, cuando participó en la revuelta de Castilla contra Echenique. Por su intervención en el levantamiento, a fines de ese año, recibió el grado de teniente coronel del ejército.
En la siguiente década, Prado desempeñó diversas prefecturas y jefaturas políticas departamentales. En 1865, siendo prefecto de Arequipa, se levantó éxitosamente contra el régimen de Pezet, en protesta por el tratado Vivanco-Pareja firmado por el gobierno con España. Dicha acción originó que sea designado presidente de la república el 25 de abril de ese año. Su gobierno adquirió el carácter de dictadura el 26 de noviembre de 1865.
Siendo dictador del Perú se produjo en el Callao el combate del 2 de mayo de 1866 contra la flota española. Un mes antes, el 31 de marzo de 1866, los buques ibéricos habían bombardeado Valparaíso inmisericordemente. La flota hispana intentó hacer lo mismo en el Callao pero fue rechazada por las baterías peruanas. Alcanzó la gloria en ese combate un selecto grupo de peruanos, entre los que la Historia recuerda especialmente el nombre del coronel José Gálvez, secretario de Guerra de Prado y director de las fuerzas peruanas en el teatro de operaciones. Gálvez murió hecho pedazos por una explosión en la torre de La Merced.
Prado no podía desaprovechar el sacrificio glorioso de su ministro. A partir del combate del Callao, Mariano comenzó a autoproclamarse como “héroe del 2 de mayo”, no obstante que en ningún momento de esa jornada épica estuvo presente en las baterías del Callao (3). Su relación con el combate del 2 de mayo se limitó a desempeñar a la sazón la primera magistratura del Perú. Por ejercer dicha función, el gobierno de Chile distinguió a Prado nombrándolo general de división del ejército de ese país (4). La singular distinción fue recibida por el dictador en octubre de 1866. Prado renunció a ella al comenzar la guerra con Chile (5).
Ley de la República de Chile nombrando a Mariano Ignacio Prado general de división del ejército chileno. Por cinco años, entre 1868 y 1873, Prado cobró del erario chileno el sueldo correspondiente a general de división. La ley está fechada el 17 de agosto de 1866 (6). |
Prado en Chile
Un año después, Prado debió enfrentar la sublevación de Diez Canseco en Arequipa. En lo que podría considerarse un anuncio de los fracasos que le aguardaban en la guerra con Chile, Mariano fue derrotado militarmente por el rebelde Diez Canseco. A lo largo de ochenta días, entre el 16 de octubre de 1867 –fecha en la que Prado llegó a Islay– y hasta el 5 de enero de 1868 –en que el dictador se retiró al Callao– el autotitulado “héroe del 2 de mayo” bombardeó e intentó tomar por asalto Arequipa en dos ocasiones, siendo rechazado en ambas oportunidades.
Como consecuencia del fiasco militar en Arequipa y el consiguiente éxito de la sublevación de Diez Canseco, Prado dimitió el 5 de enero de 1868 y se embarcó para Chile cinco días después. Llegó a Santiago ostentando el grado (y el sueldo) de general de división del ejército chileno. Residió en el país del sur cinco años, en los que estuvo dedicado a explotar las minas de carbón de piedra Quilachanquín, cerca de Carampangue (7), y Maquehua (8). El 29 de mayo de 1872, en Valparaíso, Mariano Ignacio Prado y su concuñado Carlos von der Heyde, entre otros capitalistas, formaron la Sociedad de Minas de Carbón de Carampangue para explotar ambas minas (9). El 3 de diciembre de 1872 la empresa recibió permiso para construir un ferrocarril de trocha angosta entre Maquehua y Laraquete. En 1873, la Sociedad fue autorizada a extender la vía férrea hasta Colico. Los ferrocarriles construidos por Prado fueron los primeros en Arauco (10).
A la propiedad de la anterior empresa, Prado añadió su participación en el accionariado de la Compañía de Minas de Carbón de Arauco a través de Carlos von der Heyde y Compañía, empresa de su concuñado formada el 12 de diciembre de 1872, también en Valparaíso.
Prado reconoció sus inversiones en las minas citadas en la entrevista que sostuvo con Joaquín Godoy –el embajador chileno en el Perú– el 20 de marzo de 1879. En la casa que tenía en Chorrillos, Prado le recordó al ministro del país del sur que “su fortuna estaba invertida en una empresa dedicada a la explotación del carbón” y que él deseaba la paz no sólo como muestra de gratitud hacia el país que lo había acogido con amabilidad durante su exilio sino, inclusive, por su propio interés personal (11).
Asimismo, debe hacerse notar que durante su permanencia en Chile, Prado se dedicó al embellecimiento del Paseo Santa Lucía de Santiago, obra de la cual fue principal responsable (12).
Prado regresa de Chile
En 1873, luego de un quinquenio de residencia en Chile, Prado regresó al Perú. A pesar de su inactividad militar durante su estancia en el país del sur, en abril de ese año fue ascendido por el poder ejecutivo a general de brigada del ejército. Obviamente, sustentaron la promoción de Prado conveniencias políticas y no merecimientos militares. Debe tenerse presente que dicho año ejercía la presidencia Manuel Pardo, quien en 1866 fuera secretario de Hacienda del propio Prado, durante la dictadura del ascendido carbonero y exembellecedor de la ciudad del Mapocho.
En 1874 Prado se reintegró a sus actividades políticas, siendo electo diputado por Cañete. Postuló como candidato presidencial en las elecciones de octubre de 1875, comicios que se caracterizaron por ser sangrientos. El periódico limeño La Sociedad, en su edición del 18 de octubre de 1875, proyectó que el ganador de las elecciones sería Prado. Adujo como sustento de su pronóstico que los partidarios de Mariano operaron en los comicios armados con rifles Winchester, en tanto que los partidarios de su rival –el contraalmirante Lizardo Montero– sólo usaron revólveres (13). Los resultados finales de la elección fueron dados a conocer siete meses después, el 7 de mayo de 1876, y confirmaron el vaticinio de La Sociedad.
El 2 de agosto de 1876, Mariano Ignacio Prado asumió la presidencia del Perú, la que desempeñó por tres años y cuatro meses, hasta el día de su deserción en el vapor Paita, el 18 de diciembre de 1879.
Prado: político y no soldado
Ha sido necesario practicar esta revisión de la vida de Prado para sustentar la afirmación que Mariano fue un político ambicioso y hábil para utilizar en provecho propio los vínculos que supo establecer con otros políticos en ascenso o en el poder. Más aún, evidenció una clara disposición para capitalizar glorias ajenas en su favor, como la del sacrificio de José Gálvez, su secretario de Guerra, en el combate del Callao del 2 de mayo de 1866. Como ya se ha explicado, a pesar de no haber participado en el hecho de armas ni haber estado presente en las baterías del Callao, Prado alentó que la prensa se refiriera a él como “héroe del 2 de mayo”, título que le confirió inmerecido prestigio.
Sin embargo, el aventurerismo político no confirió a Mariano Ignacio Prado calificaciones como militar ni como líder de una nación en guerra. Prado nunca fue realmente un soldado, mucho menos un verdadero comandante. Si tuvo algún limitado –y últimamente infructuoso– contacto con las armas antes del conflicto con Chile, lo fue en razón de su actuación como conspirador o atendiendo al logro de sus designios políticos. Las promociones que obtuvo en el escalafón no respondieron a méritos ni logros militares. Los ascensos que logró en la jerarquía castrense fueron obra de políticos –en el Perú y en Chile– agradecidos por sus servicios políticos.
No siendo un soldado a carta cabal, Prado carecía de los conocimientos, aptitud y experiencia para desempeñar la Dirección Suprema de la Guerra contra Chile. Su falta de liderazgo y su ineptitud militar se encuentran en medida importante detrás del desastre peruano en los primeros ocho meses de la Guerra del Pacífico. También explican en proporción significativa, mas no totalmente, su deserción del Perú el 18 de diciembre de 1879.
Fuentes citadas
(1) Ochoa, José Vicente. 1899. Diario de la Campaña del Ejército Boliviano en la Guerra del Pacífico. Sucre: Tipografía y Librería Económica, p. 195.
(2) Vicuña Mackenna, Benjamín. 1893. Historia de la Campaña de Tacna y Arica 1879-1880. Santiago de Chile: Rafael Jover Editor, segunda edición, pp. 82-84.
(3) Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. Lima: Editorial Universitaria, sexta edición corregida y aumentada, vol. 7, p. 222.
(4) Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. Lima: Editorial Universitaria, sexta edición corregida y aumentada, vol. 5, p. 343.
(5) Ministerio de la Guerra. 1881. Memoria de 1881. Santiago: Imprenta de la Época, p. 537.
(6) Varas, José Antonio, (ed.). 1871. Recopilación de leyes, órdenes y decretos supremos concernientes al ejército, desde enero de 1866 a diciembre de 1870. Santiago de Chile: Imprenta Nacional, tomo IV, pp. 22-23.
(7) Figueroa, Pedro Pablo. 1900. Diccionario biográfico de extranjeros en Chile. Santiago de Chile: Imprenta Moderna, p. 183.
(8) McInnes, William, Dowling, Donaldson Bogart, y W. W. Leach. 1913. The Coal Resources of the World. Toronto: Morang & Co. Limited, vol. II, p. 588.
(9) Ortega Martínez, Luis. 2005. Chile en ruta al capitalismo: Cambio, euforia y depresión, 1850-1880. Santiago: LOM Ediciones, DIBAM, Centro de Investigaciones Barros Arana, pp. 240-243.
(10) Pizarro Soto, José Alejandro. 1991. Lebu: De la Leufumapu a su centenario, 1540-1962. Santiago: Ñielol, p. 166.
(11) Bulnes, Gonzalo. 1920. Chile and Peru: The Causes of the War of 1879. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, p. 152.
(12) Briseño, Ramón. 1884. Estudios cronológico-históricos sobre Chile. Santiago de Chile. Imprenta Nacional, p. 109.
(13) Pike, Fredrick B. 1967. The Modern History of Peru. London: Weidenfeld & Nicolson, p. 139.