Bolognesi, inmortal
Coronel EP ( R ) Vìctor Velàsquez Perez Salmon
El Perú a comienzos del Siglo XXI demanda de su Ejército, el cumplimiento de su misión como institución componente de las Fuerzas Armadas, en lo relativo a la defensa nacional. Estaríamos mal, si anteponemos la multifuncionalidad en nuestro trabajo profesional porque eso seria como dice el dicho “el que mucho abarca, poco aprieta” o el mas usado de que “zapatero a tus zapatos de la pobreza y del desarrollo nacional se ocupen los Ministerios creados para ello, pero los batallones y brigadas deben estar pensando en el combate, solamente, y que de una vez por todas se deje de usar al Instituto como partido político. Porque, en el fondo, el aislamiento que a que se vio sometido Bolognesi con los combatientes del Morro en Arica fue una decisión política proveniente de un gobernante que mas se cuidaba de quedarse en el poder que de la táctica militar a usarcé. La mejor manera de servir a la Patria para el militar, sigue siendo, por ello, el prepararse para la guerra.
Bolognesi, con su singular respuesta, venció a la guerra, venció al tiempo, venció a la decidía, al olvido, y al inmolarse, nos dio mas que un hecho histórico, una lección honor y de amor a la Patria que obrara siempre como alimento vital par robustecer el alma nacional.
Por ello, constituye paradigma de nuestro diario accionar, la actuación de honor y patriotismo de nuestro Patrono, el Coronel Francisco Bolognesi Cervantes, de quien diría el insigne patriota argentino Roque Sáenz Peña, lo siguiente: “Lo conocí batallando sobre Cerro Dolores, contraste que conmovió su espíritu y quebrantó su cuerpo debilitado ya por las fatigas de la marcha y por el duro batallar de aquella tarde. Llegó a Tarapacá y al desmontar de su cabalgadura cayó postrado con altísima fiebre, hasta que el nuevo toque de generala, le hizo olvidar la congestión y sus delirios y quebrando la consigna médica, tal vez la única consigna que no cumplió en su vida de soldado, trepó la planicie y conquistó el laurel de la victoria. Pero fue en Arica donde me honro con su amistad, donde su espíritu como jefe penetraba en el interior de los cuarteles, solo interrumpida cuando ante el requerimiento enemigo hubo de ser portador de una respuesta vibrante y solemne: “Pelearemos hasta quemar el último cartucho”. Lo que vino después ya lo sabéis. Fundió en plomo su inmortalidad, esfumándose en los cielos y dejando en la sonrisa de su labio yerto la placida expresión de un varón justo que ha rendido la vida en el sagrario y que abandona la tierra bendiciendo a su Patria y a sus soldados”.
Seguir el ejemplo del coronel Francisco Bolognesi Cervantes, y su promesa de cumplir con nuestro deber, debe ser el paradigma de todo soldado.
Manchan el honor militar, y por lo tanto no son los dignos herederos de la gloria de Bolognesi, quienes usan el uniforme para perpetrar sus fechorías, los que usan su poder para romper las reglas de moral y ética militar, los que hacen negociados a costa de poner en grave riesgo la defensa nacional, los que usan el clientelaje y la corrupción como mecanismos para los ascensos y se rodean de entornos de oficiales sin escrúpulos, motivados solo por negociados sucios y deshonestos, y los que, en plena guerra apuestan a apoyar gobiernos que mas piensan en votos que en vidas humanas.
Si queremos mantenernos como Ejercito, debemos como dice el origen latino de la palabra “ejercitarnos”. Debemos modernizarnos. Debe el Estado, por ello, invertir en seguridad pues no habrá desarrollo sin ella. Internamente, debemos tender por sobre todo a ser una institución decente, bienhechora, no reserva moral sino activo moral, no institución tutelar sino institución preventiva. No, permitamos de que el Perú se vea como un Estado débil y que recele de su propio Ejercito y procure mantenerlo débil. Seria como no recordar, las enseñanzas de la historia, Seria como olvidar tantos muertos, tantas familias despojadas de padres, esposos, hermanos e hijos. Seria como olvidarnos de Bolognesi y los combatientes del Morro. Seria como olvidarnos de que existe la Patria, de que existe Dios.
Como lo expresara Javier Prado en la velada literaria del 30 de julio de 1899, en la cual se entrego la Medalla de Oro y Diploma al poeta José Santos Chocano, por haber ganado el primer premio en el concurso literario convocado por “El Ateneo”, con el poema “La Epopeya del Morro“: ¡Bolognesi había resuelto eliminar las sombras que oscurecían el cielo de su Patria, como las llamaradas gigantescas de un holocausto inverosímil!
Días antes de la batalla, Bolognesi, le escribe a su esposa la que iba a ser su última misiva, y le dice:
“…Esta será seguramente una de las últimas noticias que te lleguen de mí, porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las fuerzas peruanas son latentes y determinantes. Los días y las horas pasan y las sentimos como golpes de campana trágica que se esparce sobre este peñasco de la ciudadela militar engrandecida por un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y su decisión de pelear sin desmayo en el combate para no defraudar al Perú. ¿Qué será de ti amada esposa? Tú que me acompañaste con amor y santidad. ¿Qué será de nuestros hijos, que no podre ver ni sentir en el hogar común? Dios va a decidir este drama en el que los políticos que se fugaron y los que asaltaron el poder tiene la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio…”
¿Viva el Peru!