Miguel Iglesias y la Reconciliación Nacional
Por Juan Carlos Flórez Granda (*)
“…Más tarde hice reconocer la clase de general a Iglesias, quien se encontraba ya en Cajamarca, lugar a donde le envié los respectivos despachos con emisario especial. Muchos años después, cuando Iglesias volvió a Lima, fuimos buenos amigos. En nuestras pláticas no tocamos nunca nada relativo a Ancón…” (Andrés A. Cáceres)
A propósito de la traslación de los restos del general Iglesias a la Cripta de los Héroes y los distintos pronunciamientos de algunas instituciones y medios de comunicación me llevó a preguntar si realmente tenemos la suficiente madurez y conocimiento de los hechos ocurridos durante la pasada guerra de 1879.
Mi intención no es juzgar la actuación histórica de un personaje como Miguel Iglesias sino analizar someramente el contenido de las airadas protestas, en cierta forma, injustas y con matices de preocupante intolerancia.
La palabra traidor, felón y cualquier otro calificativo, es comúnmente utilizada en historia cuando se quiere descalificar a un personaje sin base alguna. Cualquier historiador serio no lo emplearía si en este no hubieran suficientes pruebas fehacientes del hecho ocurrido. Además existe en nuestro lenguaje una riqueza de calificativos mucho más apropiados. En el caso de Iglesias, es utilizado hoy con rauda ligereza por cierto sector que se siente agredido, afectado o impotente de poder sustentar un contexto histórico, estando más preocupados o fanatizados en cuidar la imagen de otros personajes con una devoción que linda en lo religioso, por el hecho de haber tenido alguna vez rivalidad política.
En este contexto no puedo llegar a entender cómo Cáceres llegó a entablar amistad con un supuesto “traidor” o “felón”, como califican los detractores de Iglesias. Es tan impensable como ver a respetadas personalidades actuales entablar una muy buena amistad con asesinos, espías o narcotraficantes. Eso originaría la descalificación moral de toda la sociedad hacia la persona quien entabla amistad con este tipo de gente. Es por ello que me inclino a creer que el mismo Brujo de los Andes tuvo la tolerancia, madurez y suficiente inteligencia para respetar posiciones antagónicas y entablar una buena amistad con su otrora rival político.
El ejército peruano ha rendido innumerables honores al general Iglesias. Tengo en mi colección un retrato del general Miguel Iglesias en un calendario de los años 60’s junto a otro personajes como Grau, Castilla, Olaya, Melgar, Bolognesi y el mismo Cáceres. Sin duda como un homenaje póstumo a su vida y trayectoria. Comprobamos también que Iglesias fue Presidente Nato de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia en 1885 al igual que Andrés A. Cáceres Dorregaray en 1886. Es ejemplar cómo esta institución patriótica se mantiene al margen de las pasiones políticas y acusa un conocimiento histórico objetivo y real de cada personaje de la vida republicana.
El Morro Solar cuenta con un monumento a un Miguel Iglesias mirando hacia Chorrillos donde realmente lo defendió y no en el Morro como erróneamente nuestra historia hace énfasis, inaugurado durante la época del general Manuel Odría, siendo alcalde el historiador Evaristo San Cristobal. En una de las placas de bronce robadas hace unos años indicaba que era el “…Homenaje del Ejército del Perú y la municipalidad de Chorrillos al general Miguel Iglesias. Valiente soldado de la Guerra del Pacífico…”
Si seguimos buscando en los archivos del Congreso de la República encontraremos que en 1928, durante el gobierno de Augusto B. Leguía se ordenó colocar en el sitio más conveniente la estatua de Miguel Iglesias con el fin de perpetuar su memoria . En 1943 se creó el distrito “Miguel Iglesias” en Celendín y en la década del sesenta, en Cajamarca un colegio militar con el nombre “Miguel Iglesias” .
Es paradójico que con todos estos homenajes, monumentos, centros y lugares en memoria de Miguel Iglesias a través de nuestra vida republicana, sin contar con calles en su nombre, algunos levanten su voz de protesta tildándolo de traidor, felón y cuanto calificativo existe sin más base que defender una posición políticamente apasionada, descontextualizando los hechos históricos en un tiempo referido y juzgándolo según los ojos del presente.
El Perú estaba en 1882, durante la campaña en la sierra, totalmente fraccionado. El país seguía a varios caudillos, dividiéndose las partes en Norte, Centro y Sur. La guerra interna era obvia. Unos eran partidarios de la paz, otros de continuar la guerra. Ambos pensamientos buscaban lo mejor para el país pero ese afán caudillista, egoísta o como se quiera entender, fue el detonante para que todos estos personajes no sean capaces de anteponer sus intereses personales frente a los del país y ponerse de acuerdo, arrastrando hasta hoy los mismos vicios. Seguimos echándonos la culpa entre peruanos y buscando mil excusas para justificar lo injustificable de lo ocurrido. En otras palabras no abrimos los ojos y no aprendemos de nuestro pasado. Y lo peor de todo es que en ese afán de descalificar al rival político nos remitimos a fuentes chilenas para cumplir ese objetivo con un peruano. De ahí surgen pues las desgraciadas frases políticas en plena guerra “primero los chilenos que a Piérola”. Es decir, a ese tipo de degradación llegan algunos peruanos con tal de descalificar a un rival en plena guerra.
Si me preguntaran cuál es mi opinión al respecto de Iglesias, respondería que no fue traidor. Tampoco me parece justo que solo un grupo de oficiales sean trasladados a la Cripta de los Héroes. Tanto Iglesias, Cáceres y muchos combatientes que no están aún en este recinto han reunido y reúnen méritos suficientes por sus servicios en la defensa del Perú. Han tenido sus aciertos y desaciertos pero es totalmente injusto que se excluya de este recinto a los miles de soldados que, sin rango alguno dieron todo por el Perú. En vez de una cripta debería existir un camposanto como el cementerio estadounidense de Normandía, o el de Arlington y no estar rasgándonos las vestiduras fanatizándonos e insultando a cuanto personaje haya que no comulgue con las ideas del otro, pero a los detractores no les interesa eso.
A todo esto viene otra pregunta: ¿Los peruanos estamos preparados para una verdadera reconciliación?
El presidente electo Ollanta Humala declaró durante la entrega de sus credenciales:
"Asumiendo formalmente hoy la condición de Presidente electo de Perú, quiero reiterar el compromiso de ser el presidente de todos los peruanos y peruanas, y que mi gobierno aspira a reconciliar el país"
Es de suma urgencia que en esa reconciliación también se incluya la objetividad histórica, construyendo un país de todas las sangres y no la mediocridad que aun nos polariza históricamente en una eterna lucha entre negros, blancos, mestizos, indios, chinos y cuanta combinación exista. Debemos de aceptar nuestra historia, sea buena o mala, aprendiendo de los errores y entendiendo nuestras culturas. Desde el momento que la aceptemos sin matices políticos, apasionamientos ni fanatismos y respetemos las distintas culturas que existen en nuestro país, es entonces que recién creceremos como nación unida.
(*) Director de la Sociedad de Estudios Históricos Coronel Arnaldo Panizo
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